El recuerdo más nítido
Publicado en Dec 07, 2012
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El recuerdo más nítido
 
El reloj del vestíbulo anunció que faltaban solamente dos horas para el gran baile de máscaras. Toda la sociedad inglesa asistiría, personalidades importantes y adineradas de la aristocracia estarían allí, por lo que era la oportunidad perfecta.
Habríamos de huir esta noche después del baile, ya que era el único sitio al que podíamos acudir ambos.
Había estado dispuesta a renunciar a mi hogar, a una vida repleta de lujos y comodidades, renunciar incluso a mi familia. Comprendía que al marcharme el nombre de mi familia estaría arruinado para siempre al igual que el mío, dejando tan solo un apellido marcado por la vergüenza y la deshonra; lo sabía, pero sabía también que era el único modo. Odiaba el hecho de defraudar a mis padres porque entendía que anhelaban lo mejor para mí, pero esta no era la vida que deseaba. No deseaba un matrimonio arreglado, ni una vida colmada de superficialidad e interminables bailes, simplemente pretendía una existencia feliz junto a la persona que amaba  y a la que había elegido para permanecer para siempre.
Esta noche escaparíamos si no hubiera descubierto algo que lo cambiaba todo, algo que me haría reconsiderar cada posibilidad nuevamente, algo totalmente inesperado. Estaba embarazada.
La idea de llevar un niño dentro de mí me parecía irreal pero así era. Lo había descubierto hacía exactamente dos semanas y desde ese momento supe que mi vida cambiaría para siempre. Un niño, fruto de un amor prohibido entre dos jóvenes de mundos totalmente distintos y al que la sociedad consideraría bastardo. Un niño, lo único que no había previsto y que me podía hacer cambiar de parecer.       
Miré mi reflejo en el espejo del tocador de mármol mientras las lágrimas rodaban por mis mejillas.
¿Qué haría ahora? No podía simplemente huir con un niño en mi vientre sin saber a donde me dirigía, sin tener un hogar y sin más dinero que lo necesario para mantenernos por un tiempo. No me había importado nada de esto cuando éramos solamente Matthew y yo, ambos sabíamos que no sería fácil pero mientras estuviéramos juntos nada más importaba. Sin embargo, ahora no se trataba solamente de nosotros, este niño lo cambiaba todo, haciéndolo aún más difícil y estaba segura que no sobreviviríamos.
No podía decírselo a mis padres, me mandarían a otro lugar con la excusa de “un viaje de estudios” y me harían abortar. La simple idea me aterraba, no podía quitármelo y fingir que nada había ocurrido. Era increíble lo mucho que podía amar a este niño sin ni siquiera conocerlo y quitármelo no era una opción.
Crucé los brazos sobre el mármol apoyando mi cabeza sobre ellos mientras una infinidad de pensamientos cruzaban por mi mente. Nunca me había sentido tan sola, nunca había tenido un secreto que no pudiera compartir con nadie. Esto era algo que solamente yo podría decidir.
Me quedé allí hasta el momento de partir hacia el baile, sintiéndome asustada y perdida.
Me incorporé secándome las lágrimas al tiempo que mi madre entraba a la habitación. Le dirigí una cálida sonrisa, intentado fingir que todo estaba bien.
Se encontraba hermosa, su vestido negro le sentaba a la perfección con su pálida piel y sus ojos color miel, haciéndola parecer más joven. Podíamos pasar perfectamente por hermanas.
Ven aquí, te lo pondré- dijo tomando el brillante antifaz dorado. Me lo colocó y luego soltó algunos mechones rubios del recogido, dejándolos caer sobre mi rostro.
Estás preciosa – afirmó mientras me dirigía una radiante sonrisa.
Contemplé mi reflejo por última vez y le sonreí, sin embargo, el entusiasmo no llegó a mis ojos. Observé detenidamente aquel vestido pensando que seguramente había costado una fortuna. Estaba bordado con finísimos y brillantes hilos dorados, combinando con el exuberante antifaz.
Dejamos mi habitación y nos encaminamos a la gran escalera de la entrada principal. Desde lo alto vislumbré a mi padre y a Scott Warren, mi prometido y el hombre con el que mi padre pretendía que me casara.
El Sr. Warren, hijo de uno de los hombres más adinerados de la ciudad, acrecentaría aún más la fortuna de nuestra familia y ascendería nuestra posición social.
Tenía tan solo veintidós años, era solamente cinco años mayor que yo y poseía ya gran parte de la ciudad.
Bajé lentamente cada peldaño tomada de la barandilla de hierro forjado, al llegar al pie de ésta Scott me tendió su mano. Se encontraba vestido con un traje de gala acorde a la ocasión y sujetaba su máscara negra con la mano izquierda. Su cabello castaño se encontraba más largo que desde la última vez que lo había visto, cayéndole algunos mechones sobre la frente y haciendo resaltar aún más sus ojos azules. Posé mi mano sobre la suya mientras descendía el último peldaño.
Srta. Howard – pronunció mi nombre a modo de saludo mientras me dirigía una cálida sonrisa.
Sr.Warren- contesté educadamente mientras le devolvía el gesto.
Scott nos acompañará esta noche - Continuó mi padre dirigiéndose a mi.
Asentí e intenté sonreír a pesar de que la idea no era de mi agrado.
Nos dirigimos al carruaje y marchamos hacia el palacio. El sendero de adoquines se hacía interminable y a medida que nos acercábamos los latidos de mi corazón se hacían más violentos.
Miré a  través del cristal del carruaje absorta en mis pensamientos. El tiempo se agotaba y aún no había decidido.
La oscuridad de la noche estaba únicamente alumbrada por una plateada luna, una luna llena. Recordé nuestro juramento y mi corazón dio un vuelco. Una lágrima se deslizó por mi traslúcida mejilla pero la sequé rápidamente con el dorso de mi mano y volví la vista hacia el interior del carruaje. En ese momento supe lo que debía hacer.
Cuando finalmente llegamos, la alegre melodía de violines y un piano nos envolvió, al igual que una tonalidad ambarina proporcionada por las luces de los candelabros de bronce. Me alegré de que mi vestido fuera dorado ya que me mezclaría rápido, haciendo que me perdieran de vista.
Recorrí  la vista por el gigantesco salón, deslumbrada por su magnificencia y por la exquisitez de aquellos tapices.
Saludé cortésmente a algunas personas y me escabullí sigilosamente esperando que no advirtieran mi ausencia.
Me dirigí a la parte trasera del palacio, hacia los jardines. Tomé mi vestido con ambas manos, levantándolo hasta los tobillos, respiré hondo y descendí la escalinata de piedra que me llevaría hacia ellos.
La brisa cálida de verano acarició mi rostro inundándome con la fragancia a césped recién cortado. Levanté la vista hacia el cielo y noté como unos nubarrones lo cubrían todo, pronto llovería.
Habíamos decidido encontrarnos frente a la fuente de mármol ubicada en el centro del gigantesco laberinto.
Seguí el sendero de piedra que me llevaría exactamente hacia ella.
Mi corazón se detuvo por un instante al divisarlo a lo lejos. Se encontraba de pie frente a la fuente con las manos en los bolsillos. Las antiguas farolas de hierro destilaban su luz dorada sobre él, haciendo que pareciese un retrato en sepia y haciéndolo aún más bello, si es que esto era posible. Su cabello rubio parecía aún más claro y su piel marfileña contrastaba perfectamente con sus profundos ojos verdes. Vestía un impecable traje de gala, pasando perfectamente por una persona adinerada. Me pregunté como lo había hecho, como había logrado entrar sin que nadie notara que no era de la nobleza.
-Hola, dije tímidamente.
-Hola, respondió mientras esbozaba esa angelical sonrisa que tanto amaba. Por un momento pensé que no vendrías, pero aquí estás, continuó mientras me abrazaba dulcemente.
Me rodeó con sus brazos y su fragancia me inundó haciéndome sentir segura y feliz. Y por un instante ya nada importó.
En ese momento supe que sería más difícil de lo que había imaginado. Me aparté suavemente de entre sus brazos con la mirada fija al suelo tratando de aclarar mis pensamientos.
-¿Qué ocurre? , preguntó preocupado tomando mi rostro por entre sus manos. No pude ni siquiera responderle ya que el nudo en la garganta me lo impedía.
-Sé que es difícil para ti pero todo estará bien, susurró mientras acariciaba mi mejilla.
-Lo prometo, dijo mirándome a los ojos. Sus profundos ojos color verde penetraron en los míos y en ese instante el mundo pareció detenerse.
No podía hacerlo, no podía dejarlo. Un sollozo se abrió paso en mi interior pero lo reprimí, tenía que ser fuerte.
Lo miré a los ojos tratando de buscar las palabras adecuadas.
-Algo ha cambiado y no iré contigo, contesté. Al decir esto las lágrimas comenzaron a acumularse en mis pestañas y a rodar por mi rostro.
-No lo entiendo, respondió mientras la tristeza se plasmaba en su rostro.
-Simplemente me he dado cuenta de que es una locura, dije con voz entrecortada.
- Lo sé, lo es, pero es el único modo de estar juntos, replicó. Sé que será difícil, puede que no tengamos una vida llena de lujos como la que tienes ahora pero trabajaré duro para que no nos falte nada. Sabes que haría cualquier cosa por ti, daría mi vida si fuera necesario.
- No entiendes…no podemos estar juntos somos demasiado distintos, mentí. No podía decirle que llevaba un niño suyo en mi vientre. Sabía que era demasiado orgulloso y nunca permitiría que me casara con otro para poder darle a este niño una vida mejor, una vida que él nunca podría darle.
Lo miré tratando de que entendiera lo que decía pero al ver la tristeza y la desilusión en sus ojos desvié la mirada.
Sin volver a mirarlo continué:
- No tienes idea de lo difícil que es esto para mí, créeme no lo haría si no estuviera segura que es lo mejor para todos. Puede que ahora no lo entiendas pero con el tiempo lo harás, al igual que lo he hecho yo. Iba a continuar hablando pero Matthew elevó la voz interrumpiéndome:
-¡¿Lo mejor para todos?! ¡Esto es lo mejor para ti!, gritó. Nunca me había mirado así. Su mirada tierna ahora se encontraba fría como el hielo.
-No pensé que nuestras diferencias sociales fueran un problema para ti, masculló con voz áspera. Pensé que eras diferente, pensé que me amabas lo suficiente para no importarte nada de eso.
-Púes bien, si así es, ve y cásate con Scott Warren, dijo mirándome inexpresivo. Quedé espantada al oír la entonación de su voz y sus palabras continuaron repitiéndose en mi mente por largo rato.
Lo miré suplicante mientras sollozaba sin refutar lo que había dicho. Sabía que nada de eso era cierto, lo amaba más que todo y no me importaba que fuéramos de clases distintas; pero si la única forma de que entendiera que no podíamos estar juntos era hacerlo pensar eso, lo haría.
-De cierta forma siempre supe que merecías a un hombre mejor, a alguien que te pudiera dar lo que yo no nunca podré, pero luego me mentía a mi mismo pensando que si trabajaba duro lo podría conseguir, porque el simple hecho de perderte me aterraba, añadió con la mirada clavada al suelo.
Dicho esto, el silencio se intensificó a nuestro alrededor.
Jamás habría imaginado que acabaríamos de esa forma, porque la posibilidad de alejarme de él me había parecido imposible. Hubo un momento en que levantó la cabeza y pude ver como las lágrimas bañaban su rostro de niño.
Nuestras miradas se encontraron por un instante que me pareció eterno y al hacerlo pude sentir como mi corazón se hacía añicos, rompiéndose en mil trozos. Vacilé un momento antes de dejar atrás los pasos que nos separaban y echarme en sus brazos. Estos me rodearon fuertemente. En ese preciso instante se escuchó un estruendo, el cual fue seguido por una fuerte llovizna que se desprendió sobre nosotros.
El abrazó se prolongó más de lo que esperaba. Permanecimos allí bajo la lluvia mientras las lágrimas de ambos se confundían con el agua de esta.
-Sé que no entiendes las razones de esta decisión pero tienes que saber que me haz dado algo hermoso que siempre llevaré conmigo y que el recuerdo de nuestro amor va a permanecer para siempre en mí, sin importar el tiempo que pase. Tienes que saber también que nunca romperé nuestro juramento.
-Te amo, susurré en un hilo de voz apenas audible, siempre lo he hecho y siempre lo haré y eso nunca cambiará.
-Tengo que irme, agregué entre sollozos mientras trataba de soltarme de entre sus brazos. Sabía que si permanecía un segundo más allí no podría irme jamás.
Me apresuré hacia la gran escalinata pero volví la vista hacia atrás con la esperanza de verlo una última vez. Al hacerlo su mirada se me clavó en el corazón como la hoja de una navaja.
Sabía que esa imagen quedaría por siempre en mi memoria. Tomé mi vestido y corrí lo más rápido que pude sin mirar atrás. Al llegar a la gran escalera caí en cuclillas dejando que todo mi mundo se desplomara. Permanecí allí hasta que mi madre me encontró. Se veía muy preocupada ya que me habían estado buscando por horas, me disculpé y mentí diciendo que me había perdido en el laberinto.
Volvimos a casa y mientras lo hacíamos pensaba que desde ese momento la vida que habíamos planeado había quedado atrás, al igual que todas las promesas y las ilusiones. Ahora lo único que tenía era este niño, el cual sería el recuerdo más nítido de nuestro amor.
Han transcurrido cinco años desde la noche del baile de máscaras. Aún hoy pienso en aquella noche, pienso en lo que hubiera ocurrido si mi decisión hubiera sido otra y en lo distinta que habría de ser mi vida.
El niño que llevaba en mi vientre resultó ser una hermosa niña a la que decidí llamar Isabella. Ese era el nombre que habíamos decidido con Matthew si teníamos una niña.
Una semana después del baile me casé con Scott, es un buen hombre y ama a Isabella. La adora.
Isabella se parece mucho a Matthew; posee su mismo carácter hiperactivo y su rostro es igual de bello aunque con facciones más delicadas.
Su largo cabello rubio le cae con natural belleza sobre la espalda contrastando con su vestidito de gamuza azul, haciéndola parecer aún más a una muñequita de porcelana. Me recuerda a él a cada instante, en cada mirada y en cada sonrisa. Posee su misma sonrisa traviesa y sus profundos ojos verdes son exactamente iguales a los de él.
Ahora mientras la contemplo pintar con sus pequeñitos dedos sobre el blanco lienzo de su caballete de madera, sé que tomé la decisión correcta.
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Foto del autor Valeria Fernández Goñi
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Descripción

Un amor prohibido, un giro inesperado y una desición que lo cambiará todo...

Palabras Clave: Amor dolor y sacrificio

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (2)add comment
menos espacio | mas espacio

Valeria Fernndez Goi

Muchas gracias por las palabras de aliento, de verdad lo aprecio.
Responder
December 13, 2012
 

Estefany

bajo tus hermosisimas palabras, podemos encontrar características esenciales de la sociedad aristocrática. te aliento a que continúes escribiendo y que NUNCA dejes de creer en tus sueños. Vas a volar alto Valeria.
Responder
December 09, 2012
 

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