Me estoy haciendo una pregunta de vital importancia: ¿este mundo actual es estéril o es promiscuo? La verdad es que este mundo actual es un botín demasiado apetitoso para afirmar una idea: enmudecer al pueblo es abrir las puertas, de par en par, a la ambición de ciertos grupos ascendentes. Lo que suele suceder, al final, es que todo sube a velocidad imparable pero, por eso mismo, termina por detenerse en un punto de desarrollo social y, de repente, viene la caída en picado llamada debacle.
 
Ser un superviviente en este estado actual de la vida presente a nivel mundial consiste en atizar a quienes nos quieren hundir en la agonía diaria. Al final la yesca siempre arde cuando acercamos la llama ardiente del descrédito general. Ni siquiera la mejor versión de los crápulas sin conciencia puede sostenerse por más décadas y, en cuestión de días, puede desenmascararse toda  esta antología de malhechores (fantasmas de la sociedad) que sólo sirven para engañar diciendo que hay que alzar la moral de los de abajo hundiéndoles todavía más quizás empujando el balón social para marcarles un gol a los derrotados.
 
Todo lo contrario es estar en paz consigo mismo, sereno en la boca del volcán de lo cotidiano; de ese volcán que está rugiendo en las plazas públicas, en las calles y en los concienciados mentideros de las barricadas. Lo que está por venir es un  porvenir lejos ya de tanto lado oscuro porque empiezan a abrirse nuevas claridades cuando vamos entrando en el área del gol. Y ese gol definitivo nos hará vencer si nos alejamos de la apatía en que nos quieren hundir hasta el fondo. Pero saldremos hacia arriba sin necesidad de tener que ahogarnos. Lo único que debemos hacer ya es dar el estocazo que necesitamos dar pero sin pinchar en hueso. Debemos tener la convicción de que el aquelarre de los nuevos ricos poderosos puede servir para que se quemen por culpa de su soberbia.
 
Escapar vivos del incendio general es darse una vuelta por la vida para contemplar la demolición y el derribo de sus intereses y evitar la calamidad de caer dentro de este rugiente volcán. La gloria es pasajera y hoy pertenece a los más advenedizos; pero esos advenedizos siempre terminan por no llegar más allá del lado oscuro de la vida y, una vez allí, perderse en la enrevesada telaraña que han construído ellos mismos. Las arañas que han creado son las que, al final, se comerán a los "mosquitas muertas" que han tenido el gran descuido de quedarse atrapados en sus trampas.
 
Y es que todo tramposo se encuentra con que, al final, la suerte les vuelve la espalda y pierden la jugada más importante de sus orondas vidas: el levantamiento de la conciencia de los explotados, expoliados y esfoliados por culpa de sus ambiciones. El ambicioso siempre tiene un trágico final: la derrota del desapego de su propia voluntad. Y esa es la misma voluntad que refuerza, cada vez más, la moral de los necesitados. Ya se está desmoronando el tinglado de las avaricias de los insaciables.
 
El sopor siempre se combate con eso que nos queda como última bala en  nuestro revólver: la esperanza. Ni un sólo grito en el horizonte. No es cuestión de perder la calma e ir por la vida como histéricos perdedores porque, al final, el gol más transcendente nos dará la victoria y hará que se desplomen a tierra todos esos castillos de naipes que sucumben cuando el viento sopla más fuerte de lo que ellos creían.
 
Réquiem por los desalmados. Y a ese grupo es mejor no pertenecer jamás. Morir por cerrar los ojos, como dejó escrito el excelente autor de teato Más Aub allá en su exilio mejicano.