Pasan los viejos, casi etéreos:
Antes mareas y ahora en mecedoras.
Su boca rezuma sabiduría y edades
más llevan la desolación marcada en sus huesos.
Son huesos quebradizos, como historias de hadas.
Muchos de ellos llevan tornillos y clavos.
Son como tinieblas de sal hacia la nada.
Los han consumido los soles y las sombras.
Han luchado hasta el cansancio como obreros
y peleado en las calles y entre los sindicatos.
Su fuerza se extingue sosteniendo su bastón.
Buscar el equilibrio les quita el sosiego.
Mustios entre los mustios: Un ente del después.
Sólo les quedan recuerdos y vivencias.
Son un Antes consumido en sus secretos.
Se sofocan de miedo al llegar a la esquina
y con razón: temen las corneaduras de los autos.
En otras épocas fueron heroes de guerras o hippies.
Voy hacia allá, con premeditación.
Mi cuerpo, hoy equilibrado, ha de llegar a ser congoja.
Aunque no quiera o reniegue de ello
estoy sujeto a andar por los caminos de la Ausencia.
Y aunque todavía no me ataque la acidez en las noches
y mis oídos funcionan aún regularmente.
Sé que partiré como escarcha silvestre
hacia un mundo olvidadizo, silencioso y extraño.
Que borró de la tierra la cara de Budda.