MIS AMORES Y MIS BÚSQUEDAS
 
Amo la pesadilla y el horror que me provocan
la estulticia y la ceguera de los hombres,
la perturbadora presencia de mis enemigos,
la traidora compasión de los amigos ausentes,
la falsedad implícita en la risa de las putas,
el éxtasis decadente y sudoroso de los locos,
la crudeza sibilina y seductora de los asesinos,
los demonios repulsivos que habitan mi cerebro,
la vana iconografía de los fantasmas domésticos,
la insospechada fealdad de numerosos rostros,
la maldad y asimetría de las pasiones mundanas,
lo inarmónico y estulto de las falacias modernas,
lo débil y banal de las virtudes y las imposturas,
lo mezquino y lo casual de innumerables amores.
 
Me gusta lo arbitrario, lo tosco y desmañado,
la insulsa promesa y el horrendo sacrificio,
la repugnante y criminal propaganda de la guerra,
lo hechicero y satánico de los falsos juramentos,
lo aberrante y crapuloso de la pureza enfermiza,
lo asqueroso y degradado de los discursos políticos.
 
Amo lo abominable, lo indecente y lo grotesco,
lo inmundo y repelente de nuestras propias miserias,
lo suciamente odioso de los sentimientos injustos,
lo espantoso y más obsceno de nuestras debilidades,
lo abyecto y más vicioso de nuestras aberraciones.
 
Busco lo monstruoso, lo desgraciado y lo bárbaro,
lo innoble y nauseabundo, lo lamentable y lo fétido,
lo tremendo y desgarbado, repulsivo y terrorífico.
Lo ya escrito y mucho más, y en amarlo me complazco
porque soy la réplica proterva de los antiguos dioses
que fundieron su máscara, imperfecta y deformada,
en los antros del destino, las tinieblas y los astros.