ELLA Y EL ESPANTAPÁJAROS
Publicado en Jan 06, 2013
Para la sombra y los fantasmas de Chrysta Bell Y cuando los jazmines despierten entre las ruedas del carruaje, vendrá ella de la mano del viejo espantapájaros. La veré pasar por mi lado. Camina descalza y sangra su pie izquierdo. La veré pasar. No sabré decirle nada aunque mi alma esté llena de poemas. Pasará por mi lado cuando los jazmines despierten. Tal vez ensaye la misma sonrisa de la anciana desdentada que aparece en mis sueños. De algo estoy seguro: no son necesarios los saludos ni mucho menos despedirse. Alguna vez, con otro espantapájaros y otra mujer, me disfracé con un blanco y rasgado traje de novia que saqué del sótano donde Abuelita guardaba su melancolía. Cuando los jazmines despierten. Yo tenía nueve años y conocía el valor de las piedras del río: una piedra con forma de tortuga; una piedra que parece un puño; una piedra con ojos; una piedra con rostro enojado; en otra ocasión, no pude cargar con ella cuando quise traerla a casa, una piedra de sonrisa eterna. Seguiré al espantapájaros sin dejarle saber que es ella quien me interesa. Siempre he tenido miedo a los espantapájaros que caminan. Vagabundean por mis sueños. El sutil gesto de sus labios fue una invitación para que los siguiera. Besarla mientras la leche corre por su cara y por su boca. El espantapájaros no puede impedir dejar retazos de su cuerpo por donde camina. Es mi esperanza. Seguirlos hasta cuando ella quede sola y comiencen a llegar las aves que ahora tampoco se atreven a aproximársele. Jazmines blancos. Rueda de hierro. Carruaje sin ocupantes.
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