NIO
Publicado en Jan 06, 2013
Como puedo comenzar esta historia, tal vez con un; había una vez… pero no en realidad eso seria demasiado tradicional, plantearía una lejanía con aquel que leyera estas líneas. Si esto ultimo llegase a suceder en algún momento. Por que no, comenzar contando de donde surge esta épica historia. Aunque al hacer esto provocaría un efecto contrario a aquel que busco, pues quien creería que esta es la narración de un hecho completamente surgido de mí mente, cuando lo que voy a contar es un suceso tan real como quien lo escribe. La indecisión no brinda consejo alguno y tampoco va ha escribir nada. Mejor lo cuento tal cual sucedió y ruego porque quien lo lea siga creyendo que soy poseedor de una imaginación digna de cualquier escritor fantástico. Bueno acá voy… Esto empieza así, era una calida siesta de invierno. Si calida, era uno de esos días pertenecientes a lo que los mayores llaman veranito de San Juan, donde durante la segunda semana de las vacaciones de invierno, sufrimos una elevación extraordinaria de la temperatura. Es en estos días donde uno, como el niño que era yo en ese entonces, podía disfrutar realmente de aquellas jornadas sin clases, puesto que el resto de las vacaciones estaban signadas por el gélido invierno. Caminaba por la calle tejedor hasta el almacén ubicado a dos cuadras de mí casa. Ese almacén era atendido por un amable anciano, el cual actualmente cumple arresto domiciliario por intento de abuso. Pero en ese tiempo todavía no había cometido ningún delito, por ende era bastante bien visto en el barrio. Bueno mi historia nada tiene que ver con este hombre, solo lo huso como ejemplo para poder demostrar que el tiempo pasa y la gente cambia, convirtiéndose en otras personas que desconocemos por completo. La cuestión que caminaba hacia el almacén de este hombre, la misión era sencilla comprar un kilo de pan y lo que sobrase del vuelto era para mí. Por este ultimo incentivo, mí resolución era de completo compromiso. Una vez dentro del almacén, cumplí con mi misión y compre un chupalupe mediano, no me alcanzaba para uno gigante. Conforme con el trofeo conseguido emprendí la travesía de regreso a mí casa. Así es que volvía a casa abrazado a la bolsa de pan y medio atragantado con el chupalupe. Estos chupetines aun en su presentación media eran realmente gigantes, consistían en un gran circulo de caramelo constituido de varias vetas multicolores. Su forma y tamaño hacia muy difícil introducirlo en la boca, sinembrago con un poco de maña y experiencia allí había terminado mí adquisición. Se podría decir que tal obstrucción en el interior de mí boca, me impedía pensar en otra cosa que no fuese el disfrutar del dulce chupetín. Tal vez por eso fue que no note en primera instancia el extraño insecto brillante delante de mí, hasta que este hizo dos veloces pasadas más frente a mis narices. Primero intente espantar al molesto insecto que continuaba revoloteando y dejando purpurina en el aire. Durante tres metros estuve peleando con el bichejo sin notar realmente de quien se trataba en realidad, hasta que porfin se detuvo delante mió. Era un hada, si unos de esos animalitos mitológicos con forma de mujer. Era realmente pequeña, apenas si tenia el tamaño de un colibrí. Apesar de mantenerse frete a mí, movía fuertemente las alas, que la obligaban a mantenerse en un movimiento pendular. En un principio me costo distinguir su rostro pues el brillo que la envolvía apenas dejaba ver su silueta. Notando mi desconcierto, no sé como, pero bajo su brillo. En ese momento pude distinguir su rostro y su cuerpo pues estaba desnuda. Era la primera vez en mí joven vida que veía una mujer desnuda. Bueno no puedo asegurar que realmente estaba desanuda, pues era muy pequeña y el brillo no había desaparecido. Supongamos que no estaba desnuda, al menos debía de estar vestida con alguna transparencia. La pequeña criaturita comenzó a hablarme y yo me atragante. Pero me atragante con ganas un mar de saliva y caramelo inundo el espacio entre la garganta y el esófago. Tosí un poco, hice una arcada como si fuese a vomitar, un gargajo surgió de mi boca, marco un arco e impacto contra el umbral de la puerta de la casa de Doña Chola. Ahora que me pongo a pensar eso explicaría el porque al día siguiente tuvieron que enyesar a la vieja. No importa ahora, lo que si importa es que el hada hizo un gesto de asco, quito la vista del pequeño charco sacudiendo su pequeña cabecita y volvió a sonreír. Continúo con lo que había comenzado a decir. -Hola niño-. Su voz era gruesa y calida la sentía venir de todas partes, como si me envolviese.-Vengo a ofrecerte la posibilidad de… ¿eso es dulce? ¿Está hecho con caramelo?... no, no importa. Vamos a lo que nos atañe, vengo a ofrecerte la posibilidad de conocer mundos increíbles donde podrás vivir… la verdad que ese caramelo se ve rico y muuuy dulce… podrás vivir aventuras. Quiero…eso…dulce…rico-. Yo no entendía que le pasaba a esa mujer, pues sus ojos se habían desorbitados e inyectado en sangre, daba miedo.-Dulce, dulce, dulce-. Es todo lo que repetía. Mí desconcierto desapareció cuando la criaturita, que digo criaturita, cuando el monstruo venido del infierno en un vuelo rapas me arrebato el chupalupe de la mano. Mano que en mí estupefacción había permanecido elevada y expuesta.-¡EH!-. Fue mi exclamación, la elocuencia recién vine con la edad. La muy… delincuente emprendió la huida, yo Salí de inmediato en su persecución. Habré corrido por lo menos una cuadra, detrás del hada, antes que esta se metiese dentro de un terreno baldío. La verdad que aquel lote nunca lo había visto o llamado la atención. Aun hoy estoy en duda si existía antes de ese día. La cuestión es que sin dudarlo ingrese a ese lugar muy emparentado con las selvas. Pues se notaba que nunca había conocido una buena limpieza. Luchando con malezas mas altas que yo, botellas rotas, ramas gigantescas, algún que otro resto de automóvil, incluso puedo jurar que vi una escalera a ninguna parte no intente pasar por ella, solo seguí caminando hasta el fondo del lote. Contra la pared que marcaba el fin de mi travesía, había una pequeña cacilla seguramente era el lugar donde algún cuidador guardaba sus herramientas. Cuidador que hacia años no estaba en ese lugar. Quede por unos momentos parado frente a la casilla, estaba algo desconcertado, hasta que note el inconfundible brillo de la ladrona. Estaba oculta dentro de la casilla, seguramente comiéndose mí chupalupe. Avance resuelto, di una patada a la puerta, la cual levanto una polvareda. Tuve que esperar que el polvo se asentara antes de entrar, pues me asfixiaba. Entre al oscuro lugar había muchas cosas interesantes herramientas, tachos de pintura vacíos y la pequeña hada parada sobre un estante. La delincuente me sonreía de manera burlona y movía la paleta provocándome. En un descuido levanto vuelo e intento un acercamiento provocador, yo rápido y sin dudas estire mi mano, con tal suerte que impacto contra la criaturita. Yo recupere mi dulce, ella voló hacia atrás hasta impactar contra la pared de ladrillo. Resbalo, raspándose la espalda contra la pared, hasta terminar en el piso. Aturdida acomodo sus rubios cabellos y como si rengueara intento volar, subía y bajaba agarrándose el hombro derecho. Detrás de ella se abrió un umbral por el cual pude ver un mundo fantástico, lleno de animales increíbles, hasta un castillo se veía al fondo. El hada volvió a acomodarse el cabello me miro enojada, hizo una seña con su dedo medio y se marcho por el umbral. Yo le di dos lamidas a la paleta, pero estaba demasiado lleno de tierra, lo tire al salir de la casilla. Supongo que esperaran algún tipo de enseñanza al final de esta historia, una moraleja tal vez, pues no la hay. Solo me queda la seguridad que cuando uno es niño no necesita creer en hadas, dragones o cualquier sujeto mágico, ya que todo nuevo e interesante. En cambio cuando uno llega a adulto y descubre que el mundo no es tan grande, necesita creer en lo que sea. Fin. Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi
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