Desastre
Publicado en Dec 11, 2012
-...Estas tratando de evitarlo ahora-completó mi frase Kate luego de que no me atreviera a completar la oración. No podía, dolía demasiado.
-Algo así. -¿Algo así?-bufó sarcástica- ¿Crees que es siquiera lógico? Le haces daño, y luego le evitas porque te sientes culpable. No sólo eres inmadura... ¡Estás simplemente, mal de la cabeza! -¿No me dices que no puedo hacer nada? -Yo creo que no se puede hacer nada. Deja de sentirte culpable Ya pasó, el te dijo algo que te hirió y tu le callaste, y le heriste sin saber. -¿Dejar de sentir? A ver, explícame Kate, como rayos se hace eso. Porque lo intento, sí, lo intento todo el día, pero su cara no sale de mi cabeza. Recuerdo exactamente lo que le dije, cada cosa, incluso la pequeña pausa que hice antes de repetir la oración... a cada momento, en cada punto de mi vida. Y quiero llorar, lanzar las cosas, golpearme, correr, huir de mí misma. Pero no puedo, porque lo he hecho, la cagué toda. O como sea que se diga. Probablemente el me odie. O ya me haya perdonado porque es una persona muy buena, o simplemente lo haya ignorado porque soy una persona más. No le importo, es decir, no soy nadie importante para él. Y me duele, mucho. Aquí dentro hay algo que evita que respire, Kate. Y no puedo más con esto. Yo solo...-me detuve. Lo había dicho con los detalles exactos que nadaban en mi ser. Había vomitado todo lo que tenía adentro e incluso me sentía como si ciertamente lo hubiera hecho: mareada, pero ya mejor porque lo había expulsado todo. Ella me miró confusa, y le vi hacer círculos en sus sienes, pensando.No había mucho que pensar, lo había pensando todo yo. Se lo había dado masticado, tan solo para que lo tragase. Porque yo no podía tragarlo. -Annie-suspiró- ¿Tú solo qué? -Yo sólo... -Tú solo estas enamorada, Annie-musitó- Y lo más triste es que no quieres admitirlo. Porque lo que pasó fue solo tu nerviosismo ganándote. Porque es así como te comportas cuando estás con él. Sé que no crees en estás cosas pero...-tocó el puente de su nariz ligeramente, pero volvió a su posición erguida con la misma rápidez en el que sus dedos se posaron entre sus cejas. -¿Pero qué?-le dije, mientras le imitaba y tocaba mi cara. Húmeda contra mis deseos.-¿Qué, Kate? ¡Qué! -Estás estás enamorada de él. Y lo has perdido, eso es lo que te duele.
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