Testimonio mi llegada a este paraje de montaña con el sumo cuidado del  alumno aplicado en obedecer instrucciones. Una pequeña terraza de parque me recibe como si un ser fantástico me hubiera recibido con el calor y el afecto de quien abre sus brazos para recibir a  alguien muy especial con toda clase de demostraciones. En el lugar abro los periódicos dominicales y un libro de Mo-Yan y a salto de Rayuela y a forma de muestreo con la percepción de titulares.
Un café ritualístico,  un abandono desprevenido y total a estos párrafos libre de deseos, tensiones y enfermizos apegos en contra de la libertad accionada por el ventorrillo del medio día. 
La plaza principal, amoblada para los transeuntes, está de celebración el día de Reyes. Niños a granel, turistas, transeuntes como yo terminamos a merced de una avanzada de fotógrafos. En el pequeño teatrino un payaso anima todos los sectores y  contritas niñas atienden los requerimientos de la concurrencia. Pleno de sensaciones pasé por la parte alta de la montaña y desciendo también pleno pero fijando referentes para futuros regresos.
Recuerdo las lecturas de Robert Walser , en el loco caminante encuentro afinidades, siento su armonia interior en esas páginas, en su absoluto desarraigo y en su liberadora soledad abriendo la infinita floresta del goce del aquí y del ahora.