La ltima lucha.
Publicado en Dec 03, 2012
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El primer anciano se encontraba sentado en una silla de ruedas. El pasillo donde lo habían dejado se encontraba silencioso, a excepción de una melodía muy suave, que llegaba de unos parlantes ocultos en unos paneles en la pared. Todo olía a asepsia y denotaba eficiencia y control. Los asientos contra la pared simétricamente ubicados, se veían mullidos y cómodos. El piso sin mácula, las paredes impecablemente blancas y la tenue luz contribuían a crear un ambiente cómodo, aunque un tanto frío y despersonalizado que las reproducciones de pinturas de Picasso no lograban neutralizar.
El anciano no se movía. Sólo un pausado pestañeo daba cuenta de la actividad de su cuerpo. El rostro enjuto, de rasgos afilados, su piel clara y escasos cabellos blancos perfectamente recortados, y especialmente su mirada de ojos claros, bien abiertos y fijos en la pared, descubrían a una persona de fuerte carácter. Vestía ropas caras, zapatos de cuero bien lustrado y un reloj muy caro en su muñeca izquierda. Solamente giró un poco su vista para observar hacia el extremo opuesto del pasillo, cuando por ahí apareció el segundo anciano.
Éste caminaba lentamente ayudándose con un bastón de caña de inequívoca fabricación casera. Sus pantalones eran un par de centímetros más cortos de lo que debían ser naturalmente y dejaban al descubierto unas zapatillas de imitación barata. El color de las medias no ayudaba a unacombinación lógica de colores para vestir y una camisa a cuadros grandes completaba su paupérrimo vestuario. Sin embargo su limpieza y pulcritud quedaban fuera de toda duda. La piel oscura, las manos curtidas y llenas de viejas cicatrices, los ojos marrones, alertas; y el hecho de que caminaba justo por el centro del pasillo, dejaba a las claras, que había sido y aún lo era, un luchador infatigable.
Al llegar el segundo anciano a la altura en donde se encontraba el primero en la silla de ruedas; ambos se miraron fijamente unos segundos y reconociéndose uno en otro, sabiéndose viajeros contemporáneos de las vidas que llevaban, se dieron la mano, sin alardes de fuerza, pero sí con firmeza.
Distintos caminos los habían llevado ante la misma puerta y allí estaban, enteros, sin miedos exagerados y dispuestos una vez más, como tantas veces a seguir adelante. Poseían ambos el mismo tipo de fuerza, que hacía que los motores que alimentaban, aún continuaran funcionando.
Por eso estaban en ese lugar. Delante de aquella puerta. La misma que ambos miraban en ese momento.
En esa puerta se podía leer claramente la siguiente leyenda:
                " DR Ignacio Perez. ONCÓLOGO"           
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Foto del autor VICTOR FARIAS
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Descripción

Un cuento que habla de nunca dejar de pelear, hasta el ltimo momento de la vida.

Palabras Clave: Lucha ancianos mirada firmeza viajeros.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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