Tengo problemas. De todo tipo de problemas. 
Sin embargo, no soy pariente directo de todos. Es decir, algunos son ajenos que por afinidad los hago míos.
Eso no importa, lo que importa realmente es que lo sé. Y eso me hace sentir diferente.
Tampoco importa que no tenga participación ni que sea totalmente impotente ante ellos. 
Lo que importa es que lo sé.
Lo que importa es que lo pienso.
Pienso tanto que he pensado que formo parte de un pequeño porcentaje seres pensantes activos (el resto simplemente ignora o hace oídos sordos, y ése resto son casi todos). No sólo por pensar los problemas, sino por pensar las situaciones, los por qué. Pienso tanto que puedo tranquilizarme a mí misma, aún si el resultado no es muy favorable.
Lo que importa es que lo sé.
La cuestión es que, cuando me pongo a pensar, no sé si la ignorancia, o la hipocresía, en todo caso, sean más convenientes. No para mí, sino a para situaciones.
Tengo problemas, no sólo ajenos a mí, sino también muy míos.
Yo soy el problema.
Pensar es otro de mis problemas. 
Y el problema es que si no lo pienso, jamás podré resolverlo, jamás podría resolver nada. Ni siquiera para tranquilizarme a mí misma. 
Pero lo que importa es que lo sé, aún cuando sé que el resultado no es muy favorable.Y el problema es que si no lo pienso, jamás podré resolverlo, jamás podría resolver nada. Ni siquiera para tranquilizarme a mí misma.