Continuacin "30 Das: Cuando el amor duele y hiere"
Publicado en Dec 29, 2012
Aquella noche mi mente estaba en blanco. Tenía que escribir y por más que necesitaba hacerlo no lograba conseguirlo. Volteé a ver el reloj de la pantalla de mi ordenador y tan sólo habían transcurrido siete minutos desde la última vez que lo había observado. Eran las 10:55 de la noche. Me restregué los ojos, me acomodé en mi silla y bebí un sorbo de café que ya estaba frío, por lo demás.-¡Rayos!-, dije algo asqueada, por lo que decidí a regañadientes levantarme y preparar otra taza. Esta noche sí que se venia larga. Mientras el agua hervía coloqué uno de mis CD´s favoritos a modo de inspiración. Recopilaciones de éxitos que me ayudaban con mi concentración, a desbloquear mi mente y a pensar en otras cosas y qué mejor que en mi próximo libro. Y para mi sorpresa, el primer tema que comenzó a sonar fue "Warning Sign" de Coldplay con su"When the truth this, I miss you..." en el coro, que se repetía una y otra vez. ¡Maldita coincidencia! Temas de amor, ¡qué mejor relajo! Dejé que la canción transcurriera mientras regresaba a la cocina. El agua ya estaba lista y un buen café me ayudaría a entrar en calor. Dentro del departamento el ambiente estaba tibio por lo que opté por vestir unos simples jeans y una camiseta blanca ceñida, sin calzado en mis delgados pies (me agrada estar descalza cuando estoy en casa trabajando). Mi cabello largo y negro estaba algo revuelto, por mi estúpida manía de llevarme las manos a la cabeza cada vez que mis pensamientos se obstaculizaban. Quizás, no era una belleza, pero para mí estaba bien. A mis 31 años no era una madre de familia, no, eso no estaba dentro de mis planes (no tenía nada en contra de los hijos, pero debía aprender a cuidarme de mí misma primero), pero sí una buena escritora con un par de libros ya a mi haber de los que estaba orgullosa y había tenido excelentes críticas. En cuanto a mi vida personal tenía citas como cualquier mujer normal, pero rara vez tenía "algo mas" con ellos. Era curioso, pero lo que menos me preocupaba era tener a alguien a mi lado. Me sentía bien conmigo misma en la soledad de mi departamento, con mis tiempos, preocupándome de mí persona y sinceramente... no estaba para compromisos. Un par de veces me lo habían exigido ( en una que otra de mis fugaces relaciones express), pero no pude dárselos. Y por eso, prefería estar sola que mal acompañada. Iba a beber un sorbo de café cuando un par de golpes familiares y leves en la puerta me advirtieron que alguien estaba allí. Y ese alguien era Diego. Me dirigí a abrir sin la necesidad de preguntar quien era.-¿Es que nunca te cercioras quien llama a tu puerta?-, me regañó, perfectamente vestido con uno de sus tantos trajes oscuros Armani, al verme desde el otro lado del umbral.-No, si sé que eres tú-, le respondí dejando entreabierta la puerta.-No deberías hacerlo. No seas tan confiada, Emma.-Gracias por el consejo. ¿A qué debo tu visita?-. Diego aún seguía de pie en la puerta vestido elegantemente y con un par de cervezas y una pizza en la mano. Ni siquiera había dado un paso para entrar.-Quiero disculparme por lo de hoy. ¿Hay tiempo aún? Me crucé de brazos mientras le dedicaba una mirada de pies a cabeza a su figura, a su cabello castaño, a sus hermosos ojos azules, a su boca tan... perfecta, a sus amplios hombros... Y si le agregamos a eso que es una buena persona, un hombre muy inteligente, seductor...-Y qué opinas, ¿puedo pasar?-, quiso saber levantando todo lo que llevaba.-Claro, adelante-, respondí casi por inercia. Su pregunta me había sacado de aquella contemplación.Fui por el café mientras Diego dejaba todo sobre la mesa.-Creí que estarías celebrando con ella.-Pero no lo estoy. Tenía algo pendiente contigo-, me dijo mientras me quitaba el café de las manos.-¿Conmigo?-, expresé algo entusiasmada.-Sí, contigo. La situación de hoy fue... Bueno, lamentable desde mi punto de vista, pero sólo te tengo a ti y eres en quien más confío. Sabía que ibas a sermonearme y a cuestionármelo todo y te entiendo. No es tu culpa el problema soy yo. Me quedé en silencio. Dejé que continuara hablando mientras lo observaba.-Sé que lo eché a perder. Sé que te he dejado de lado por mi relación con Sarah, pero eres...¿Qué? ¡Anda, dilo! Quiero escucharlo de tus labios. ¿Qué significo en tu vida?-Mi mejor amiga, Emma.¡Vaya, qué novedad!-Lo sé, lo sé...-, alardeé. -Y agradezco tus palabras, pero... mi opinión sigue la misma. Por lo buenos amigos que somos y por lo mucho que te conozco siento que mi deber es decirte con todas sus letras que...-. Tomé aire antes de expresarlo. -¡Todo esto me parece una verdadera estupidez! Diego quedó absorto en sus pensamientos. Creo que no podía dar crédito a mis palabras, otra vez.-Sigues siendo tan honesta. Es una característica que siempre me gustó de ti-, afirmó. Se volteó un momento y se quitó la chaqueta. -¿Pizza con extra queso?-Y tú sigues evadiendo lo que más importa. ¿Y aún así piensas casarte?-No me has respondido. ¿Cuántos trozos quieres? Traje lo mejor de lo mejor porque sé que te gusta más que a mí.-Diego...-Te cortaré un buen trozo. Seguro te encantará.-¡Diego!-, lo detuve tomándolo por uno de sus brazos. -¡Ya basta! Algo en mi reacción le hizo dejar todo de lado. Luego, se volteó lentamente y se me quedó viendo a los ojos por un momento. Pude notar en ellos que algo no andaba bien.-¿Por qué?-, dije.-No hay un por qué, Emma. Sólo hay... amor.-¿Amor?-, ironicé. -La gente hoy en día no se casa sólo por amor. Existe lo que se llama planificación de vida, de familia, futuro. ¿Sabes algo de eso?-Puedo aprender.-¿Aprenderlo?-. Puse los ojos en blanco. -¿Diego Cañas quiere aprender?-, fue mi tajante respuesta. Volví a suspirar intranquila. -Bueno, si eso es lo que tanto deseas... ¡Qué te aproveche! Ahora quien cortaba un trozo de pizza era yo y con él me fui a sentar al sofá.-¿Sólo eso vas a decirme?-¿Y qué quieres que te diga? Es tu vida, ¿no lo recuerdas? Hoy por la mañana, la cafetería, nuestra profunda charla...-Eres tan amorosa cuando te pones en ese plano.-Soy divina, lo sé-, alegué en mi defensa. Destapó las cervezas y comenzó a beber de una de ellas. Se sentó a mi lado dejando caer la mirada hacia el enorme ventanal que daba hacia el balcón del departamento.-La quiero, pero... pero no sé-. Por sus palabras pude notar que Diego no sabía que decir. Era la primera vez que lo sentía y veía tan aproblemado. Incluso, más que en aquellos casos del bufete.Instintivamente coloqué mi trozo de pizza sobre la mesa para luego dejarme caer en su pecho. Lo abracé lentamente y aunque luché con mi cerebro para que no dejase a mi boca hablar, no pudo dejarme callada.-Lo... siento. Diego dibujó una tenue sonrisa, para luego decir:-¿De verdad lo sientes o es sólo para congraciarte conmigo?-. Sus palabras parecían una burla. Definitivamente me conocía lo bastante bien para haberme echo esa pregunta.-Lucho... a cada momento y no sabes cuanto me cuesta guardar silencio-, confesé. Después que expresé esas palabras sentí como sus manos comenzaron a depositarse sobre mi espalda, una a una, lentamente, como si tuviese cuidado de romper algo. Estaban algo tibias y extrañamente temblorosas.-¿Recuerdas la primera vez que te di un abrazo?-, pregunté a modo de que pensara en otra cosa. Sonrió y luego dijo: -Claro que lo recuerdo. Era el primer abrazo que recibía de una mujer que no fuese mi madre. También sonreí al recordarlo.-Aquel verano fue cuando te conocí en la playa. ¿Lo recuerdas, Emma?-Como si fuese ayer-. Cerré mis ojos evocando aquella situación. -Te había un par de veces paseando con tu perro.-Sí, y tú estabas tratando de montar un castillo de arena, cosa que no se te daba muy bien-, se carcajeó. Le hice cosquillas a la altura de las costillas.-Era un castillo, no te burles.-¡No me burlo, sólo que para "tus ojos" eso pretendía ser! Levanté la mirada para encontrarme con la suya. Deposité mis ojos marrones sobre su intensa mirada azul en la cual parecía reflejarme.-Me ayudaste a hacerlo.-Después que casi te rogué. En primer lugar no querías ningún tipo de ayuda. Estabas obstinada en hacerlo tú sola. Bajé mi rostro hacia su pecho. Aún me sentía avergonzada sólo de recordarlo.-Pero dejaste que me acercara y lo intentamos una y otra vez hasta que funcionó.-O hasta que una ola se lo llevó-, agregué casi riendo.-Te dije que no te preocuparas que teníamos todo el verano para hacer otros, ¿lo recuerdas?-Sí.-Y eso fue lo que hicimos cada mañana.-Y cada tarde...-Hasta que ese verano terminó.-Y tuviste que regresar con tus padres. Una de sus manos se fue directamente hasta mi cabello, el cual comenzó a acariciar. Su otra mano buscó mi mentón e hizo que alzara mi rostro para que ambos nos mirásemos directamente a los ojos.-Y me diste ese abrazo de despedida, Emma.-En realidad... no quería que te fueras. Me había acostumbrado a ti, a tus bromas, a tus burlas, a tus sueños...-Sólo teníamos doce años-, agregó.-Y yo que creí que nunca más iba a volver a verte-, dije con algo de sarcasmo mientras él desviaba la mirada.-Gracias-, expresó muy bajito, sólo para nosotros dos.-¿Por qué?-, exclamé de la misma forma tratando de que sus ojos regresaran otra vez a encontrarse con los míos. Me acarició la mejilla y suspiró quedándose en silencio por varios y extensos segundos. Estábamos muy cerca el uno del otro que casi podía sentir su respiración y el ritmo un tanto acelerado de su corazón.-Por ese abrazo que cambió mi vida para siempre.-¿A qué te refieres?-, lo interrogué. Eso me estaba sonando a confesión.-Desde ese momento supe que eras tú, sólo tú. No hay nadie ni tampoco lo habrá, Emma. -Diego...-Mi gran amiga... Y ahí íbamos de nuevo. "Su gran amiga Emma", pensé. En eso me había convertido y eso siempre sería para él. Me zafé lentamente de su abrazo aludiendo a que estaba algo incómoda.-Sí, no hay nadie como yo-. La ironía se estaba apoderando de mí, otra vez. -¡Qué recuerdos! Diego notó mi reacción y como lo esquivaba, pero no dijo nada al respecto. Bebió otro sorbo de su cerveza para luego tenderse otra vez en el respaldo del sofá.-¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?-Porque la vida no sería vida-, manifesté.-¿Por qué contigo todo parece distinto?-¿Y con Sarah no lo es?-No quiero hablar de ella estando aquí contigo-, expresó algo molesto.-¿Qué te pasa? ¿Por qué de pronto tu semblante cambió de ser el hombre más feliz al hombre más aproblemado de este planeta? ¡Vas a casarte, por Dios! ¿No es eso lo que quieres? Me miró indignado por mis comentarios.-¿Qué? ¿Te saca de quicio oír la verdad?-. Estaba a muy poco de perder mi preciada y valorada paciencia.-Si vine hasta tu departamento fue para hablar de otros temas que no tienen nada que ver con mi situación actual y mi vida privada.-Pues, pertenezco a tu vida privada, ¡sé todo de ella!-, me burlé.-No, no lo sabes todo, Emma.-¿No?-, pregunté desafiante. -¿Quieres que comience por ese tema de la jardinería, por ejemplo? ¿Quieres que te diga con nombre y apellido con qué mujeres aún no te has acostado?-¡Dios, haz que cierre la boca!-La voy a cerrar cuando realmente vea que estás haciendo lo correcto.-¿Y si ni quiero hacer lo correcto? ¿Y si quiero equivocarme como el común de la gente? ¿Y si realmente Sarah no es la mujer a quien... amo? No sabes todo de mí, no lo sabes. Lo crees, pero realmente no sabes quien soy. Diego estaba muy ofuscado. Muy pocas veces lo había visto de esa forma, ya sea por casos que creyó que no ganaría o por acaloradas discusiones en el bufete de abogados. Y ahora... por mi culpa.-Lo lamento, me excedí. Sabes que suelo hablar de más, pero tú...-¡Yo qué! No soy yo tu único problema. Siempre estás lamentándote por todo lo que dices, pero nunca haces nada para remediarlo. Me recriminas todo, lo que pienso, a quien veo, lo que digo... ¿Por qué, Emma? ¿Por qué alguna vez no intentas estar de acuerdo con lo que deseo? ¿Tan difícil es para ti que otros puedan ser felices?¿Felices? ¿Realmente quería ser feliz al lado de esa mujer?-Pues...-. Estaba indignada tras cada palabra que salía de sus labios, pero a la vez también estaba en aprietos. ¿Cómo iba a defenderme de sus acusaciones si todo lo que decía era malditamente cierto? Me levanté del sofá y caminé hacia la gran ventana de la sala de estar, en donde se podía admirar gran parte de la ciudad bellamente iluminada. Digerí una a una sus palabras y comprendí que era demasiado egoísta para pensar sólo en mí y no en él.-¿No vas a decir nada? ¿No vas a culparme o a defenderte?-, preguntó.-No-, respondí sin darle mayores detalles. -Ya he hablado lo suficiente. Diego tomó aire profundamente mientras se pasaba una de sus manos por el cabello. Algo pronunció en voz baja, pero esta vez no pude escuchar qué era lo que decía. Sabía que me estaba observando, pero aún así no me volteé para verlo. El silencio y la incomodidad nos invadieron a ambos, era como si fuésemos dos perfectos extraños que estaban encerrados en un sitio del cual sólo deseábamos huir. Lo oí como bebió el último sorbo de su cerveza y dejó la botella sobre la mesa. Escuché sus pasos dirigirse en busca de su chaqueta y luego desplazarse hacia la puerta. No dijo nada, yo tampoco lo hice. Tal vez lo esperó, pero preferí cerrar mi bocota y sólo quedarme observando las luces de la ciudad. Un par de segundos bastaron para que que la puerta de entrada se cerrara despacio. Diego finalmente se había marchado. Me quedé en silencio. Me cuestioné muchas cosas que, obviamente, tenían que ver con lo que él había dicho había un momento atrás. Pero lo que no comprendí fue: "Siempre estás lamentándote por todo lo que dices, pero nunca haces nada para remediarlo". -¡Lo estás perdiendo, maldita loca!-, me recriminé. -Se lo vas a dar en bandeja de plata a esa mujer que terminará llevándoselo lejos de ti y todo por...-. De pronto mi teléfono comenzó a sonar y por un instante creí que podría ser él. Me apresuré a contestar la llamada no sin antes fijarme en la pantalla que decía: Liz llamando.-¡Hola, tía Liz!-¿Emma?-, dijo con la voz algo temblorosa.-Tía, ¿estás bien?-Sí, cariño. Lo estoy.-¿Estás segura?-, pregunté otra vez algo intrigada. Me estaba poniendo nerviosa. -Es casi medianoche y tú nunca sueles llamar a esta hora, a no ser que... ¡Dios! ¿Te sucedió algo?-Emma, Emma...-Dime lo que sea, por favor.-Emma Del Real, ¿te puedes calmar?-Lo haré cuando me digas qué está pasando.-Cálmate, cariño, que a esta pobre vieja no le ha pasado nada.-Tía, creo que lo de vieja está de más.-Pues gracias. Es el mejor cumplido que he oído en mucho tiempo. Comencé a reírme de sus palabras. Ella era mi perdición y mi único cable a tierra.-¿Cómo estás, querida mía?-Bien.-¿Estabas trabajando? ¿Interrumpí algo?-No, nada. No te preocupes. Sólo haz interrumpido la soledad de mi departamento. Es algo habitual en mi ritmo de vida.-¿Y Diego?-, quiso saber.-Diego... está... muy bien.-¿No está contigo?-¿Por qué tendría que estarlo? Tiene su vida...-Lo decía por lo inseparables que se volvieron el uno del otro desde hace ya varios años. Él me agrada. ¿Nunca te has planteado la idea de...?-De acuerdo, ¿decías?-, la interrumpí. Aquella frase típica de mi persona daba por terminado ese tema de conversación.-Bien-. Y luego el silencio prosiguió entre ambas, lo que me hizo sentir que no había llamado necesariamente pasa saber como me encontraba.-Tía, ¿qué sucede?-Cariño...-, se detuvo. Aún cuando se encontraba a cientos de kilómetros de mí podía sentir su tensión.-Tía, ¿qué es lo que pasa?-Emma, lo que voy a decirte es muy difícil tanto para mí como para ti.-¡Maldición, tía!-¡Deja de maldecir, Emma!-Esto no me está gustando, ¡pero sea lo que sea dilo ya!-Se trata de tu madre, amor. Clara está muy enferma y quiere... necesita verte. Oí a Liz que continuaba con la charla de forma paulatina, como si le costara demasiado pronunciar cada palabra, por lo mismo no pude procesar con calma lo que me decía. Era como si mi mente hubiese regresado muchos años atrás.-Emma, Clara se está muriendo-, sentenció. Tras aquellas palabras sentí como mis piernas no lograban contenerme, pero no supe de dónde saqué las fuerzas necesarias para mantenerme en pie. No iba a caer, no esta vez.-Querida, ¿estás ahí?-, preguntó Liz al no sentirme desde el otro lado de la línea telefónica. -¿Emma? Me sacó de mi trance su voz que pronunciaba mi nombre sin detenerse.-¡Emma, por Dios! ¿Aún estás ahí?-Sí, sí... lo siento. Estaba ... distraída.-Cariño, ahora la preocupada soy yo. Di algo.-Ya te escuché. ¿Qué quieres que haga?-No se trata de lo que yo quiero que hagas. Independientemente de todo lo que ha sucedido con ella y contigo es tu madre y te necesita.-Yo también la necesité muchas veces. De echo, ahora es uno de esos momentos, pero nunca estuvo ahí. ¿Lo recuerdas?-No sabes como me duele que lo digas de esa forma, pero lamentablemente es cierto. No voy a abogar por mi hermana, no voy a justificar la vida que ha llevado, pero la amo y te amo a ti más que a nada en el mundo. Sólo busco un poco de tu buena voluntad.-Ella no la tuvo, ¿por qué yo debería hacerlo? ¿Por qué tendría que darle un poco de mi buena voluntad y de mi vida si no se la merece?-Por la sencilla razón de que tú no eres como Clara. Eres mejor que tu madre, Emma. Cerré los ojos sin saber si lo que sentía era rabia o dolor al escuchar todo lo que me estaba pidiendo.-Ella te necesita ahora más que nunca, querida. Haz lo que ella nunca hizo por ti, por favor-, casi me suplicó.-No lo sé. No voy a mentirte, pero no siento nada en este momento. No quiero prometer algo que quizás, no llegue a cumplir. Dame tiempo, ¿quieres?-Eso es lo que no tenemos, Emma.¡Maldición, como odiaba que me presionaran!-¿Y qué voy a decirle después de tantos años?-No tienes que decir nada... Por ahora.-No es tan fácil, tía. Lo que me estás pidiendo para mí es casi imposible. ¡Ella se fue, por Dios! ¡Me abandonó! ¿Qué ya no lo recuerdas?-Lo recuerdo muy bien, pero esa mujer es tu madre. No te estoy pidiendo que recuperes el tiempo perdido. No te estoy pidiendo que la quieras, sólo que deseo que la veas... tan sólo un momento. Ella... quiere hablar contigo. Sus palabras parecían sensatas. ¿Podía confiar en tía Liz y en todo lo que me estaba proponiendo? ¿Sí, no?-Si es tan importante para ti... Está bien. Pero que te quede claro, no lo hago por ella y tampoco por mí.-Sé a qué te refieres y no sabes cuanto te lo agradezco.-No tienes nada que agradecer, por ti lo daría todo. Esa mujer... ya no existe en mi vida. Hace mucho tiempo se marchó y con ella también se desvanecieron todos los recuerdos.-Emma...-, pronunció mientras se le quebraba la voz.-Ahora... ¿me das un par de días al menos para preparar el viaje? ¿Ella está contigo?-, quise saber.-No, ella está en "Santa Elena".Ese nombre, ese lugar... Mis ojos marrones comenzaron a humedecerse y mi pecho terminó por oprimirse.-Emma, ¿me estás escuchando?-Sí. Estaré ahí... No te preocupes. Ahora tengo que colgar.-Amor, no quiero darte problemas, pero si no necesitara de ti y todo esto no fuese tan importante yo...La interrumpí. Realmente me sentía muy extraña y deseaba por sobre todo colgar la llamada.-Bien. Hablamos mañana, por favor. Te volveré a llamar.-¿Lo prometes?-Lo... prometo. Adiós.-, fue lo último que dije antes de finalizar la llamada. Lancé el teléfono sobre uno de los sofás de la sala. Inhalé profundamente tanto como mi pecho me lo permitió, como si el aire que necesitara para seguir respirando comenzara a escasear. Pensé en ella mientras trataba de conectar mi mente, mis emociones y los movimientos de mi cuerpo en uno solo. Había transcurrido tanto tiempo desde la última vez que la había visto y escuchado que no lograba siquiera recordar de qué color era su cabello o cómo era su sonrisa o su tono de voz... "No, en definitiva no soy como ella", pensé y evoqué la escena que aún guardaba con recelo dentro de mi mente, la que muchas veces quise olvidar y que ahora se repetía con tanta fuerza. Todo iba pasando como si estuviese rememorando alguna que otra película, pero no una cualquiera, sino la de mi propia vida. Entonces, una fugaz lágrima comenzó a rodar por mi rostro, y otra, y otra más...
Continuará...
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