Nieto de los días, el tiempo
es océano de ideas:
olas, mareas...
y esa especie de entretiempo.
donde viven las aldeas.  
 
Señales del pasatiempo,
las veletas son mareas
que mueven el pensamiento
en continuo movimiento
del humo de las hogueras.
Horas. Horas pasajeras
de pesado entretenimiento
donde todas las viajeras
ideas con sentimiento
quedan siempre en un momento
presas de las esperas.
 
Espera el trigo en las eras
a ser aventado al viento
y en el lejano convento
rezan las misioneras.
 
Busca cada uno su acento
contando sus verdaderas
aventuras de aposento.
Y un caballo macilento
descansa sobre la estera.
Espera. Espera al nacimiento 
del producto la noguera...
 
Con la luz de macilento
vivir siempre siempre el lamento
el tiempo ya se libera
y al borde de la ribera
pasa trotando el jumento.
Escribe ya un soneto
el poeta  bajo la higuera.
 
Cruza con vagar vacilento
el pobre hombre hambriento
mientras vive su quimera
y se marcha al parlamento
toda la politiquera
camarilla de aprovechamiento
que le arruinan a cualquiera.
 
Está ardiendo su sufrimiento
en el fogón de la caldera
un montón de seca madera
mientras se seca el cemento
del patio donde la bandera
se ondea según el viento
que baja de la ladera.
 
Y una vieja hilandera
sirve de acompañamiento
a la joven lavandera.