La trayectoria de un proyectil (Diario)
Publicado en Dec 22, 2012
Mi trayectoria (no soy yo el proyectil que pongo como referencia en el título de esta página de mi Diario) en el campamento militar de Alcalá de Henares (CIR número 2) y entiéndase que hablo del Servicio Militar Obligatorio fue imparable. Desde el comienzo de aquellos tres meses de 1970 hasta el final de aquellos tres meses de 1970 tuve anécdotas más o menos creíbles o más o menos increíbles (pero del todo verídicas según sea el punto de mira del CETME); pero una de las más graciosas fue ver al teniente Jeta esforzándose en hacernos comprender a todos el principal problema a tener en cuenta en la Balística y, dentro de ella, la famosa trayectoria de un proyectil. Vino a decirnos algo así como que si la bala parte de un punto A (que está dentro del alma del CETME) hasta un punto C (sea el objetivo más o menos indiscreto) pasa, inexorablemente, por un punto B (que depende de si se dispara con una CETME o se dispara con una escopeta de cañones recortados) que siempre es una parábola ascendente en principio para, después, ser imprevistamente descendente. Una parábola cuyo punto más elevado era la vaca que pastaba sobre el campo de tiro y el punto más bajo era el de la bala que se perdía casi siemrpe erráticamente y sin dar casi nunca en el objetivo más o menos indiscreto. Lo más serio y preocupante de todo aquel embrollo del Servicio Militar Obligatorio era que el punto C de la Balistica se llama C porque era el punto de Contacto de la bala con cualquier cosa que se encontrara en el suelo; porque la verdad es que matar a la vaca era muy peligroso si se quejaba el vaquero, ya que entonces te quitaban prácticamente toda la paga mensual (en el ejército español por aquel entonces se llamaba paga a lo que en las empresas se llamaba sueldo por aquello de llevarnos siempre la contraria los civiles con los militares) y por eso era importante no elevar demasiado el punto de partida de la bala llamado A. Todos los de la Compañía 44 tuvimos la suerte de no matar a la vaca porque estábamos deseando no tener que repetir aquellos tres meses de campamento obligatorio antes de encontrar nuestros propios destinos (salvo al que llamábamos "El Repetidor" que llevaba no sé cuántos meses de mili repitiendo los meses de campamento obligatorio y no sé si era porque alegaba que tenía los pies planos y por eso no desfilaba bien y que debió ser que los oficiales no se lo creyeron y pensaban que lo decía para despistar). Lo de la trayectoria de un proyectil se resolvía (menudo problema era poder graficar sobre un papel la dichosa parábola de la bala) no matando a la vaca que pastaba tranquilamente y como nadie le endiñó ninguna bala a la vaca pues el vaquero no se quejó del susto que pasó. De todas formas nos descontaron unas pesetillas de la paga por culpa de haber fundido una bombilla con una almohadilla en aquellas batallas improvisadas a medias entre el atardecer y las primeras horas de la noche. Las controversias que se generaban con aquello de acertar a dibujar, con total exactitud, la trayectoria de un proyectil nos sirvió, por unos cuantos días, para superar el aburrimiento que nos embargaba a todos después de haber hecho la isntrucción diaria. Lo más interesante era poder saber si el coste de las balas nos lo descontarían de la paga del mes o formaban parte de los Presupuestos Generales del Estado Español. Aquello de la trayectoria de un proyectil (que en términos militares siempre se llama casuística de las balas) no se me olvidó jamás y, por eso, cuando les tuve que explicar, años más tarde, a mis alumnos y alumnas de Literatura lo que era una parábola literaria les puse el ejemplo de la trayectoria de un proyectil y la vaca lechera; oséase, les dibujé en el pizarrón el punto A (que siempre está dentro del alma del CETME), el punto C (más o menos indiscreto pero siempre en el suelo) y el punto B (la dichosa vaca que no sé qué diantres servia para explicar los Cuentos de los Hermanos Grimm, suizos para más señas)... pero que me sirvió para dar una clase magistral que todos mis alumnos y mis alumnas entendieron a la perfección. Mis recuerdos de la clase de Balística se acaba en el momento en que llega la camioneta de los bocatas de chorizo y entonces se produce el desmadre y el barullo de la desmandada general a pesar de los gritos desaforados del teniente Jeta para imponernos un poco de orden y de todo este barullo general se enteró el general pero no quiso decirnos nada ni castigar a nadie por lo del susto de haber podido matar, sin querer, a la vaca. Es lo que recuerdo de la trayectoria de un proyectil. El espíritu castrense se quedó en puntos suspensivos... La incógnita final de aquella lección de Balística se resolvió cuando me destinaron a Zapadores Ferroviarios de Cuatro Vientos de Madrid pero como no me gustó zapear porque las alambradas pinchaban un mogollón y no tenía ningún deseo de terminar trabajando de conductor de trenes porque en cualquier descuido del cambio de las agujas de las vías podía producirse un accidente muy grave y no estaba yo por esa labor, acabé terminando por cumplir todo mi destino sirviendo de escribiente del general Gordejuela en la Capitanía General de Ingenieros.
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