LUNES, OCTUBRE 29
-Y eso fue lo que pasó-, fue la última frase que formulé antes de beber lo que me quedaba de mi taza de café ante la atenta mirada de mi amiga y editora de la compañía Red Book Ediciones, Mariah Donoso.-¿Te quieres embriagar?-, fue lo primero que quiso saber.Suspiré sin nada más que agregar . La conocía demasiado. Ella siempre me decía que tomarse unas copas era la mejor manera de evadir todo tipo de problemas.
"Quizás no se acaban, pero por un momento te das el lujo de enviar todo a la mierda". Ese era su lema.-Creo que no-, se respondió a sí misma. -No eres una buena bebedora. Seguramente después de un par terminarías llorando por ahí o dando semejante espectáculo y todo por Diego.Moví la cabeza hacia ambos lados en señal de negativa.-¿Qué quieres que te diga, Emma?-No lo sé. ¿Qué soy patética, estúpida, celosa, por ejemplo?-¡Un encanto de mujer!-, alardeó. -Patética sí, pero lo otro está de más. Pero dime, ¿por qué recriminarlo si sabías que alguna vez esto sucedería? O me vas a decir que ¿jamás se te pasó por la cabeza que Diego pudiese llegar a conocer a alguien que realmente "le moviera el piso"? ¡Estás jodidamente enamorada de él desde la primera vez que lo viste y de eso han pasado 18 años! ¿No te parece que es mucho tiempo?-No estoy enamorada de mi mejor amigo-, recalqué con la voz algo temblorosa.-Claro, negación de la realidad... ¿Y por qué estás aquí remordiéndote la conciencia sobre lo que acabas de hacer? Si Diego no te interesara de la forma en que tú y yo sabemos no habrías reaccionado así.-¡La conoce hace sólo un par de meses y va a casarse con ella! ¿No te parece una verdadera estupidez?-¡Eso es problema de él, muchachita, no tuyo! Si quiere casarse con ella o con cualquiera lo va a hacer estés de acuerdo o no.-Sarah no es para él-, insinué.-¿Y tú sí?-, me preguntó mientras se cruzaba de brazos y arqueaba una de sus cejas color marrón. -¿Tú eres la mujer perfecta para Diego?-Yo no soy buena ni para mí misma-, respondí. Me levanté de la silla y caminé por su oficina en forma de círculos. -Pero no me agrada. Va a herirlo, lo sé. Es como si...-¿Lo supieras? No eres vidente, Emma, eres escritora y una de las mejores que he conocido en el último tiempo.-¡Maldita sea, Mariah! Lo sé, es como si...-, suspiré. -Sólo no confío en ella.-No confías en ninguna mujer que se acerque a ese abogado histérico, guapo, pero histérico, amiga. ¡Déjalo ya! Deja que comenta sus propios errores alguna vez y no te tenga a ti como escudo.-¡No tiene a nadie!-¡Pues tendrá que aprender a vivir con ello! ¿No lo crees? Tú tienes una vida que no debe funcionar ni girar en torno a él. ¡Tienes una vida, Emma Del Real! ¡Acéptalo!Tragué saliva algo nerviosa. Sus palabras me hicieron temblar y mis ojos ya no pudieron contener las lágrimas que osaron asomar en aquella cafetería. Ya no pude con ellas, simplemente, comenzaron a rodar por mis mejillas sin que pudiese contenerlas. ¿Traición, rabia o algún otro turbador sentimiento?Sentí el tibio abrazo de Mariah mientras me dejaba llevar por mis emociones. No quería llorar ni menos aceptar lo que parecía evidente. Por mucho tiempo mi corazón había estado dormido y mi vida actuaba en torno a la figura de Diego Cañas. Sí, lo quería a morir y me era difícil entender que pertenecía a otra persona, que ya no era la única mujer con la cual compartía sus momentos, sus tristezas, sus sueños... su vida. Ahora había otra persona en mi lugar o quizás, siempre lo estuvo, sólo que no me di cuenta de ello hasta que me lo hizo saber de la peor manera.-Olvídate de él, Emma, por tu bien-, fue su consejo.Me zafé de su abrazo y limpié mi rostro. No me agradaba llorar ni menos que otros me vieran hacerlo. No lo había hecho desde... Sí, desde aquella vez.-Será lo mejor...-, le contesté.-Lo digo en serio, amiga. Diego no es para ti ni nunca lo será. Tienes que aceptarlo.Sus palabras herían, pero eran tan certeras.
¿Y cómo se supone que deba hacerlo? ¿Hay algún manual que diga paso a paso cómo debo alejarme de su vida o quitármelo de mi cabeza? Quizás, si me marcho al otro lado lado del mundo o huya de él hacia el sitio más recóndito del planeta... No, por más que lo haga él siempre estará ahí.-Será mejor que me marche-, anuncié. -Tengo que terminar el capítulo.-Tienes bastante tiempo aún.-No, necesito pensar en otras cosas y mantenerme ocupada-. Tomé mi bolso y mi abrigo. Me dirigí hacia la puerta, pero antes tuve que detenerme ante sus insistentes llamados.-¡Emma, espera!-¿Sí?-¿Vas a llamar si me necesitas?-, quiso saber.-Claro-, expresé con desgana.Ella advirtió por mi tono de voz que no estaba dispuesta a hacerlo.-Sólo llama si necesitas compañía.-De acuerdo-, intenté decirle antes de voltear mi rostro y marcharme.
Salí a toda prisa hacia la calle, me puse mis gafas de sol y comencé a caminar avenida abajo. Mi cabeza estaba revuelta, mis emociones habían salido a la luz y lo peor de todo es que había llorado como una niña pequeña. Me prometí a mí misma no hacerlo. Me prometí no volver a dejarme llevar por algo que me hiciese daño y ahora lo había echado a perder.-¡No estoy enamorada de Diego!-, repetí una y otra vez mientras marchaba sin rumbo. -No estoy enamorada de Diego... No...-, decía sin silenciar mi voz. No estaba enamorada de ese abogado soltero que ahora resulta de que iba a casarse, y no porque no le quedase mas remedio, o... tal vez Sarah... No, definitivamente ella no podía estar embarazada. Diego ya tenía 33 años, dos más que yo y no iba a contraer matrimonio sólo porque ella se hubiese dejado embarazar (una de de mis posibilidades más escalofriantes)Acaso, ¿había sentado cabeza tan pronto? Un cotizado abogado y el socio más joven del bufette
Lyons & Royale una de las firmas de más prestigio de toda la ciudad, que nunca había perdido un caso, que arrasaba con todos (de ahí su fama) y era excelente en lo que hacía, pese a que su carácter, a veces, le jugaba en contra, ¿iba a contraer matrimonio? Mmm, me lo pensé detenidamente... Diego era un hombre guapo y con su metro ochenta y cinco de estatura, con su mirada azul y penetrante, su sonrisa inquieta, nunca pasaba inadvertido. Todo en él era casi perfecto y exquisito... Simplemente, era un hombre impecable de pies a cabeza, pero con un sólo detalle. Era mujeriego y de esos que son capaces de enviarte flores después de haber pasado una noche de pasión desbordante. Y no precisamente para verte otra vez, sino en agradecimiento... Sonreí. Sí, me había contado de sus aventuras y de cómo ahora sabía tanto de jardinería. En definitiva, a Diego le gustaban en demasía las mujeres. En teoría, a ellas también les gustaba él, pero por desgracia sus aventuras y/o revolcones se remitían sólo a una noche de lujuria, de sexo desenfrenado. Lo tenía más que claro, su vida no estaba hecha para enamorarse, menos para atarse a una sola mujer, al menos no por ahora. Le gustaba su soltería, añoraba salir a beber con sus amigos, ocupar su tiempo libre en practicar uno que otro deporte y gastar su dinero y su libertad en lo que se le antojara, sin tener que darle explicaciones a nadie. Su lema
"soldado que huye, sirve para otra guerra". Era especial, un espécimen único... Pero de un tiempo a otro su vida había dado un vuelco. ¡Y qué vuelco! Había abandonado todo por una "emocionante mujer", una joven anticuaria de 28 años llamada Sarah, a la que conoció por intermedio de un compañero de trabajo en una de esas famosas "citas a ciegas" a la cual yo incentivé a que asistiera.
¡Menuda estupidez! Lo había dejado todo por ella, sus juergas, sus amigos, su tiempo libre y por sobre todo... su afición a la jardinería. Por un momento creí que estaba bien, que sería sólo otra de sus conquistas, pero cada vez nuestras conversaciones se remitían sólo a ella, lo especial que era, alegre, divertida, atrevida y otros tantos adjetivos con lo cual me dejaba más que claro que las cosas entre ambos iban por otro camino. Y hoy, después de haber visto ese maravilloso anillo de diamantes se estaba confirmando mi tesis. Diego sí quería estar con ella y nada más que "para siempre".-Para siempre...-, exclamé dejando que se me arrancara un enorme suspiro del pecho. Eso era mucho tiempo, muchísimo. Y con ella, la budista anticuaria de 28 años en quien, obviamente, no confiaba. Sí, porque eso me sucedía extrañamente con esa mujer. No lo conocía del todo, pero simplemente entre Sarah y yo no existía química. No la entendía ni ella me entendía a mí. No me gustaba y a ella tampoco le gustaba yo. Era un perfecto empate. Lo raro de todo es que nunca supe las razones, por más que se las pedía a Diego jamás quiso decírmelas.Bueno, la cosa es que a partir de la existencia de Sarah en nuestras vidas la relación amigo-amiga se vio bastante deteriorada. Ya no había tiempo para nosotros, ya no existían las charlas nocturnas, las confidencias, etc, etc. O.K., lo admito, la presencia de esa mujer me enervaba y me hacía sentir un poco celosa, pero desde el estricto rigor de la amistad entre un hombre y una mujer (o sea, entre Diego y yo). Por eso sabía y sentía que no estaba enamorada de mi mejor amigo, porque mi llanto a eso se refería, a no tenerlo para mí cada vez que necesitara de sus abrazos, de sus consejos..., en fin... Ahora sólo la necesitaría a ella, dependería claramente de aquella mujer y yo... su amiga de toda la vida... pasaría a la historia.-¡En qué idiota te has convertido, mujer!-, me recriminé tras otro de mis largos suspiros mientras detenía mi andar. Si lo quería tanto cómo podía sentir celos de su vida, de lo que deseaba formalizar, de lo que ansiaba comenzar a vivir. Había elegido a la persona menos correcta para darle la noticia (según mi punto de vista), pero desde el punto de vista de él... me había elegido como su primera opción, como su empuje, su determinación. ¿Eso era lo que significaba ahora para Diego?
raymundo