ELLA
Publicado en Dec 28, 2012
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¿Quién podría ser ella? Se preguntaban a menudo todos aquellos que a
su paso le contemplaban entre las copas de los árboles. Dulce y serena,
su reflejo aparecía de pronto mezclándose con el vivo verde de los
samanes que habitaban la extensa llanura.
No sonreía, siempre se caracterizó por una seriedad enigmática cuya
mirada perdida, pero a la vez asustadiza, le atribuía un toque de misterio.
Ríos y lagos eran sus lugares favoritos dentro de aquella selva frondosa y
apasionante para unos; misteriosa y trágica para otros.
Su caminar firme dejaba las huellas de alguien fantástico, fuera de lo
común. Su rostro pálido como la luna era enmarcado por una abundante y
lacia cabellera negra, la cual se deslizaba muchas veces sobre sus
pechos haciendo que éstos - como pichones- huyeran y se refugiaran
detrás de ella; pero otras veces bañaban su espalda hasta llegar al final
de ésta.
Había aprendido a estar en silencio desde muy pequeña, aprendió
también a observar y a sentir a través de sus bellos y profundos ojos
rasgados y negros como la noche cuando penetra en la selva, su recinto
sagrado.
Siempre atenta, había despertado en forma extraordinaria, por su sentido
auditivo podía detectar a cualquier intruso que penetrara en su territorio.
Perdida entre los árboles, guiada por el instinto de salvar su vida había
llegado allí cuando sólo tenía cinco años, pero ya no lo recordaba. De su
memoria había sido borrado por completo aquel episodio de su vida.
Amiga de aquella inmensurable naturaleza que la había adoptado
dándole cobijo entre sus misterios y virtudes, fue creciendo conservando
intacta su inocencia, pero a la vez se volvió fuerte y decidida. Casi no
dormía, no tenía necesidad de adormecer sus sentidos porque para ella
era una lamentable pérdida. Debía estar despierta para cuando llegara
uno de sus mas apasionados amores y, como cada noche, le hiciera arder
su corazón y su cuerpo, sintiendo en cada pedacito de piel su energía
sublime, pero apasionada; erizando sus pezones al más ligero contacto y
deslizándose suavemente por su cuerpo, le acariciaba de los pies a la
cabeza dejándole una estela de estrellas a su paso.
Y ella, una vez impregnada de su esencia y con la pasión a flor de piel,
reclamaba a gritos otra demostración para satisfacer sus ansias de amor y
deseos que la consumían.
Acostada entre las hierbas, sentía cómo la noche estrellada constataba
su delirio y placer. Suave, subía desde los pies lentamente, disfrutaba de
aquel cuerpo divino, un cuerpo de Diosa, natural, mágico.
Podía jugar con sus redondeadas caderas las cuales constituían un
soberano arrecife conteniendo en su área la más codiciada isla de los
deseos y desenfrenos, pero que respetaba por ser tan pura y virgen como
ninguna otra; continuaba recorriéndola, su piel suave y cálida soportaba el
sopor de la sangre caliente que corría velozmente por sus venas
haciéndole cambiar su color habitual por el bello rojo de las cerezas.
En segundos estaba en el medio de los dos pichones guiado por las
manos de ella, quien lo dirigía a su antojo y una vez que sentía que el
había llegado allí no lo dejaba partir hasta no haberlo acariciado hasta la
saciedad.
Pero faltaba algo; su cara y en especial su boca, reclamaban el mismo
trato que el resto del cuerpo y allí, echado sobre el estómago de ella,
procedía a besar húmedamente su rostro y sus labios dulces como la
miel.
Extasiada miraba al cielo y sonreía a las estrellas que le observaban
pícaramente con aire de aprobación. Así era cada noche, un ritual
sagrado con la naturaleza y todos los que viven en ella.
Pero al despertar, entre las ramas de los árboles se albergaba su Dios
dispuesto a hacerle sentir toda su majestuosidad en su alma y en su
cuerpo, lleno de románticos silbidos del viento y pintas agresivas de un
amante feroz.
Todavía entre los matorrales la tomaba para si, penetrante destapaba
todos los poros de su piel, bañándola de luz y calor; haciéndole sentir su
amor y pasión la revolcaba entre las hojarascas dejándola empapada de
los vapores de su cuerpo, pero feliz de sentirlo como su Dios, como su
sol.
Así era ella. La más bella y apasionada amante de la montaña, de su
cuerpo y de su Dios.
 
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Foto del autor lourdes aquino
Textos Publicados: 175
Miembro desde: Jan 29, 2011
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Descripción

MARACAY

Palabras Clave: ELLA DIOS

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Derechos de Autor: LOURDESAQUINO@DERECHOSRESERVADOS

Enlace: www.facebook.com/lourdes.aquino2


Comentarios (2)add comment
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Laura Torless

Como el corazón de la Naturaleza; y su pasión, su amor, es el latir de todo lo salvaje. Narrado con fuerza y precisión.
Responder
December 28, 2012
 

lourdes aquino

saludos amigo...gracias por tu comentario...felices fiestas!!!
Responder
December 28, 2012

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busy