Y caminamos inmersos en nuestro propio mutismo, apenas conscientes de hacia donde vamos.  Soles sofocantes convergen sobre nuestras cabezas día tras día, pues poco varía aquella estrella, y es casi nada, casi nada o demasiado lo que ha cambiado desde el origen:
Desde el comienzo, cuando era este un mundo mas joven.
Aun cuando las épocas han trascendido, una parte de nosotros continua en antaño, algo de aquel espíritu, permanece dormido en cada fibra de nuestro ser.
El hombre es tan maleable como la tierra de donde aseguran que procede, el enigma y la fertilidad en cada pequeña vida latente.
El instinto de un animal, la precisión y la eficacia de una maquina, exacta aunque imperfecta. Hay una determinación casi salvaje en nuestra motivación. Y nuestras decisiones  siempre en torno a la consciencia, girando como engranajes, siguiendo un patrón, escribiendo un código:
  Definiendo quien o que somos…
Pero esencialmente hemos mantenido cualidades y defectos, igualdades y similitudes, tan distantes y cercanas entre si como lo son; la proximidad y el infinito.
Necesidades, sentimientos, miedos y deseos envueltos en una piel humana. Eso es realmente lo que somos, siempre en distinta proporción.
Hoy respiramos un aire más viciado, grandes  edificios, han remplazado a las sencillas, pero imponentes construcciones de piedra. , veloces automóviles han sustituido a los carruajes errantes por los caminos de tierra. Lo natural pierde cada vez más terreno a manos de  lo artificial, de lo sintético.
El mundo gira a un ritmo diferente, las emociones no, sentimientos y pasiones, noblezas y bajezas, las mismas alegrías y las mismas tribulaciones.
En eso el hombre casi no ha cambiado, y no creo que lo haga, la humanidad seguirá manteniendo esa condición. Al nacer, al morir, y al volver a nacer:
Porque así es como siempre ha sido con el correr de los siglos.