Capítulo XII. Memorias de Casariche
Publicado en Dec 31, 2012
Capítulo XII y último de "Cronicas de una familia"
En cuanto a la familia del hermano de mi abuelo, Luciano de los Reyes, conocido por Luciano sin sobre nombre, se le reconoció en su primera madurez como un hombre inteligente para los negocios, tal vez poco escrupuloso a la hora de aprovechar alguna oportunidad que le enriqueciera aun a costa de los demás. Hombre convincente en sus argumentos, con decisión y mucho poder en el Ayuntamiento, como su padre, amigo de todos los alcaldes de Casariche y autoridades a nivel provincial y de Málaga, en particular. Era titular de fincas de mayor extensión de Andalucía, en los cultivos de olivar y secano. Con molino propio, convirtió su actividad en colectiva, similar a una cooperativa, consiguiendo que muchos labradores utilizaran su molino, incluso para almacenar sus aceites para posterior venta. Consiguió gran prestigio entre los agricultores de Casariche y la comarca natural que componía los pueblos limítrofes. En su segunda madurez, Luciano continuó con su actividad de negocio, muy próximo a las directrices fascistas en plena dictadura franquista, utilizando la Iglesia como escudo ante los agravios del momento. En este ámbito, se le reconoce múltiples obras de caridad, favores y auxilios a los necesitados, donde se incluye la concesión amistosa de pequeños prestamos que recuperaba en cuotas semanales, otras a cuenta de jornales. Estaba casado con Carmen Cabezas, procedente de familia adinerada del pueblo, habiendo regentado ambos capitales. De esta unión nacieron todos sus hijos, Antonio y Luciano fueron los descendientes más conocidos por nuestra generación, seguidores de la política de su padre, (el gran Luciano) consiguieron ser prácticamente los amos del pueblo, desde la muerte de este en 1948 hasta los años 70. En esa etapa también se distinguieron como ricos de Casariche, sus hermanos Adolfo y Alfredo, así como sus hijas Pilar, Carmen y María. Alfredo se casó con su prima Conchita, la hija de su tío Manuel, una gallega, residente en Vigo, para lo que contó con un permiso especial de la Iglesia. Este matrimonio no duró mucho tiempo, ya que contrajo matrimonio en segundas nupcias con la pontanense Carmen Cielos de la que tiene descendientes. Recuerdo la celebración de esta boda, donde asistimos todos viviendo ya en la Cuesta Borrego, allá por el 1957/58. Pilar casó con un veterano de la medicina, el Dr. Joaquín Graciano, de la localidad de Lucena. Allí vivieron en la céntrica Plaza Nueva junto a la Iglesia de San Mateo, donde cada año acudíamos para presenciar desde los balcones de su casa de estilo modernista, los artísticos fuegos artificiales en honor de Ntra. Sra. de Araceli, patrona de Lucena y del campo andaluz. Pilar era muy aficionada a las antigüedades y las joyas. Mi padre le vendió algunas alhajas de valor, casi siempre con esmeraldas y brillantes. María se casó igualmente con otro médico, esta vez de Puente Genil. Vivía en la calle Madre de Dios, frente a la Iglesia Ntra. Sra. de la Concepción. Recuerdo también haber asistido con mi madre a su casa, en los viajes que hacia al pueblo, en busca de arreglos de joyería para mi padre. Mi madre tenía una gran simpatía y era muy conocida, sobre todo en Miragenil y barrio bajo en general. La primera vez en mi vida que vi un cuarto de baño completo con sus accesorios fue en esta casa. La criada me acompañó indicándome donde tenía que pulsar para descargar agua en cascada al wáter. Así lo hice y tanto me sorprendió que me asusté y salí corriendo de allí con los pantalones medio bajados, con la consiguientes risas de mi madre y su prima María. Mi madre mantenía correspondencia con sus primas gallegas, en especial con Conchita la que fue en su día mujer de su primo Alfredo. Parece ser que se llevaban muy bien de anteriores convivencias de Casariche. ¡Cuántos recuerdos me vienen a la memoria de aquella infancia en Casariche, cuando apenas contaba ocho años, junto a mis hermanos Fernando y José Antonio, con quince y tres respectivamente! Mi hermano mayor nació cuando se celebraba en Sevilla su gran Feria. Un 26 de abril de 1941. De nombre Fernando como no podía ser de otra manera, al ser el primer hijo. La niñez de Fernando transcurrió felizmente. Conoció a nuestro abuelo Pepe Borrego, ya que este pereció cuando el tenia dos años. A su alrededor las primas y primos, hijos de sus tías Dolores y Josefa, hermanas de nuestra madre. Mi hermano en su infancia dormía con nuestra abuela Genoveva en la calle Las Monjas. Según recuerda, desde la ventana se veía la procesión en Semana Santa. Curiosamente la abuela, ya mayor, al paso de la Virgen, decía: "recógeme virgencita" palabras que no ha podido olvidar. Así como el sudario de esta en el día de su fallecimiento, ayudado por Juan Parrado el tío Tabletas. La etapa escolar la impartió en la Escuela Pública de don Armando Ortiz, en la Calle San Antonio, (en el antiguo Centro de la Falange) adaptado a Colegio de Enseñanza. En aquella época los jóvenes se incorporaban al trabajo muy pronto, algunos desde la niñez. Pocos estudiaban y los que hacían carreras universitarias vivían con familiares en Sevilla, casi siempre eran hijos de familias nobles, labradores burgueses, con capacidad económica para sufragar los estudios. Fernando era un niño lúcido e inteligente; desde muy temprana edad supo adaptarse a todas las circunstancias. Con un padre muy inflexible en su adolescencia, consiguió su complicidad al compartir la misma afición: El futbol. Su deporte favorito. Jugó con el equipo local Ventipo, C.F. y destacaba por su fuerza y rapidez de juego, que remataría con esplendidos goles en competiciones de feria contra equipos de los pueblos limítrofes. Aún recuerdan los mayores de Casariche a nuestro padre explicando estrategias de juego a los chavales en los entrenamientos, como si de un instructor se tratara. Se preparaban en "El hoyo de la Molinilla" una antigua cantera abandonada y también en el llano del paseo de Triana, junto al rio Yeguas, cerca de casa. Hoy el paseo no existe, en su lugar se encuentra parte del embovedado del río a su paso bajo el puente. El Cuartel de la Guardia Civil se encontraba justo a la izquierda de nuestra casa, hoy un solar convertido en calle. Nuestro patio era contiguo al Cuartel, allí se ubicaba las viviendas de los guardias civiles, yo jugaba con sus hijos y mis padres mantenían buena relación con todos, en un esfuerzo de convivencia en plena posguerra, no olvidemos los sucesos acaecidos durante la contienda, donde mi padre estuvo encarcelado por motivos políticos y que no olvidaría jamás. El Cuartel representaba el régimen franquista "Todo por la Patria", mi padre en tono de humor decía "todo por la tapia" en alusión a la pared que nos separaba entre patios. El Día del Pilar los guardias civiles organizaba una comilona y siempre invitaban a mi padre, conscientes de que era buena persona, sin ningún matiz político, ellos lo sabían bien, ya que incluso tomaban copas en el bar de Marín. En frente, en la esquina junto a la fuente pública, el bar "La Monea" de Santiago Giraldes, padre de Prudencio, aquel joven que estudió para cura. En este bar, mi padre acudía de vez en cuando, ya que su bar favorito era de Manuel Marín en la otra esquina junto al Puente de Triana. Aunque no era frecuente, mi madre acompañaba a mi padre siempre en domingos por la tarde, se sentaban ocupando un velador en la calle, para desde allí ver pasar los trenes que circulaban dirección Bobadilla o Córdoba. Mi madre se arreglaba con sus mejores vestidos, la gente se paraban a saludarla y preguntaban por sus hermanas, a lo que mi madre correspondía, sonsacando también por cada una de estas familias, mi padre no salía de su asombro al comprobar que mi madre conocía por su nombre a todo el pueblo. Un poco más arriba se encontraba la tienda de "La Campana", propiedad de Carmen Sojo, tenía dos hijas muy guapas, se llaman Mari y Loli. Posiblemente tendría algún parentesco al ser Sojo. Allí me enviaba mi madre a los mandados de siempre, pequeñas compras de alimentos, frutas o verduras. Apenas si llegaba al mostrador, me atendían con gran simpatía. Creo que contrajeron matrimonio con Frasquito y Pepe Comino. La tienda se llamaba así por su origen de La Campana donde eran convecinos. Entre las puertas de "La Campana" y el bar de Giraldes hacia parada el autocar de Frasquito Tenor, de Badolatosa. Allí recogía pasajeros con destino a Estepa, mi padre era usuario de este servicio, ya que con frecuencia visitaba los clientes que tenía en ese municipio. Para ir a Estepa forzosamente había que coger el Autocar de Frasquito, ya que el tren no pasaba por allí. El autocar era de lo más vario pinto, casi siempre lleno de gente, con bultos de todos tamaños amarrados al techo. Intentaba comprender el motivo de movilidad de aquellas personas, a veces hombres del campo, señoras con pañuelo en el pelo, curas, viajantes de comercio, etc. Quizás el bar que mejor memorizo es el de Manuel Marín Marín, situado desde 1945 como habíamos comentado en la esquina del Paseo de Triana, aparte del bar, Manuel Marín vendía de todo. Desde material para la construcción hasta chacinas, conservas y relojes. Marín tenía tres hijos, Manolo, Ramón y una chica, creo se llamaba Loli. Había en esta casa un mozo para los mandados, de apodo "El Tolea" se trataba de un joven adolescente muy eficaz en todo cuanto se le mandara. En los patios de la casa, había diferentes tipos de materiales para la construcción, cañas, losas, sacos de cemento, etc. También, embutidos y un gran surtido en latas de conserva, que mi padre compraba. Eran de atún, dulce de membrillo, o cajas de mantecados de Estepa, etc. En el bar de Marín frecuentaban los primos de mi madre; Antonio, Luciano y Alfredo Borrego. En especial Luciano gustaba de hacer bromas gansas para su diversión, así cuando la reunión estaba subida de tono, zamarreaba la estantería próxima a donde se ubicaba, cayendo todas las botellas al suelo, llenándose el lugar de cristales rotos, vino derramado y estantería en el suelo. Gracia que Manuel Marín cobraba hasta la última peseta. Al día siguiente en el bar no se hablaba de otra cosa. Otras bromas pesadas, era la que realizaba Alfredo. El que presumía de ser el Hércules de Casariche, se entretenía por la noche, cuando estaba bebido, en arrancar las ventanas de cuajo con ayuda de un solo brazo, en especial en la calle que iba para la piscina. A veces eran pequeñas ventanas que daban a dormitorios de vecinos, otras no. Pero se arreglaba a la mañana siguiente, enviando a la casa en cuestión, una cuadrilla de albañiles y un billete regalo de 500 Ptas. todo un dinero en aquella época. En plena Navidad nació mi hermano José Antonio. Yo contaba cinco años. Otro varón a quien le pusieron José Antonio por el abuelo Pepe Borrego. Por cierto, el abuelo nació un 22 de diciembre y su bisabuelo el 6 de enero. Fue una noche de Navidad, el 26 de diciembre del 1952. Por tanto, los tres de signo Capricornio (fieles y honestos). Mi retentiva me lleva a mi padre, al tío Juan Parrado, a la prima Encarnita de Sevilla y a la patrona en la antesala del dormitorio. Al poco rato de nacer lo llevaron a mi cama y mi padre me dijo: mira ya tienes otro hermanito. Su niñez fue muy parecida a la nuestra, jugaba con los regalos de Reyes, un caballo de cartón, y lápices de colores. Existía un kiosco de chucherías, frente a casa, allí acudíamos los niños del barrio a comprar pipas, paloduz, regaliz, cromos, ochos de pan, etc. El precio de estos productos eran de 10 céntimos, le llamaban "Parrita" este kiosco era móvil y a veces se instalaba junto a la cera, entre el cuartel de la Guardia civil y el bar de Marín. El kiosco estaba atendido por una joven, en verano se despachaba helado. Un domingo nos visitaron los hermanos Navarro, primos de mi padre por parte de la abuela. Habían venido desde Córdoba a ver un partido de fútbol que tendría lugar en Puente Genil, que jugaba contra el Córdoba CF. Como el trayecto lo habían hecho rápido, venían cada uno en Vespa, se pasaron por Casariche con idea de compartir un rato con nuestro padre. Uno de ellos, Paco, me compró en este kiosco el helado más grande de mi vida, un corte de sabores combinados de 5 ptas. Acabó derritiéndose en mis manos sin que diera lugar a consumirlo. No puedo dejar de comentar, la fuente de tres caños y el pilón circular situado frente a mi casa, donde abrevaban las caballerías antes y después de la jornada agrícola. La fuente ubicada donde está actualmente, era frecuentada por mujeres de todas las edades, unas con un solo cántaro, otras con un carrillo de mano donde transportaban hasta dos y tres cantaros de barro, aunque los más pesados eran conducidos por hombres, casi siempre jóvenes, de paso, para ver a las mozas del barrio. Era un lugar de encuentro, perfecto para chismorrear y airear asuntos de amores. También era lugar de partida para el campo, al amanecer llegaban al lugar numerosos jornaleros y jornaleras, unos con animales para abrevar, ellas con faldones y pañuelo a la cabeza. En Casariche como en la mayoría de los pueblos andaluces, el campo era el único medio de vida, en especial en las campañas de recogida de cosechas, aceitunas o trigo. Al comienzo de la Calle Triana, entrando por el túnel de la estación, en la esquina con la carretera de Badolatosa, donde hoy existe un bar, se ubicaba la miga de Doña Pilar, a mi opinión, de dudosa profesionalidad. Doña Pilar era de genio tomar, quizás demasiado para regentar un aula de niños pequeños. El centro era parecido a una guardería, el horario de 10 a 13 y de 15 a 17 de lunes a sábado. Los niños y niñas llevaban un batín por uniforme, y solo existía una norma: la regla de Doña Pilar, una palmeta de unos 60 centímetros encima de su mesa, conseguía el mayor de los silencios entre los párvulos, aterrados por aquella extraña regla de enseñar. Esta señora justificaba la política de "la letra con sangre entra". No era la única en utilizar este sistema, algunos maestros en la etapa franquista utilizaron el mismo método. También cerca de allí, próximo al túnel de la estación, el bar del Litri, en la carretera de Badolatosa, muy conocido por los arrieros o jornaleros, que tomaban su copa de aguardiente para hacer el camino. En dirección a la Plaza, la tienda de tejidos de Manuel González, donde mi madre compraba calcetines, medias o telas para hacer toda nuestra ropa de vestir ya que en aquella época apenas si existía la confección. El estanco de Encarna y Conchi en la esquina de la Calle Luna; mi padre compraba allí los paquetes de tabaco prensado y libritos de papel de fumar para hacer los cigarrillos. De niño yo le ayudaba a liar los cigarros mediante una ingeniosa maquina, era un juego entretenido que compartíamos en mesa las tardes de los crudos días de invierno. La Fonda regentada por Giraldes en la mediación de la calle Luna, donde se alojaba el capitán retirado don Rafael Martínez; aquel hombre, antes militar, que impulsó la creación de la piscina municipal y otra pequeña en forma de almeja. En esta piscina aprendimos todos a nadar, el capitán Martínez era amante del deporte acuático; en sus tiempos fue campeón nacional de natación, especialidad braza y espalda. Su asistente José de la Puebla. Frente a la plaza, la tienda de Juan Gómez y la Confitería San Antonio que aún existe en el mismo lugar junto al Ayuntamiento, cuyo nombre debe corresponder a la ermita de San Antonio que estaba justo enfrente. En el altar la imagen de Santiago Apóstol a caballo con espada en mano, dando muerte a un soldado moro con cara aterrorizada. Al final de esta calle se encontraba como hemos comentado antes, la Escuela Pública de Casariche, donde daba clase don Armando Ortiz, el que fuera también mi maestro. Otros establecimientos de la época, el bar de Frasquito del Casino, Pepe Carcajosa o Eladio, por citar algunos. Mi padre solo visitaba los bares del barrio alto en ciertas ocasiones festivas. En alguna ocasión fui a su encuentro, con intención de piquear las sabrosas tapas que le servían. En la calle la Iglesia, el Cine de Luciano Borrego Cabezas, primo de mi madre. En aquellos tiempos había dos cines; el de sala de invierno y justo al lado, la terraza de verano, donde presencie por primera vez películas americanas de indios apaches y otras españolas con actores como Antonio Molina, Carmen Sevilla, o Juanita Reina. Algunos títulos, "Carmen la de Triana" de Imperio Argentina, "Currito de la Cruz", "Lola la Piconera", "Pena Penita Pena" de Lola Flores, el inolvidable "Marcelino Pan y Vino" o "Bienvenido Míster Marshall". La entrada de niño costaba dos reales, es decir 50 céntimos; el mismo precio que un dulce de la Confitería San Antonio. A veces si la película no me gustaba o la había visto, cambiaba el cine por el dulce. El cine era la única distracción del pueblo, -aparte del futbol- yo concurría solo los domingos en la sesión de tarde y con mis padres cuando la clasificación fuese de menores a estrenos como los que he citado. Diferente era en la Feria, donde no faltaba el circo y otras atracciones. La Feria se celebraba en la plaza y camino de la piscina. En Triana los fuegos artificiales, junto al pilón de ganado. Otra festividad que recuerdo de niño era la Romería de San Marcos el 25 de abril de cada año. Todo el pueblo se marchaba al campo con idea de pasar la jornada en plena diversión. El lugar preferido era la Sierra del Puntal a unos 5 kilómetros de Casariche camino de la estación. Corrían tiempos de escasez, en la Escuela de don Armando nos daban a media mañana un jarro de leche de polvo, pan con mantequilla y posteriormente queso, procedente de la ayuda americana. El jarro lo aportábamos cada niño el suyo, hecho en lata. Un invierno me salieron unos terribles sabañones en todos los dedos de las manos. El remedio casero era introducirlos en agua muy caliente para que circulara la sangre. Al final se reventaron y tuve las manos vendadas algún tiempo. Desde entonces los dedos los tengo deformados. Según me cuenta mi hermano Fernando, coincidiendo con la fecha de mi nacimiento, marzo 1948 le antecedió un invierno fluvial y tormentoso, climatología esperada por los labradores tras varios año continuados de sequía aun recordada de los años cuarenta. Por cierto, mi primos Antonio Estepa nació en noviembre de 1947; y Manolito Parrado en enero de 1948, lo que significa que mis tías Josefa y Dolores estaban embarazadas al mismo tiempo que mi madre, ya que nacimos con una diferencia de 2 meses cada uno. En esa etapa, los campos agradecidos por la climatología, fueron los primeros en mostrar todo su esplendor. En tan solo unos días empezaron a llenarse de amapolas grandes extensiones de terreno, parecían mantos de terciopelo rojo que se mezclaban en sus términos con margaritas blancas. Todo un espectáculo que mis ojos aún no podían ver, pero si percibir. Mi padre satisfecho, por fin encontró la oportunidad de poner a su segundo hijo el nombre del Arcángel San Rafael, Custodio de Córdoba, ciudad natal de mi padre en evocación a tan bella ciudad. También se llamaba Rafael un tío suyo del que he comentado anteriormente, y la abuela Rafaela, todos naturales de Córdoba. La situación actual de los tres hermanos es bien distinta tras el paso de los años. Mi hermano Fernando contrajo matrimonio siendo muy joven con María Teresa García Torres, hija de doña Teresa Torres y don Cipriano García del Valle, Secretario del Juzgado de Puente Genil, natural de Tafalla (Navarra) Mari es natural de Guadalajara. Hasta su jubilación se dedicó al negocio de Joyería en su precioso establecimiento reformado en el año1988 por el decorador Antonio Solís, en el Paseo del Romeral en la Matallana. Tuvieron cinco hijos, mis sobrinos Fernando, María Teresa, Gustavo, Eva y Rubén, todos casados excepto Rubén. Gustavo está separado. Mi hermano Fernando es un jubilado feliz con 8 nietos, y una afición bien arraigada en el chalet de su propiedad; el cuidado y mantenimiento de 4000 plantas distintas repartidas por toda la parcela y unos caninos que le obliga a ir todos los días para echarles de comer. Es su residencia de verano, donde comparte con toda la familia, entre baño y baño en la piscina. Yo me casé en primeras nupcias con Pilar Ruiz natural de Priego de Córdoba, tuvimos tres hijos, Rafael, José María y Pilar, todos nacieron en Priego, aunque por error, el mayor se anotó en Puente Genil, municipio donde recién casados pusimos residencia. Nos separamos en 1996. Tengo tres nietos, Álvaro de Pilar, Adrian y Lola de José María. Una vez divorciado, en mi prejubilación, me casé en segundas nupcias con Katia Montejo, natural de Remedios (Villa Clara) de Cuba. Sin hijos de momento. Pusimos nuestra residencia en Benalmádena (Málaga) donde vivimos actualmente. Mi primera etapa laboral fue entre Puente Genil y Priego, donde fui titular de un negocio de Joyería de venta a domicilio. Con la crisis de los 70, transformé la actividad en almacén de platería a través de vendedoras por toda Andalucía. Sentí atracción por la política y en las Elecciones Locales del 1979 fui elegido concejal y pase a formar parte del gobierno municipal como Teniente Alcalde del Ayuntamiento de Priego y Diputado Provincial. A partir de ese momento inicio una carrera política que dura hasta mi jubilación, como miembro del Gabinete de la Alcaldía del Ayuntamiento de Córdoba. Mi hermano José Antonio, en cuanto a descendientes ha superado a Fernando; tiene dos hijos, Fernando y José Antonio y nueve nietos. En activo aún, posee dos establecimientos de joyería en Puente Genil, uno que él regenta con su esposa Emilia en la cuesta Borrego, y otra en la calle Antonio Aguilar y Cano en la Matallana, donde la atiende su hijo Fernando. Mi hermano contrajo matrimonio en Puente Genil, con Emilia Porras, hija de Encarnación Llamas, natural de Casariche. También José Antonio tiene un precioso chalet donde pasa las temporadas estivales, con toda la familia. Es curioso que la calle donde vive mi hermano lleve el nombre de Borrego; en esta calle anduvimos los tres hermanos en nuestra juventud, allí teníamos nuestra residencia y el Taller-Tienda de nuestro padre y donde aprendimos el oficio de joyero. La Cuesta Borrego debe su nombre al hecho de haber vivido mucho tiempo en ella la familia de los Ximénez Borrego, notables que la habitaron en tiempos lejanos. Aunque ahora, creo que la familia más antigua es la nuestra, como lo demuestra la licencia municipal de apertura del taller en 1956, continuando interrumpidamente con mi hermano José Antonio. Ahora si me despido de todos, esperando que mi trabajo haya contribuido al conocimiento de la familia, en definitiva, el objetivo principal de esta pequeña obra. Gracias por vuestra lectura.
Página 1 / 1
|
Maria begley
Maria begley