I
Que las hojas sean rojas,
que el agua venga despacio
y tú me cubras con dulzura...
y que la jornada acabe como una fiesta
de plena primavera, y que en tu cuerpo medite
sobre eso de la existencia, el ser o no ser,
la placidez de los malvados y otras cosas
que me enseñaste cuando solo hablábamos.
 
II
Y ahora que somos un objeto de amor,
formado por nuestros cuerpos, no me digas
que nos es placer pasar la noche entera sorbiéndome la piel,
no remugues como un viejo, ni te duermas sobre mí,
que hay mucho que decir, hay tanto que leer,
y mi blancura por ti desnuda
a todo ello se ofrece, todo te lo entrega
a cambio que tú correspondas, simplemente
correspondas, hombre elegido entre mil.