Luz Celeste (Novela - Cómic - Guión Cine) -97-
Publicado en Dec 15, 2012
Cafetería de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid...
- Antes de que te vayas al aula quiero pedirte que me hagas un favor, Carmen... - ¡Ah, no! ¡De eso nada! Ya sabía yo que todo esto tenía trampa. - Ni trampa ni cartón, Carmen... ¡no te estoy pidiendo que me beses como si fuéramos dos enamorados! - No se moleste conmigo, Don Ángel, pero siempre es mejor prevenir antes que lamentarse. - ¿También lo has aprendido eso en la selva? - ¿Insinúa que hubo algún beso de enamorado entre Jota Jota y yo? - Yo no insinúo ni condeno nada. Sería los más normal. - Pues no hubo ni tan siquiera un beso de simple amistad. - No lo entiendo... ¿fuiste capaz de no darle ni un beso de simple amistad? - En realidad fue él el que no quiso... - Dejemos ya eso en el pasado... - Pero yo no puedo dejar en el pasado algo que no sucedió. - Está bien, Carmen, no empieces a ponerte a la defensiva conmigo. - Lo que sucede es que una buena defensiva es el mejor ataque. - Pero yo no quiero volver a pelear contigo. - Entonces... ¿a qué favor se está refiriendo? - Quiero empezar a probar cómo eres escribiendo ya como una verdadera profesional. - Tendrá que esperar a que termine la carrera... ahora sólo sigo siendo una estudiante que tiene mucho que aprender. - Y yo insisto en que tienes ya suficientes capacidades. - Dígame entonces qué tengo qué hacer. - Como te conté antes, llevo tiempo escribiendo un Ensayo sobre la Envidia. - Siga. Eso ya lo sé. - Lo que quiero hacer es una Introducción al Tema. - ¿Y no es usted capaz de hacerlo? - Soy capaz de hacer eso y mucho más... pero quiero que dicha Introducción no sea mía... así que he pensado que tú la podrías muy bien hacer. - ¿Cree que tengo suficiente capacidad para hacerlo y que quede a la altura de su Ensayo de Gran Intelectual? - Por supuesto que sí. - Lástima que no tenga usted aquí un cuaderno para apuntar. - Te equivocas, Carmen, porque siempre llevo una libreta de apuntes en el bolsillo interior de mi americana. -Entonces vaya escribiendo según le dicto. El Decano José Ángel de Benito y de Beneyto saca su libreta de apuntes y su bolígrafo. - Ya puedes empezar, Carmen. - ¿Me permite, antes de eso, poder terminar de beber mi café con leche? - De acuerdo. Es justo. Se te puede enfriar demasiado. - Es para activar mi memoria. - ¿El café con leche activa la memoria? - Sí. Lo aprendí de Jota Jota. Carmen termina de beber y comienza a hablar. - Anote y procure no tener faltas de ortografía. - No te preocupes. Puedo afinar el estilo después cuando llegue a casa. - No sé si le va a gustar el estilo pero... que sea lo que Dios quiera... - Veo que citas mucho a Dios... ¿también tú eres creyente? - Tan cristiana como cristiano es usted. - Entonces... ¡adelante!... - Uno de los problemas emocionales más frecuentes, la envidia, suele definirse como la tristeza por el bien ajeno; un sentimiento desagradable que se produce al percibir en otro u otros algo que se desea y que dificulta el desarrollo del que lo sufre y sus relaciones con los demás. Se mezclan emociones de naturaleza contradictoria, como por ejemplo, el deseo de tener lo que otro u otros tienen, la admiración por lo que otro u otros han conseguido, el dolor por no tenerlo, la indignación por considerar injusta la diferencia que se observa o la incertidumbre por no entender a qué se deben las diferencias que producen la envidia. La envidia se produce como consecuencia de dos tendencias que llevan al envidioso a desear lo que no tiene y a compararse con los demás. La naturaleza destructiva de la envidia, que permite diferenciarla de la envidia sana, se refleja en que la primera origina malestar emocional, sentimiento que en lugar de ayudar a superarla dificulta tremendamente esa superación. El envidioso es incapaz de ponerse en el lugar del envidiado o los envidiados, para poder comprender su situación. El envidioso no sabe lo que es la empatía. ¿Qué significa sentir empatía hacia alguien?. Significa sentir lo que siente el otro o los otros. Y es la base de la comprensión y la solidaridad. La envidia origina una serie de reacciones negativas y unos trastornos mentales que pueden hacer que el envidioso se aísle de los demás y tenga serias dificultades para relacionarse adecuadamente. Entre los valores más envidiados suelen encontrarse el prestigio, el reconocimiento público, el estatus ocupacional, la fama, el dinero, el poder o los símbolos espirituales y las posesiones materiales. La envidia es una grave enfermedad psicológica que no deja vivir al envidioso que intenta no dejar, por eso, vivir a los demás. Para lograr desprenderse de la envidia, sobre todo a ciertas edades ya avanzadas, es necesario acudir a la asesoría de los psicólogos o a centros de prevención de salud especializados en trastornos mentales. - Muy bueno, Carmen... me parece interesante como Introducción al Tema. - Espere, Don Ángel, que todavía tengo más... - No te pedía tanto pero sí... todavía es un poco corto para servirme de Introducción. Si me aportas algo más... ¡excelente entonces!... - Como la excelencia debe buscarse siempre sigo buscando en mi memoria... - Está bien. Sigue. - La envidia es consecuencia de dos procesos psicológicos necesarios para el desarrollo de los seres humanos: el deseo y la comparación. Para prevenir la envidia no se pueden suprimir dichos procesos, sino que deben controlarse sus efectos. El envidioso es un enfermo mental que no consigue mantener ese equilibrio. Para que los dos procesos mencionados produzcan una lucidez sana, es necesario desarrollar habilidades que ayuden a comprender lo que se siente y por qué se siente, convertir el malestar emocional producido por la envidia en un motor para conseguir lo que uno desea tener, y controlar la hostilidad que dicha situación de envidia puede generar, evitando que se deterioren las relaciones con los demás. El envidioso que quiere curarse de esa enfermedad (como ocurre con todas las enfermedades mentales) debe ser consciente, primeramente, de que es una enfermedad que puede curarse sólo cuando él asume que la padece. El problema inicial, por tanto, es que el envidioso quiera dejar de serlo. La envidia es incompatible con la empatía, que desempeña un papel importante en el desarrollo sano de la personalidad humana para la comprensión de uno mismo y de los demás. Para prevenir la envidia es importante tratar de estimular la empatía y, a través de ella, la capacidad para ponerse en el lugar del otro o de los otros. La envidia se produce siempre en situaciones vividas como una amenaza. El envidioso cree que todos los demás son sus enemigos. Por eso, para prevenir la envidia es preciso favorecer la confianza básica en uno mismo (el envidioso siempre es un ser con baja autoestima y con complejo de inferioridad) y con los demás (el envidioso nunca acepta los éxitos de los otros). Es necesario, para curarse de la envidia, desarrollar expectativas y modelos positivos sobre las relaciones sociales ya que el envidioso siempre está dispuesto a rechazar dichas buenas relaciones y suele recurrir a los insultos porque carece de fundamentos para entender que los demás no tienen la culpa de su enfermedad. Por eso, una de las terapias que usan los psicólogos para curar al envidioso, es trabajar con él para que pueda adquirir habilidades con las que poder responder beneficiosamente a su tensión emocional (porque el envidioso no puede vivir en paz ya que siempre está en alteración nerviosa y eso afecta a su espíritu y le hace un ser amargado). La envidia es incluso más dañina que los celos (envidiosos y celosos están incluidos en cuadros psiquiátricos muy parecidos). Uno de los mejores remedios contra la envidia es aprender a afrontar las situaciones de éxito y de fracaso siempre con optimismo, centrando la atención en los aspectos positivos de la realidad. La envidia se produce casi siempre hacia personas que ocupan posiciones superiores dentro de una relativa cercanía (porque el envidioso se enferma al querer competir contra los demás). Cuando se establecen relaciones de cierta igualdad los envidiosos, al no tener éxito en sus ansiedades, convierten esa igualdad en una desigualdad (asimétrica) y pasan a ocupar una posición de inferioridad (de ahí sus complejos) que no aceptan aunque sea evidente. Por eso, para prevenir la envidia es preciso establecer desde la infancia relaciones adecuadas con los iguales. El problema de la envidia es que si no se la vence en la infancia después amarga la existencia de quien la sufre y cuando más avanza la edad más daña la mente y el cerebro. Por eso es una enfermedad del alma y de la mente. Para prevenir la envidia se debe aprender a relativizar las diferencias sociales (los envidiosos sólo absolutizan todo y no saben relativizar la vida) y adquirir habilidades para elegir adecuadamente con quién, cómo y cuándo compararse, para evitar que dicha comparación tenga efectos destructivos y evitar convertirse en un humano con sentimiento de inferioridad. Insisto en que cuando la envidia ya está muy desarrollada (por ejemplo en hombres que han superado los 50 años de edad) es necesario ponerse en manos de expertos psicólogos o acudir a centros especializados en salud mental. La envidia es curable pero sólo cuando el envidioso es consciente de que padece de esa enfermedad. - ¡Muy bueno! Lo tengo todo. ¿Ves cómo puedes conseguirlo? - ¿Está usted seguro de lo que me dice, Don Ángel? - Totalmente seguro. - Pues todavía no he terminado si usted me lo permite. - Permiso concedido. ¿Qué más? Es una Introducción muy valiosa, válida e inteligente. - ¿Y por qué no adorna esta Introducción con algunos pensamientos sobre la envidia? - ¿También tienes pensamientos sobre la envidia? - Sí. Recuerdo unos pocos. Voy a citarlos a ver si le interesan. - Espera un momento a que yo también termine mi café con leche. - Puedo esperar todo el tiempo del mundo. - ¿No es demasiado todo el tiempo del mundo? - Me remito a lo que dijo usted de que demasiado siempre es muy poco. - Veo y observo que tienes una memoria excelente. - Más de la que usted se imagina. Apunte por ejemplo el siguiente. - Espera... espera a que yo termine mi café... - Por supuesto. Sé que tengo que esperar y he aprendido a tener que esperar. El Decano termina su desayuno. - Ya estoy preparado. - Son solamente dos sencillos y muy breves pensamientos que los podría usted situar dentale de la Introducción como dos citas de entradillas. - De acuerdo. Así lo haré. - Apunte la primera: Es la envidia la que destruye el alma de los seres humanos... - Muy buena cita. ¿Y la segunda? - Apunte usted la segunda: Vivir siempre envidiando es vivir siempre muriendo... - ¡Lo sabia, joder, lo sabía!. Perdona la expresión, Carmen, pero estaba seguro de que eras capaz. - Pues le voy a decepcionar por completo, Señor Decano, le voy a decepcionar por completo. - ¡Nada de eso!. ¡Para empezar mi Ensayo sobre la Envidia empezaré por esas dos breves pero muy sabias citas y por esa Introducción tuya que me parece maravillosa porque todos la podrán comprender cuando la lean! - ¡Ahí es dónde le voy a decepcionar por completo! - ¿No estás de acuerdo en que son magníficas reflexiones? - Sí. Estoy de acuerdo en que son magníficas reflexiones. - Entonces... ¿dónde está mi decepción? No sólo no estoy decepcionado sino que te admiro. - Estoy segura de que dejará de admirarme cuando le cuente la verdad. - ¿La verdad? ¿Qué verdad? ¿No estás de acuerdo en que son magníficas aportaciones a mi Ensayo? - Sé que son magníficas aportaciones iniciales a su Ensayo. - Entonces no seas tan modesta. La modestia se acaba donde la inteligencia comienza. - Por eso le voy a decepcionar. - No entiendo nada. - Tengo que confesarle que ni las dos citas ni la reflexión son mías. - ¿Las has plagiado? - Sólo necesita usted conocer que son de Jota Jota. Y ahora que ha llegado el final de todo esto... me voy porque va a empezar la clase de Religión y voy a ver si aprendo algo de principios éticos y formas de comportamiento para no pecar demasiado. En fin. Ya ha visto usted que no soy lo que usted creía que yo era. El Decano se queda completamente callado y pensativo. - Ya. Ya sé que le he resultado un fraude así que deje ya de buscarme para convertirme en una verdadera perioidista. No sé ni por qué sigo estudiando esta carrera. Como dije antes quizás me sirva para ser churrera. - Espera, Carmen... no te vayas todavía... - Es que ya comienza la clase de Religión y tengo que acudir sin falta porque, como ve, soy una pecadora. - ¡Déjate de tonterías, Carmen! Es mucho más importante para mí hablar contigo que el que faltes a una de esas aburridas y deprimentes clases de Religión. - ¿Para decirme que sólo soy una fracasada? - Escucha. A veces se sufre cuando quieres escribir bien intentando llegar a escribir mejor. Es ley de vida. Yo, siendo todavía un niño, era el mejor escritor del colegio público donde estudiaba. Mis redacciones superaban a las redacciones de todos mis compañeros en todos los sentidos... pero un dia gris, de lluvia tras los cristales, no me encontraba con ganas de hacer ningún esfuerzo... así que copié la redacción de un compañero que era el as de la clase en las demás materias. Recuerdo que se llamaba Vicente y era buena gente. Cuando el profesor descubrió que las dos redacciones eran totalmente iguales al que acusó de plagio, delante de todos los compañeros, fue a Vicente. El plagiador había sido yo y como todos sabían que era el mejor escritor de la clase, todos le acusaron a ese tal Vicente. ¿Qué dices a esto? - Escuche bien, Don Ángel, lo único que sé ahora y que me decepciona por completo no es saber que usted plagió una vez siendo solamente un niño sino que, parodiando a William Shakespeare, esto es, para mí, el final del sueño de una noche de verano. ¡Se acabó el sueño! Ahora voy a clase de Religión a ver si aprendo algo importante sobre la ética del comportamiento de una periodista que ha dejado de ser la favorita del Decano de la Facultad. Me parece que estoy siendo honrada y hasta honesta... - Carmen, si te postran diez veces te levantas otras diez, otras cien, otras quientas; no han de ser tus caídas tan violentas ni, por ley, han de ser tantas. - ¡Muy bueno, Señor Decano! ¡No le aplaudo en público no vaya a ser que todos los aquí presentes me llaman pelota o buscona! ¿Me entiende? Le elogio su genialidad escribiendo poesía pero ya no puedo volver a empezar ni quiero levantarme otras diez, otras cien ni otras quinientas. Yo no puedo jamás llegar a escribir un poema como ese. - Pues te voy a decepcionar ahora yo a ti porque ese poema no es mío sino de un poeta argentino que se llamó Pedro Bonifacio Palacios y que se apodaba "Almafuerte" - Pues no me extraña que llamándose Bonifacio eligiera llamarse "Almafuerte" si yo me llamara Carmen Bonifacia Cuevas desde luego que me pondría algún apodo como, por ejemplo, "Ermelinda". - Veo que sigues teniendo buen humor. - Es lo único que queda ya de mi persona. Qizás deje el Periodismo y me dedique a ser la brujita Ermelinda o, tal vez, sólo una payasa a la cual todos insultan porque sólo sirvo para hacer reír. - ¡Espera, por favor, espera! ¿Qué opinas al saber que yo no seré nunca jamás un poeta ni bueno ni malo porque jamás seré como "Almafuerte"? - No tengo por qué criticarle por eso. Además, lo hacen muchos cuando pretenden conquistar a una chica. - Pero yo no lo he hecho para conquistarte sino para convencerte. - ¿Y no es lo mismo querer conquistar que querer convencer? - No es lo mismo. Lo más difícil no es intentar ser mejor que otro o mejor que otra; lo más difícil es ser mejor contra uno mismo o contra una misma. Lo más importante no es trabajar con el otro o con la otra que escribe mejor. Quizás esto te haga pensar que la grandeza de un periodista o la grandeza de una periodista no consiste en ser quien mejor escribe sino quien mejor transmite lo que escribe. - Escuche bien, Don Ángel. El asunto, en realidad, es que usted es un ángel y yo sólo soy como Dios manda porque ni soy un ángel ni me parezco en nada a un ángel. ¿Me comprende ahora, Don Ángel? - En la vida de todo periodista y todo escritor o escritora hay tiempos muertos, Carmen... y cuando llegan esos tiempos muertos es cuando tenemos que saber levantarnos y demostrar que estamos vivos. ¿Qué opinas si te digo que se cree que el genial Shakespeare también tenía unos anónimos amigos que le escribían algunas obras que luego él sólo se limitaba a firmarlas como suyas? Y eso que era un genio. - Pero Jota Jota nunca haría eso porque no es, precisamente, Shakespeare. - Supongo que es muy difícil ser como Shakespeare. - Lo que le estoy diciendo es que Jota Jota es muy superior a Shakespeare... pero que muy superior... porque Jota Jota no necesita, para nada, escribir como escribía Shakespeare o como otros escribían para que Shakespeare sólo pusiese la firma. - Pues tú puedes ser como Jota Jota. - Imposible que yo sea alguna vez como Jota Jota. - Es cierto. Corrijo. Tú no puedes ser como Jota Jota pero puesdes ser como Carmen Vergara Ordóñez. - Trabajando al lado de Él ya me he dado suficiente cuenta como para tener que soportar que usted me lo diga. - Estoy diciendo que siendo tú misma puedes triunfar y tener un éxito enorme. - Eso es pedir peras al olmo o pedir aceitunas a un vendedor de colchones. Imposible. - ¿Existe lo imposible o creemos que existe lo imposible? - ¿Es que hay alguna diferencia entre ambas cosas? - Escucha. Que pierdas una clase de Religión no es tan importante porque no te va a hacer ni más buena persona ni más mala persona. Ahora te es mucho más importante poder reflexionar sobre tus actitudes que escuchar teorías sobre tus comportamientos. - ¡Ah! ¡Si! ¡La ética del periodista otra vez ataca de nuevo! ¡Seguro que usted sabe mucho más de la ética que todo un concilio de cardenales o toda una comunidad de monjas de clausura! Yo, sin embargo, no podré olvidar jamás lo que me dijo Jota Jota sobre la ética... - Espera... espera, Carmen... ¿Jota Jota te dijo algo sobre la famosa ética? Seguramente descubrió que no eras tal como hacías creer. - Se equivoca. No me dirigió ningún sermón acusatorio. ¿Quiere saber lo que me dijo? - Quizás hasta sea interesante... - Tal vez para un Don Ángel como usted no lo sea. Él ya está acostumbrado a que los grandes ángeles de la comunicación social como usted y los que dirigen los periódicos y las revistas crean que no es nada interesante y se burlen de lo que escribe. Pero no le importa en absoluto. Por eso para mí si fue verdaderamente interesante. - ¿Y por qué dices eso? - Porque conozco la clase de soberbios que dirigen los medios de comunicación de masas. Por eso Jota Jota solamente sonríe. ¿Sabe por qué solamente sonríe Jota Jota ante los soberbios ángeles que dirigen los medios de comunicación de masas? - Escucho con total atención. - Lo mejor es repetirle a usted lo que me dijo a mí. - Entonces, repite, por favor. - A lo peor se arrepiente usted por querer escucharlo. - Ese es el riesgo y lo asumo. - Entonces, escuche bien, Don Ángel de la Comunicación Social de Masas: Nunca me duelen las yemas de los dedos cuando escribo, porque lo hago en base a mis propios Principios y he determinado no renunciar a ellos. Todos tenemos Principios aunque algunos digan que es sólo el puro azar. No es cierto. Algunos plantean todavía cuestiones ya superadas hace muchos siglos, pero cada cual recoge, al final, lo que siembra con sus sueños. Es más importante ser factible que desaparecer en las nieblas de las dudas. No. Yo no deseo dudar de lo que sueño. En medio de este mundanal ruido de proclamas y consignas hay quienes nadamos hacia la costa de lo sensible. Allí es donde nos esperan las que nos aman, las que no han perdido las esperanzas y las que siguen siendo nobles. Además... ¿qué sentido tendría escribir de sueños si estos no fuesen posibles?. No estaríamos en este nuestro mundo sino en el mundo de los otros, los que desean, a toda costa, hacernos comulgar con ruedas de molinos. Los molinos están bien para quienes quieren perder el tiempo en debates sobre si Don Quijote venció o fue derribado para siempre. Yo no entro en esas cuestiones porque no cuestiono mis criterios propios. Defiendo mi libertad de soñar despierto. Defiendo, por eso mismo, las libertades de quienes piensan de forma simétrica y no asimétrica. Si la vida, para mí, es una simetría compuesta de realidad y sueño realista no voy ahora, a estas alturas, a claudicar ante el hecho de que haya otros que indiquen cuestiones opuestas. Está bien que debatan sus susceptibles puntos de vista pero a mí no me duelen las yemas de los dedos al escribir lo que fui, lo que soy y lo que deseo llegar a ser. Si repitiera una vez más mi existencia, una vez más estaría conforme con ella. Por eso es falso que haya quienes me digan que soy inconformista. No. No es cuestión de incoformismo sino de tener fe en esos Principios. Y en cuanto a Principios no tengo la menor duda de que existen esos milagros que otros no saben cómo explicar. Al principio era inconcluso. Es cierto. Pero también es cierto que concluyo llegando al punto de vista de que soy quien Dios quiere que sea. Eso es, para mí, lo importante y no las patéticas propuestas de quienes dudan de todo lo bueno que existe en la Creación Divina. Si alguien escribió, como es cierto, la Comedia Divina... yo sólo sé que puedo estar totalmente convencido del Milagro de la Transformación. No me preocupan quienes no me entienden. Me basta con saber que hay algunos y algunas que saben de lo que hablo. No. No es que esté despreciando opiniones ajenas. Es, simplemente, que mis opiniones se basan en mis propios criterios pero ¿qué son mis propios criterios?. Me lo he preguntado muchas veces y no me duelen las yemas de los dedos cuando escribo que mi propio criterio es el que sé, con total certeza, que Jesucristo me ordena escribir como me enseña el Espíritu y a tener Fe en lo que Él promete. No me duelen las yemas de los dedos porque sé que es cierto y verdadero. Que, más allá de lo que me critiquen o me ofendan por parecer tan ingenuo, está la Verdad madura y real de los Milagros de la Transformación. Y cuando hablo de ello dejo de ser mi yo pero no dejo de tener mi propio criterio. Esa es la Razón a la que subordino mi lenguaje. Esa es la Razón a la que aplico mi sueño. Esa es la Razón que entiendo con plena claridad en medio de las oscuridades ciudadanas. Y es es la Razón por la cual sigo en pie con el corazón latiendo en esa Fe, en esa Creencia, en ese Espíritu y en esa labor transformadora del Tiempo que nos vuelve a hacer tan reconocibles como fuimos. Muchos dirán que no me entienden y muchos lo dirán falseando para hacer dudar. No. Jamás dudaré ni un instante de todo ello. A mí no me interesa debatir cuestiones ideológicas sean de la clase que sea. No me interesa debatir sobre ideologías sociales, políticas y religiosas. Respeto. Basándome en el respeto a los demás yo sólo sigo el camino de ese Milagro de la Transformación. Y por eso no me duelen jamás las yemas de los dedos cuando escribo. Es mi obligación dictarme a mí mismo mi criterio propio y, en medio de este mundo de dudas y de cuestionamientos, ni dudo ni cuestiono ese Principio del Milagro de Jesucristo. En realidad, respetar a los demás no es seguir a los demás. Respetar a lo demás puede ser valioso... pero lo válido es respetarse a uno mismo y seguir ese Camino, esa Verdad y esa Vida llamada Jesucristo. Hasta luego. Ya sabéis que no me duelen las yemas de los dedos cuando de escribir con el criterio cristiano se trata. Lo demás, para mí, ya no existe. El Decano de la Facultad se queda mudo... - ¿Tiene o no tiene usted palabras para rebatirle? Veo que ha perdido la palabra, Gran Orador... - Esto... es que escribe como los ángeles. - Ya lo sabía yo y lo sabía Él. Quizás sea por eso por lo que ustedes, los ángeles de la comunciación social de masas, digan que es impublicable lo que escribe. - ¡No puede ser cierto que le hayan rechazado! - ¿Y por qué le extraña tanto que le hayan rechazado los directores de los grandes periódicos y las grandes revistas de España? ¿No hablábamos antes de la envidia? - Es que no sé que decir... - Pues entonces escuche esto otro a ver si tiene algo que decir después: Somos pequeños días prendidos en una especie de esperanza sideral, pequeños días embarcados en el viaje milenario de muchos ocultos sueños, pequeños días compuestos de horas enhebradas en el telar de los propósitos, pequeños días envueltos en emociones y palabras, pequeños días de hambre y sed de sentimiento, pequeños días… sólo pequeños días de ilusión en esta época, en esta generación, en este tiempo en que tan necesitados estamos de una mayor concurrencia hacia la esperanza. La esperanza de que todos los humanos nos consideremos un continuo fluir de las pasiones hacia la estética del bienestar. Reflexiones para el alma en estas horas en que tenemos, como inmediata necesidad, hacernos verdaderamente tiempo de pequeños días inmersos en la continua evolución de lo humano. 24 pequeñas horas de salvación o naufragio, de victoria o derrota, de llanto o de alegría, de tristeza o felicidad… de quedarnos quietos o llegar muy lejos… 24 pequeñas horas para el continuo o discontinuo amor o para el desamor continuo o discontinuo. El poeta Cummings decía: “No ser nadie más sino tú mismo, en un mundo que está haciendo lo posible, día y noche, para hacer que tú seas alguien distinto, significa luchar la más dura batalla que cualquier ser humano puede enfrentar, y nunca dejar de luchar”. Jane Wagner confesó que “Toda mi vida he querido ser alguien, pero ahora veo que debía haber sido más específica”. Y Luciano de Crescenzo escribió: “Cada uno de nosotros somos ángeles con una sola ala, y sólo podemos volar cuando nos abrazamos a otro”. Dentro de veinte años estarás más desengañado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste. Así que suelta las cuerdas de tus velas. Navega lejos del puerto seguro. Atrapa los vientos favorables en tu velamen. Explora. Sueña. Descubre. Haberse empeñado, haber hecho un esfuerzo, haber sido fiel a ciertos detalles… por sí solo vale la pena la lucha. Decía sir Wilson Osler que “estamos aquí para añadirle a la vida lo que podamos, no para obtener de ella lo que podamos”. Y William Arthur Ward señaló “Somos más que lo que hacemos… mucho más que nuestros logros… mucho más aún que lo que poseemos”. Henry Van Dike dijo que “el tiempo es muy lento para aquellos que esperan, muy veloz para aquellos que temen, muy largo para aquellos que sufren, muy corto para aquellos que se alegran pero, para quienes aman, el tiempo es eternidad”. La seguridad es una superstición. Evitar el peligro no es más seguro que exponernos a él con tal de que la vida sea una verdadera aventura y, como dijo Goethe, “cada día deberíamos ser más estimados por el valor de cada día”. Al final, lo que cuenta no son los años en tu vida, sino la vida que hay en tus años. Somos pequeños días de triunfo o de fracaso. 24 pequeñas horas que se van acumulando en esa pequeña historia en que nos vamos convirtiendo tú, yo, él y ella, todos nosotros y nosotras que estamos escribiendo el inmenso volumen de la Historia de la Humanidad. El Decano queda ahora talmente atónito y sin saber reaccionar... - Ya sabía yo que volvería a quedarse otra vez mudo, Don Ángel de la Comunicación Social de Masas. - ¡¡Es que escribe como los ángeles!! - Ya lo sabía yo y ya lo sabía Él. ¿Y es por eso, porque escribe como los ángeles, por lo que es impucblicable lo que escribe? ¿Qué sucede en el periodismo actual? ¿Qué sucede en la sociedad actual? ¿Es que hay que escribir como los demonios en lugar de escribir como los ángeles para poder ser publicable? - Me pillas en fuera de juego... - Pues ya ve lo que es la Comunicación Social de Masas y lo que es la Comunicación Social Humana. Él tiene de humano todo lo que ustedes, los popes de la Comunicación Social de Masas, tienen de soberbios, vanidosos, engreídos y hasta envidiosos. - ¿Cándo fue que le rechazaron como periodista? - Hace muy poco tiempo. Cuando se presentó con total ilusión a una revista tan famosa como "Triunfo"... ¿qué le parecen los ángeles de "Triunfo" negando la oportunidad de ser periodista a alguien que escribe como los ángeles? ¿Qué me dice usted a ese tremendo absurdo y a esa tremenda incoherencia? - ¿Cómo te enteraste de todo eso, Carmen? - No me lo dijo Él. Jota Jota es superior a todo eso. Me lo dijo otro alumno que fue con Él a buscar la oportunidad. Me dijo que hasta se burló de ellos el más ignorante de toda aquella jauría de "angelitos". Me refiero al ordenanza de la revista que, además de ignorante, era solamente un paleto que no sabrá ni tan siquiera escribir la o con un canuto. - ¿Y por qué no me lo contaste nunca? - Porque jamás necesita Jota Jota a los "angelitos" para escribir como los ángeles. - Acabo de conocer una barbaridad. - Pues ya sabe por qué yo no soy tampoco lo suficientemente buena como para poder triunfar en este oficio. Al fin y al cabo sólo soy una alumna de Jota Jota. Así que tampoco me interesan los "angelitos" ni los ignorantes paletos que no saben escribir la o con un canuto. - El triunfo siempre comienza esperando... - ¡Hable usted en serio y no empiece a decir tonterías, Señor Decano! ¡Le considero lo suficientemente inteligente como para no decir esa necedad! - Perdona... es que no sé cómo explicarlo... - Pues limítese a seguir dando clases de Deontología Profesional para que las masas le aplaudan. ¿No es eso lo que más les gusta a los "angelitos", Don Ángel? - Carmen, yo... esto... no puedo creer... que pasara eso... - ¿Quiere que llame al compañero que fue con Jota Jota? Se llama Vázquez y supongo que abandonará la carrera y se dedicará a cualquier otra cosa porque las burlas de los "angelitos" le hundieron la moral. Esa moral de la que tanto hablan ustedes en la Deontología Profesional. Y que conste que los dos se presentaron porque les animó el Jefe de Estudios diciendo que era un excelente artículo el que habían escrito. También es cierto que los "vulgares pelones" de la Agencia Efe le mandaron a la Eme. ¿Qué le parece a usted? Unos simples "papeleros" borrachos de la Efe mandando a la Eme a un verdadero sabio de la comunicacion. ¡Para morirse de risa si no fuera tan patético! - Es necesario saber levantarse, Carmen... - Dígale eso a una novata y no a mí. - Espera... no te vayas... deja la clase de Religión... es mucho más interesante lo que estamos confesando. - Bien. Dejaré pasar la clase de Religión. Al fin y al cabo como estamos confesando estamos haciendo, en cierta manera, un ejercicio religioso. - Hsy algo que se llama vergüenza profesional y yo te afirmo que, hasta llegar a ser Decano, he pasado mucha vergüenza. Tanta vergüenza como cuando culparon a un inocente compañero de infancia cuando oculté que el plagiador fui yo. Nunca he olvidado la desesperación y las lágrimas de aquel niño llamado Vicente que pasó por ser el culpable cuando, en realidad, había sido yo. Me prometí a mí mismo que no volvería a hacer llorar a ningún compañero más, tanto los que me querían como compañero porque les hacía sonreír con mis relatos como los que me odiaban precisamente por eso mismo. La siguiente redacción escolar que escribí fue, sencillamente, sensacional. Lo hice en nombre de todos aquellos compañeros, los amigos y los enemigos. Si no hubiese sido por aquello que sucedió con Vicente, quizás nunca hubiera llegado a escribir bien. - Solamente tengo algo que objetar. Que entre usted y yo hay una gran diferencia, Don Ángel. Usted es un Señor Decano y yo, sin embargo, sólo puedo aspirar, como mucho, a ser una simple ayudante de agencia de noticias. Ni tan siquiera la redactora que corrige la noticia sino, como mucho, la que las divide en nacionales, internacionales, de sucesos, culturales... solamente eso nada más. - Pero si empiezas por ser una buena ayudante estarás haciendo el camino correcto hasta llegar a la cumbre. - !Ah! ¿Pero hay un camino correcto para llegar a la cumbre del Periodismo? Lo que yo estoy viendo, día tras día, es todo lo contrario. - Eso es lo que espero de ti. - ¿Que sea tan falsa periodista como todos ellos? He decidido que no. Y por eso sé que nunca voy a llegar... - No. Yo confío plenamente en ti. - Pero... ¿todavía está empeñado en esperar cuatro años más hasta que yo haya terminado la carrera? - Tú y Jota Jota. - Sabe muy bien, tanto como yo, que si Jota Jota está vivo y regresa a la Facultad no vamos a coincidir en las mismas aulas. - Aunque sea en aulas diferentes estoy seguro de que los dos lo vais a conseguir. Yo también sé algo de Jota Jota. - ¿Y cómo sabe usted que Jota Jota quiere alcanzar el éxito como periodista? Quizás después de lo que le sucedió con los "angelitos" de la Comunicación Social para Masas y los chichinabos de una Agencia de mierda, no esté ya ni interesado ni le parezca interesante este oficio. - Escucha, Carmen... mi memoria tampoco es un vacío. Tengo algo dentro de ella. Algo que leí en una revista amateur creada por Jota Jota. Me parece que se llama "Cigarras o Saltamones" o algo así. - Sí. Es cierto. Rechazado por los "angelitos" profesionales y por los de la agencia de mierda, crea sus propias revistas y escribe solamente con una máquina y no con una computadora. Lo cual da mayor mérito a lo que hace. - Lo que te quiero contar es, algo así, como el lema que inventó para esa revista. Dice: "Porque estamos cansados del trabajo de las hormigas preferimos vivir cantando como las cigarras y como estamos cansados de vivir en el agujero de los escarabajos queremos vivir libres como los saltamontes". Eso o algo muy parecido a eso. - ¿Y qué podía esperar usted, Don Ángel? ¿Quería que escribiera una apología de esta asquerosa y sucia sociedad? ¿Quería una oda a la gloria del Periodismo? ¿Quería una frase de elogio para los "angelitos" que no publican lo que se escribe como los ángeles sino la mierda que se escribe como los demonios?. Con razón fue capaz de escribir una Entrevista con Fiódor Dostoievsky sobre su obra titulada "Los Endemoniados". No he leído yo ninguna entrevista imaginaria tan lúcida, tan lucida y tan verdadera. ¿Cómo llaman ustedes a alguien que hace eso porque tiene un coeficiene inelectual d 140; un loco o un genio? - Quizás ninguna cosa de los dos. Quizás algo mucho más importante: un sabio. - ¿Y me sirve eso de algo para mí? - Te servirá, porque ese tal Jota Jota, al cual no conozco personalmente, sé que confía en tì. - ¿Usted cree que sigue confiando en mí? - Creo rotundamente que no sólo sigue confiando en ti sino que sigue sin importarle nada de lo que digan en contra de tu persona. Quien escribe de esa manera no es capaz de hacer caso a los envidiosos, las envidiosas y los muchos cretinos que abundan por nuestro mundo. - Sorprendente que todavía siga confiando en mi si es que está todavía vivo. - Carmen, lo sorprendente es muchas veces tan evidente que cuando estamos al lado de alguien no sabemos, muchas veces, comprenderlo y solamente cuando estamos lejos de esa persona, es cuando podemos entender. - Estoy segura de que Jota Jota escribió algo sobre el éxito y lo diferenció de la fama. - ¿Estás segura, Carmen? - Totalmente segura. - Pues es cierto. Debió ser en una tarde fría y triste, con monotonía de lluvia tras los cristales... porque me envió algo dirigido a "quien corresponda"... - La escenografía es bastante interesante. Escucho. - Esto es lo que llegó a mi computadora. Es un curioso relato que envió a cualquier destinatario anónimo pero que, por casualidad o porque así lo quiso ese Dios en que él tanto cree, me llegó a mí. Lo he analizado en profundidad y estoy seguro de que esconde, entre sus palabras, esa enorme diferencia que existe entre tener solamente éxito o ser escandalosamente un famoso. Es un relato de los más curiosos y enigmáticos que he conocido en mi vida de lector. Creo que a ti te puede interesar, Carmen. El Decano saca una hoja de papel escrita. - Lea... lea usted, Don Ángel... - La maravillosa última palabra tardaba en surgir. Era un guión continuo de sorprendentes propuestas iniciáticas. Uno tras otro, en cascada torrencial , se agolpaban jolgóricamente (con sus brillantes presentaciones) los más célebres oradores que se dirigían al público con la inagotable apuesta sensorial de ocupar lo más alto del podio dialéctico. Pero ninguno de ellos obtenía el ansiado y definitivo galardón de alcanzar el triunfo descubriendo la última palabra. Entrenados para una larga duración de la memoria, se llenaban de palabras hermosas y retumbantes con el súbito retorno del oleaje de sus sinfonías. Eran hombres canoros. Todos ellos cantaban sus sonoras oratorias como entonando una larga composición sinfónica envolvente en el repaso requerido de sus duelos interpretativos. Miles de palabras llegaron de aquellas recónditas sinfonias. Palabras alegres, saltarinas, como felices torbellinos arremolinados en los brazos de la maternal orquestación de sus metáforas; ellas afloraban en medio del maravilloso paisaje de la dialéctica de las memorias de aquellos célebres y afamados oradores. Miles de palabras infalibles coronando superficies de floridos campos léxico gramaticales. Juguetonas de por sí, aquellas palabras saltaban de un lugar a otro, de una boca a otra, como pompas de múltiples colores festoneadas por incesantes alegrías literarias. Palabras dulces, tiernas, melosas, locuaces por su perspicacia e inmortalidad, como hechas de éter para halagar las sensaciones de quienes las escuchaban. Eran construcciones de castillos pirotécnicos donde las luminarias incandescentes de sus sonoros trinos repercutían sus presencias en el ánimo sonriente del pleamar de aquella primavera. Miles de palabras llegaron desde la dorada plenitud de los oradores. Palabras cálidas, combatientes y combativas, llenas de ardorosas sangres y de fuegos palpitantes; plenas de amor y de sueños encendidos. Todas ellas deslumbraban a los oyentes con el colorido estético de su interpretación juvenil. Palabras sonoras, interesadas en el enfervorizado encanto multiplicativo de sus ubérrimas expresividades. Eran como percepciones musicales sanas y saludables, enormes en su extensiva y provocadora insistencia sensual para hecarse notar con su caliente aspecto de amar la vida. Miles de palabras llegaban desde la pacífica y plácida madurez de los joviales labios de los oradores. Palabras pausadas, consecuentes, confeccionadas como con pétalos de rosas almibaradas con los acentos de los vuelos de las palomas de los jardines cercanos, mientras los "giransules" del tiempo irradiaban riachuelos de frases espirituosas e ingrávidas como pompas de jabón. Palabras que flotaban en el ámbito sereno de la meditación entreabierta bajo el reflujo de las emociones. Miles de palabras latiendo en el corazón atardecido. Y llegó la noche. Y, en medio del crepúsculo acumulativo del cansancio general, los oradores se dieron por vencidos y guardaron silencio. No aparecieron más palabras. Estaban todas agotadas. Nadie había conseguido el triunfo. La última palabra nunca apareció. No apareció jamás la palabra más bella de todas, la más significativa, la más motivadora... porque esa palabra solo era, simplemente, el silencio. - Simplemente escribe como los ángeles, Señor Decano. - Ya me estoy dando cuenta... pero... ¿Cómo poder decirle "lo siento"? - ¿Y para qué tiene usted que pedirle perdón si Él ya nos ha perdonado a todos? - ¿A ti también te ha perdonado, Carmen? - Quizás a mí sea a la que más ha perdonado y por eso sea a la que más ha salvado... - No lo entiendo. - Yo tampoco lo entendía... pero al escuchar este relato he podido comprender... - ¿Comprender su silencio? - Sí. Comprender su silencio cuando la verdad es que debería haber gritado al mundo entero. - Entonces, si él ha sido capaz de hacer eso... - Usted, Don Ángel, hablaba de una tarde fría y fris con monotonía de lluvia tras los cristales... - Sí. No sé por qué extraña relación lo he dicho. - Yo sí lo sé porque sé algo de él que ni usted ni ninguno del resto de sus ex compañeros y ex compañeras han sabido nunca jamás. Me parece que es hora de romper ese silencio... porque ya está viviendo su verdadero Gran Sueño. Si no muere en el intento y consigue regresar es cuestión de Dios. Pero tanto si lo consigue como si no lo consigue es un valiente, un héroe capaz de ser tan noble y sincero como para perdonarme sin tener que perdonar... para confiar en mí sin tener que confiar... porque cree en Ella. - ¿Quién es Ella? - La chavala que le ha roto el corazón... pero no se alarme usted, Don Ángel... porque si no ha muerto en el intento es que la ama de verdad. Por eso es hora de romper su silencio - ¿Cómo puede ser eso? - Por lo siguiente. Escuche y verá qué clase de corazón tiene en realidad. - Supongo que es interesante conocer su corazón. - No todo su corazón, por supuesto, porque es demasiado infinito... pero si la parte que me interesa a mí... - Adelante. - Necesito beber algo antes de leerlo... - ¿Quieres beber algo? - Si. No hace falta que me invite usted. - Pero yo creo que sí hace falta. Nos tomaremos dos copas de coñac juntos... si no te importa... - En estos momentos ya no me importa en absoluto que los demás crean que estoy intentando ligar con usted. - En ese caso... a mí tampoco... El Decano, mientras Carmen saca de su bolso las cuartillas, se acerca a la barra y vuelve con dos copas de coñac. - Supongo que ya están murmurando de nosotros, Carmen. - Lo sé. Lo asumo. No importa. Jota Jota no murmuraría jamás. Y eso es lo único que me interesa ahora. Ni tan siquiera estoy interesada en ser periodista de "Nuevo Enfoque". - Me has dado tu palabra de que eso estaba hecho y espero qe cumplas con tu palabra. - Cumpliré con mi palabra pero lo que digo es que no me importa si es cierta o es falsa su oferta. - No dudes de que es cierta. - No me preocupa. Usted me ha leido un relato interesante para usted. Yo ahora le leo un relato interesante para mí ¿Le parece justo? - Me parece justo. - Pues entonces escuche ahora usted: La madrugada estaba tan fría que no podría jamás, por más que lo intentara, poder hacértela sentir con palabras ni con signos ni tan siquiera con pensamientos de esos que a veces logran definir lo imprevisto, lo infausto, el aleteo de los sinsabores que se afanan en remover el claustro de las últimas sensaciones desesperadas; pero sé que allí estaba el viejo caserón de los cuatro pisos, que el portal se encontraba abierto y que comencé a subir los peldaños de la angosta escalera sintiendo en cada escalón un inmediato recuerdo y en cada tramo una secuencia completa. Mientras subía, el cantaor seguía introduciendo su voz de trasnochador flamenco en mi cerebro y mis ojos aún te veían junto al mostrador, bebiendo los dos ese par de copas de blanco jerez; la espesura de la atmósfera invernal nos envolvía en aquel misterio sin palabras y en el silencio del bar yo no podía intentar besarte porque seguías siendo tan desconocida para mí como esa antología de cuentos funambulescos y fantásticos que me maravillaban sobremanera al querer reinventarlos y convertirlos en un costumbrismo bien templado, haciéndotelos conocer al calor de esa imagen de hogar en que yo intentaba situarte como figura central del blanco cortijo, rodeada de jornaleros que acababan de cortar la caña de azúcar madura y que, envueltos en sus capotes, reducían su expresión verbal a los términos más simples posibles. Al final llegué a la puerta de la buhardilla. Al otro lado de la baranda, en el alféizar de la ventana, jugando equilibrismo para no caer al vacío del patio interior, los geranios rojos mostraban su tallo carnoso sombrereado de pequeñas flores ornamentales... y yo bajé, espantado, todos los tramos de la escalera, trompicando escalón tras escalón, mientras la secuencia completa del último recuerdo se desmembraba en múltiples pedazos disociados entre sí: tus labios rozando la copa y dejando su huella de carmín en el cristal; las quejas profundas del cante andaluz transmutadas en un carpe diem que exhortaba a gozarte en el momento de aquella vida tan breve que escapaba su aforismo en forma de sainete de casa de vecindad; tu desconocido silencio junto al mostrador donde los hombres proponen y Dios dispone; otro tiempo imaginado donde tu voz me era tan conocida que si quería la paz debería prepararme para la guerra; la siempre penúltima realidad de verme allí, afuera, en medio de la fría madrugada invernal, apoyado contra la pared de la casa de enfrente y mirando hacia arriba, absorto, obnubilada mi conciencia mientras observaba la luz de tu habitación bandeando de un lado para otro al vaivén del bamboleo de la bombilla que colgaba del techo... porque allí estaban Athos, Porthos y Aramis combatiendo unos contra otros, florete en mano, luchando por conquistar uno de ellos la ensoñación de D'Artagnan. Y yo estaba allí, cigarrillo tras cigarrillo, para destruir los efectos de la congelación que me aferraba el ánimo a los gélidos espasmos de la decepcionante frustración mientras pasaban las horas del tiempo en la blancura del reloj de la luna. Los cuatro matarifes bajaron del mercedes para acorralarme contra las aristas de la pared del edificio y yo les dije, todavía sonámbulo de ti, que no se molestasen en penetrar en mis misterios, que me acababa de atropellar el camión de la basura pero que no buscasen sangre porque la embotellé, mezclada con fucsina, en un frasco ambarino con la etiqueta de Malloní para no confundirla con el éter del sueño. Y dije Malloní varias veces seguidas, concatenando significados y significantes en una ilación de ideas yuxtapuestas para formar, con todas ellas, un discurso carente de sepulcros blanqueados, quemando las naves del recuerdo para venderles la primogenitura de mis experiencias junto a ti a cambio de un mayor espacio de soledad. Dije Malloní muchas veces más; intentando abrir una brecha por donde escapar de aquella mala noche... hasta que Luis XIII me comprendió. Te entiendo. Puedes seguir viniendo todas las noches que quieras y quedarte ahí, sonámbulo contra la pared, muriendo poco a poco de congelación, hibernando tu futuro sin tardanza y en este mismo lugar. "Hit et nunc" apostilló Richelieu. Me fui, sin saber por qué, al pequeño recinto del parque de la chatarra, a sentarme de manera indefinida junto al arbusto de las hojas inflorescentes, con sus racimos, espigas, umbelas, capítulos y cimas inflexas hacia lo alto, dejándome influir por el informalismo de aquella realidad fuera de todo orden lógico de espacio y composición y quedándome, de nuevo, con tus recuerdos, elementos simbólicos que la noche convirtió en dramáticos matices expropios gracias a la libertad de poder imaginarte escultura marcadamente conceptual... pero volví a ser prisionero de las arpilleras desgarradoras de la rememoración de tu cabello flotando entre el poemario de todas aquellas rimas que habíamos intuido la tarde anterior en el simposium sobre Miguel Hernández. Recordé entonces tu etrusca sonrisa analizándome desde la otra orilla de la barra del bar mientras yo te narraba, con detalles de existencialista a lo Bergsson, y apasionado por aquel inofensivo juego de memorias de subsuelo en que se habían convertido nuestras miradas, la reciente entrevista que había sostenido con Dostoievsky y sus endemoniados personajes. Eras mujer hidrópica en tu insaciable minuciosidad pulida y fría para saber de dónde había yo sacado aquel equilibrio de adolescente discípulo de Rembrandt embarcado en tan extraña aventura que encubría mi aspecto neerlandés con la síntesis de la literatura rusa, descubriendo rápidamente que mi verdad estaba envuelta en el laberinto de las aceitunas del cortijo andaluz. Y entonces dejé de recordarte para buscar de nuevo tu existencia, o tu nueva existencia, en el mapa de los bandoleros de Sierra Morena. Mis ojos miraban, sin apenas ver, la sala de la cultura por donde desfilaban los sintéticos fotogramas de la fuente de piedra, el humilladero de la cruz enhiesta a un lado del camino, la laguna y aquella sierra por donde los potros y las yeguas trotaban libres por el campo. Tú volviste de nuevo a mí, siendo ahora una estatua de bronce erigida sobre un dolmen neolítico (no sé bien si el de Menga, el del Romeral o el de Viera) en lo alto del cerro, mientras yo me hundía en el torcal hasta que el huracanado viento que llegaba del valle me izó de nuevo y me transportó a las casas bermejas en donde las viejas del lugar rezaban el rosario. Desperté henchido de nostalgia e hinchado de desilusión porque ya no estabas junto a mí. La hipoalgia me disminuía toda clase de percepción sensorial y el dolor del frío coagulándose en mi piel no reactivaba mi sistema nervioso que, sin embargo, todavía funcionaba transmitiéndome un sistema de comunicación en donde yo era, todo al mismo tiempo, emisor, receptor, canal y mensaje... hasta que no pude soportar más el silencio de tu ausencia y decidí que tendría que volver. Pero no volví nunca más. Y ahora tienes que saber, Malloní de almendrales y aceitunas, que jamás regresaré a ese espacio cubicular de tus traiciones, en donde aquella noche me encontré narrándote, sin saber por qué ni para qué, las inexistentes semejanzas correlacionales habidas entre Dostoievsky y Rembrandt, que intentaba yo hacerte visualizar para que me aceptaras como amante y, a su vez, que toda aquella noche de ronda en que paseábamos reflexionando sobre el destino de un hombre y una mujer -posiblemente tú y yo- no era más que el principio de nuestro mutuo desconocimiento. Y ahora, mientras yo me sigo adentrando entre los deshilachados flecos de la ensoñación, tú, continua efervescencia en que se me convirtió esta obstinada obsesión de saber qué es el mamboretá de la Reme de los cuentos de Cortázar, sigues jugando a hacer el amor con Athos, Porthos o Aramis cuando uno de ellos conquiste, al final, la ensoñación de D'Artagnan que no es otra cosa sino tú perdida en la somnolencia. Y es que tú, Bovary tan lejana de Beauvoir, seguirás siempre exigiendo ser la pupila de Madame de Stael mientras yo estoy inexorablemente condenado a existir, con un poco de absurdo sensorial, como un extranjero de Camus; o si lo prefieres con mayor concreción hispana, tú siempre serás una mujer de gala ansiando llevar el anillo de una dama, anhelando tocar una cítara colgada de algún árbol y escribiendo tus memorias a través de un manuscrito carmesí... mientras yo siempre seguiré siendo un cajón de sastre en los laberintos de una taberna fantástica, trabajando en mi sempiterno oficio de tinieblas y no pudiendo jamás incluirte en mis memorias como una heroína de ultramar sino simplemente como un pensamiento de implacable mordaza. -¡Atiza! - No. No lo crea ni por un momento, Señor Decano. No hubo nada entre nosotros ni antes, ni entonces, ni después. Sencillamente no hubo nada entre nosotros. Pero lo que admiro de ese chaval es su enorme valentía. Y ahora que ya encontró su Destino junto a Ella tengo que reconocer algo muy importante. Sólo pensó siempre, desde que era solametne un niño, en Ella. - ¿Cómo estás tan segura de eso después de lo que escribió? - Porque sólo ha tenido una novia en su dura y sangrante vida... - ¿Y no eras tú? - No me importa lo que diga nadie sobre mí ni lo que diga nadie sobre Él. Sólo ha tenido una novia y nunca he sido yo. Asi que, después de este doble fracaso, en lo profesional y en lo personal... ¿usted sigue confiando en mí? - Si Jota Jota siguiera siendo tu compañero de aula seguiría confiando en ti a pesar de que sólo ha tenido una novia y no eras tú. Lo menos que puedo hacer es ponerme a su altura ya que por encima de él no puedo. Confío en ti porque él también lo haría. - ¿Cómo puedo llamar a eso? - Llámalo solamente confianza nada más. ¿Para qué buscar llamarlo de otra manera? - No sé por dónde empezar. - Algunos empiezan por escribir pensamientos en una servilleta de papel de alguna cafetería. Empieza entonces de la misma manera. Quizás sea un camino mucho más correcto para ser mucho más auténtico o para ser mucho más auténtica. Y si no se te ocurre nada que creas interesante, simplemente dibuja tus ideas. - Ya. Espero que sea acertado hacer eso. Yo nunca podré ser como Leda Melo de Carvalho. - La conozco. ¿Por qué la citas en estos momentos? - Porque a sus 24 o 25 años ya es toda una figura en el "New York Times". - Carmen, el éxito nos llega en cualquier momento de nuestra vida si conseguimos tener siempre joven el alma tanto por dentro como por fuera; porque el éxito no depende de la ansiedad sino de la fe. - Exacto. Esa es la diferencia entre una mediocre como yo y una triunfadora como Leda. - No te compares nunca jamás con nadie. Compárate siempre contigo misma. Nunca intentes superar a nadie. Intenta siempre superarte a ti misma. Escucha solamente a tus sueños y elige el más Grande de todo ellos. Puedes empezar escribiendo en simples servilletas de papel de una cafetería y llegar a lo más alto cuando Dios así lo crea oportuno. En el camino siempre hay esperanzas, frustraciones, decepciones y... ¡al fin!... el éxito. - De acuerdo. Se acabaron las confesiones. Sólo quiero que me prometa una cosa. - Después de haber sido tan sinceros los dos te concedo esa promesa. ¿Cuál es? - Que en su Ensayo sobre la Envidia incluya los dos pensamientos que cité y la Introducción con el nombre de su verdadero autor. - Asi lo haré. Jota Jota se lo merece. - Aunque no le importe... - Aunque no le importe esa clase de fama es la que le corresponde en justicia. - Entonces adiós, Don Ángel. - Esperaré los cuatro años que te he prometido. - Intentaré no decepcionarme a mí misma. Y ambos se levantaron saliendo de la cafetería sin importarle si alguien murmuraba o no murmuraba.
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