HACEDORES DE HUMO
Publicado en Jan 15, 2013
-¿Qué vamos a hacer aquí, mamá? Mientras la fila avanzaba lenta, la madre señaló el cielo a su hija de seis años, aferrada de su mano sudorosa: - Observa el humo. ¿Lo ves bien? -Sí, mamá, es lindo. ¡Está saliendo mucho de allá! -Vinimos a hacer humo… -¿Nosotros haremos de ese mismo humo? -Claro, hijita, porque todos trabajaremos juntos. Para eso nos trajeron. Tú y yo lo haremos. Y todas estas personas en la fila. Para eso nos trajeron… - ¿Vamos a demorarnos mucho, mamá? -Nosotros no, hijita. Saldremos rápido. -Y cuando terminemos de hacerlo, ¿regresaremos a casa, mamá? -Sí, pero no por donde nos trajo el tren. Volveremos todos juntos. Regresaremos –sonrió la mujer conteniendo sus lágrimas. - ¿Se lo contaremos a los abuelos, mamá? No van a creernos que hicimos humo. - Sí nos creerán, Déborah. A ellos también los llevaron a otra fábrica de humo más grande que esta, donde harán la misma tarea. -Si no soy capaz, ¿tú me ayudarás, mamá? –interrogó la niña, apretándole más fuerte su mano. –Sí hijita, mucho. Estaré a tu lado, no te preocupes. Haremos el humo más lindo que se pueda hacer. –¿Por dónde regresaremos a casa, mamá? No alcancé a guardar mis muñecas. –Llegaremos rápido, hijita. Iremos por ahí, –volvió a señalarle la densa columna de humo– míralo como sube y se esfuma en el cielo. –¿No me dejarás sola, mamá? –Por el camino de ese humo volveremos juntas, te lo aseguro, hijita –se desprendió de su mano y la abrazó fuerte. –¡Entonces sí quiero hacer humo, mamá! En la puerta de entrada a la cámara de gas, había un letrero que la niña no sabía leer: “No tengáis miedo. No es nada terrible. Cinco minutos y todo habrá terminado”.
Página 1 / 1
|
Moises David Hernandez
con tu dulce inocencia...
y una lágrima
Richard Albacete