El tito Pepe
Publicado en Nov 27, 2012
Nuestra familia ha sido siempre muy tarambana, gente que se ha escapado de la casa común como las ratas y, de aquí para allá (y viceversa), ha terminado perdiéndose en su propio interior. Lo cual imprime carácter: no tenemos dinero pero si una gran colección de sellos. Hay alguno incluso que en barrios rojos de extrarradio, posiblemente de una ciudad de nombre impronunciable, le han sellado el ano con gran gozo para quienes pensamos que si la vida es corta hay que afanarse en probarlo todo.
Bueno, eso, mi familia es muy de darse el piro, OK? Pues de todos los errantes quien más lejos llegó fue el tito Pepe que de niño vio series juveniles australianas y luego se enamoró de los koalas porque van todo el día fumados como iba él en su juventud, parece que dorada y vivida en un paraíso de tetas, anfetas y flores. Y por esto y porque está chalado cumplió su gran ilusión: viajó a Australia en 1984 y residió en ella. En Perth concretamente. Siempre deseó vivir en Melbourne (ciudad culta donde las haya en aquel continente, nos escribía), pero como hombre voluble en todo y de tomar decisiones sobre la marcha recayó en Perth, que tampoco está mal. ¿No? Vale, pues eso. Tras una larga década australiana y muy gozoso de la vida vino el verano de 2007 a visitarnos (el verano austral me refiero). Y así pasó la Navidad, el Año Nuevo y los Reyes con nosotros. Por cierto, como regalo de Reyes trajo un hermoso vestido hecho a mano por maorís para mi hermana. Era una prenda de seda verde y con otros colores en verdad muy espectaculares y también muy espectacular lo poco que cubría. Y a mí me regaló un boomerang, que es un trozo de madera que se retuerce algo en su punta como tantas otras cosas. En el jardín de casa, la mañana anterior a Navidad y con un frío que te jodes me enseñó la práctica del buen lanzador del trasto aquél: un giro de muñeca especial y mucho tiento. "Siempre vuelve" me repetía. Pero mi hermana Laura que no atiende demasiado a razones nos arrebató el artilugio de las manos y diciendo: "No debe ser tan difícil el lanzar esto, se tira con fuerza hacia adelante y..." Y la madre que la parió. El madero salió disparado a la calle, rebotó en el techo de un Ford K y se metió en la caja de un camión que se nos escapó a todo gas calle abajo torciendo luego hacia la Meridiana. "Este no vuelve tito", dije yo desilusiondo. Laura aceptó entonces: "Realmente debe tener que saberse tirar la mierda ésta". El tito nos miró con unos ojos que decían: "Sorry Australia!!". Siempre me he quedado con el trauma de no saber lanzar un boomerang. En mis días más optimistas me digo: "Incluso podría hacer que volviera!!".
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