Era una chica caprichosa. Rubia y hermosa pero sin humildad y un poco tonta. Sin embargo, resultaba ser la más bella para el pequeño Tony, un chico pobre y de muy bajos recursos. Su familia era una muy humilde y tierna, trabajadora y dedicada que vivía en una pequeña casa, al lado de un terreno donde se acumulaba la basura de la ciudad. En contrario a los Richards, quienes tenían un enorme hogar con la vida ya prácticamente resuelta, gracias a sus más antiguas generaciones. 
La chica, de nombre Miranda, disfrutaba de los grandes placeres que el dinero le daba. Al ser hija única sus dos padres la consentían en exceso, creando un mal habito y una mala actitud en ella hacia los demás fuera de su casa. El problema era que necesitaba atención, pero no de una atención cualquiera, no, al contrario, necesitaba la atención de gente muy especial, de la que sus padres carecían de darle. Por lo que, debido a sus increibles pertenencias y lujos, se comportaba de una manera egoísta y malagradecida, ignorante a la verdadera importancia de las cosas. 
Sin importar esto, Tony deseaba lo que fuera por hablarle a ella, pero, consciente a su situación, le daba una pena terrible, además de que era muy tímido. Esto no era cualquiera otra cosa para él, esto era VERDADERAMENTE importante y lo quería con todas sus fuerzas. Había algo en aquella pequeña que Tony no podía dejar de evitar. Así que, conforme Navidad se acercaba, el pequeño Tony planeó la manera de darle a la niña Miranda el regalo perfecto. Con esto, él llamaría su atención y por fin podría hablarle. Pero necesitaba pensar pues sus recursos eran muy escasos. 
Un día se le acercó a su padre, un hombre muy inteligente que siempre lo ayudaba, dandole consejos. Tony le contó sobre Miranda y su idea acerca de un regalo, para lo que necesitaba dinero. Su padre, comprendiendo la situación de su hijo, propuso un acuerdo con el. Le dijo que si encontraba algo adecuado que supiera que a ella le gustaría, le ayudaría con el dinero. Tony, muy emocionado, comenzó una rápida investigación en relación al regalo que buscaba comprar.
Decidió sentarse cerca de ella para escuchar lo que le gustaba y, al hacerlo, no logró mucho. Pasaron unos días y Tony por fin descubrió el regalo perfecto. Cuando regresó esa tarde, se encontraba muy entusiasmado por contarle a su padre. En la noche, le había ganado el sueño pero logró levantarse al escuchar unos ruidos. Eran de sus padres, quienes estaban muy preocupados por los problemas que tenían. Este hecho provocó un fuerte entristecimiento en el pobre niño pobre. 
Con una semana restante, Tony reunió varios de sus ahorros, más el dinero que fue consiguiendo al ir trabajando en la joyería de su abuelo. La simple idea de que este regalo pudiera ser lo suficientemente bueno como para que ella lo abrazara y sonriera de gusto y de sorpresa, era un gran incentivo para él. Le aseguraba que las cosas al final saldrían como esperaba, deseaba mucho porque así sucedieran. Al final, lo que obtuvo no fue suficiente. Su padre lo vio recostado boca abajo en su recámara, dio unos cuantos pasos hacia él, y se sentó a su lado. Susurró en su oído algo que lo hizo levantarse de inmediato. Le dijo que podía darle la ayuda que le había prometido anteriormente pero que, debido a esto, no podría conseguirle algún regalo a él. Con esto, Tony logró comprar y envolver el regalo, lleno de emoción por el día que cada vez estaba más cerca. El momento llegó por fin, era el último día de clases antes de las vacaciones de invierno y, todos los salones se encontraban haciendo un convivio entre los niños y maestros, era el momento ideal para dárselo. Así que, armándose de valor, fue hacia ella y tocó su hombro con delicadeza. Lleno de nervios, la chica simplemente lo ignoró sin siquiera regresar la mirada. Pensando que podría estar ocupada, la dejo para volver a intentarlo unos minutos después, y así fue el resto del día escolar. Una vez tocado el timbre, Tony supo que ya no habría un mañana, por lo que se animó una última vez y lo hizo. Le habló suave y débilmente, explicandole que tenía un regalo para ella, pensando que podría gustarle. 
Miranda, al observar el pequeño tamaño del regalo, redujo sus expectativas de algo caro y bonito para ella, más decidió aceptarlo, aunque no podía esperar mucho de un niño pobre como él. Tony estaba increiblemente feliz y apenado a la vez que simplemente se fue corriendo una vez agradecido el regalo y después de un abrazo. Sin embargo, la cruel niña no se tomó ni la molestia de abrirlo y, simplemente, decidió dejarlo. Primeramente, lo agitó pero, posteriormente, decidió que, lo que fuera que estuviera dentro no valía la pena, desechandolo en la basura. Lo que ella no sabía era que, adentro de ese caja cubierta de un papel lleno de colores navideños, había un hermoso collar dorado justo como el que había escuchado que su abuela le había dado a ella. Tony había trabajado mucho en la joyería de su abuelo para ganárselo con su propio dinero, más la ayuda que su padre le había dado; era una de las reliquias más hermosas que había en la tienda. Y todo para nada. 
El pequeño Tony pasó una muy buena navidad con su familia, por primera vez, sin un regalo. Era notorio que el niño estaba creciendo y poco a poco estaba descubriendo la verdadera importancia de las cosas, pues, su familia era lo único que necesitaba.
Ansioso por volver a clases, se enteró que Miranda no había abierto su regalo cuando, caminando fuera de su casa, vio la caja aún envuelta en el papel navideño al lado del terreno baldío...