En El Molino de Albacete... (Diario)
Publicado en Jan 15, 2013
Me ubico correctamente: Café Bar El Molino, Autovía A-31, kilómetro 65, Albacete (España). He aquí un punto geográfico interesante en mis aventuras por las provincias manchegas, siempre acompañado de mi inseparable Princesa. Una variopinta serie de "Historias para Conducir" que relato, mientras por la radio escucho canciones llenas de mensajes para los enamorados y las enamoradas de La Mancha, para que Ella no se duerma. Siempre es excelente esto de tener un punto geográfico donde poder tomar café con leche yo (como casi siempre) y té con leche más una ración de "algo de la Casa" ella (como casi siempre). Es indiscutible que, para ser un viajero como Dios manda, tener puntos geográficos para "estirar las piernas" y echarse algún que otro "pitillo" (entiéndase cigarrillo en lenguaje castizo) es de suma trascendencia. No voy a decir que transcendental pero, al menos, lo suficientemente trascendente para no dormirnos. Entre historias contadas -mientras en las emisoras de radio cantan los enamorados a las enamoradas y las enamoradas a los enamorados- tragamos kilómetros a menos de 100 por hora; por lo de no salirnos de la ruta e ir a parar a alguna barrancada.
Cuando entramos en el Café Bar El Molino es como si todos los habituales nos conociesen de toda la vida... aunque a la mayoría de ellos y ellas es la primera vez que vemos; excepción echa de los camareros que ya saben de qué van todas las historias que cuento dentro del local y que se basan, principalmente, en un "popurrí" de vivencias inauditas pero reales o reales pero inauditas. El asunto no es que tenga que contar nada pero, puestos a contar, me salen las historias mejor que aquellos que, por culpa de la peste, en el Renacimiento, se reunieron para que Boccaccio escribiera "El Decamerón". El caso es que viajar en automóvil por las tierras de El Quijote produce hambre y un poco de insomnio. Cuando llego a la barra, después de haber visitado al "Señor Roca", los camareros me reciben con una amplia sonrisa. No sé cuál habrá sido el chiste que se me ha "escurrido" pero debe ser algo que ha debido llamar la atención. O no han entendido nada y ponen cara de "esperar acontecimientos" o lo han entendido todo menos lo más importante... porque lo más importante de dichos chistes son los que, después de tomar el café con leche más haber encendido el "trujas" (manera también castiza de llamar al cigarrillo pero algo más moderna para estar al día), suelo contar para que mi Princesa no abandone la aventura o me abandone a mí en la cuneta de la Autovía. Y todo por evitar pasar por los peajes que cuestan ya "un ojo de la cara" y por eso veo a alguno que otro que llega a Madrid completamente "tuerto". Quizás sean esta clase de chistes los que hacen sonreír a los camareros del Café Bar "El Molino" aunque el mejor chiste que se me "escurre" es saludar a alguien que se me queda mirando sin saber por qué le saludo. O viceversa, que quiere decir que él o ella me saludan sin tener ni idea de quién soy yo. A veces hasta me da la risa esto de ser "el hombre invisible" que sonríe ante la mayúscula sorpresa de quienes me escuchan decir algo así como "lo mejor del café con leche no es el café con leche sino la leche del café" (sobre todo cuando está más caliente de lo debido). Las tardes son plomizas. Esto lo digo porque más de una vez hemos tenido que viajar por las tierras manchegas en medio de una "panza de burra" que es forma muy intelectual de llamar a la niebla espesa. De momento no sé si la "panza de burra" nos va a tragar antes de llegar al Café Bar El Molino de Albacete o es que una burra de las de antaño se ha escapado de alguna de las aldeas y está a punto de cruzarse en nuestro camino. Lo que sí he visto, en estas aventuras, es a más de un "burro" que nos adelanta a 120 kilómetros por hora sonriendo como un campeón olímpico a través de la ventanilla. Seguramente es que algunos creen que la Autovía A-31 es el Circuito del Jarama y que está conduciendo un Ferrari cuando, si miras bien la marca de su coche, no pasa de ser un "renault" descascarillado. Y entonces es cuando, para calmar a mi Princesa, suelto un chascarrillo mientras las canciones que emiten las emisoras de radio siguen subiendo de tono hasta que llega lo de "Ansiedad de tenerte en mis brazos y en la boca volverte a besar" que es lo máximo de lo máximo de las baladas de cuando Nat King Cole fardaba. Siempre que suena esta canción se pierde la señal de la emisora y sale una señorita contándonos la temperatura ambiente. Como el sofoco es tan grande, a veces bajamos las ventanillas del automóvil para poder soltar las "Carcajadas al Viento" que se me ocurre que podría ser un buen título para un "peliculón" (quise decir película) de humoradas. En todo caso, el Café Bar El Molino de Albacete nos sirve para recobrar los ánimos y olvidar al "burro" que nos sobrepasó a 120 kilómetros por hora y que, seguramente, nos lo vamos a encontrar varios kilómetros después con el motor de su "renault" descacarillado hecho polvo y echando una humareda más grande que la de la pipa de Sitting Bull cuando fumaba por la paz junto al General Custer. Entonces los que sonreímos somos nosotros mientras el "burro" se desespera al despertar de sus "sueños" de grandeza a lo Fernando Alonso. A lo mejor hasta también se llama Fernando y es moreno. Lo cual a mí, la verdad, no me interesa preguntárselo no vaya a ser que sea verdad.
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