LA MAQUINA DE ESCRIBIR
Publicado en Jan 18, 2013
Todo empezó una tarde cuando recibí una llamada, de mí amigo llamado Gerardo, quien siempre creí estaba loco. Incluso él siempre se esmero en aparentarlo. Siempre vestido con un guardapolvo blanco, de esos que usan los médicos, el cual mantenía manchado con grasa y alguna sustancia química. Otra característica física distintiva es que parecía nunca haber conocido un peine, sus cabello rubio siempre revueltos. Para coronar su apariencia de instable mental, lucia dos pares de lentes uno colgando y el otro sobre su cabeza. Sin embargo cuando me llamo fui, después de todo el era mi amigo. Por otro lado si él siempre pareció un loco yo, por otro lado, era el que actuaba como tal. Siempre aislado sin poder socializar con nadie, con una capacidad para alejar a todo aquel que intentase acercarse a mí. Por eso siempre es bueno saber que alguien piensa en uno. Gerardo me sito a su laboratorio, el cual se hallaba en una zona industrial abandonada. Primero, cuando llegue al lugar, me acojone. Que digo acojonarme, casi me cago en la puerta del taxi, cuando baje de este. El lugar era realmente tenebroso, galpones gigantes completamente vacíos, y a pesar que eran las cinco de la tarde se mantenían oscuros. Pague al taxista, el cual me miro con cara de pocos amigos, debe de haber supuesto que era algún tipo de delincuente. La verdad, para bajarse en ese lugar, había que ser delincuente o loco. El taxista quemo goma para irse, yo me apreste ha adentrarme a lo desconocido. Camine por una calle ancha, en otro tiempo debe de haber servido para que los camiones de las fabricas pudiesen transitar sin mayores problemas, años mas tarde es el lugar ideal para arrojar basura. Basura que es apilada en enormes montañas, que cubren las puertas de acceso a los galpones abandonados. Estas obstrucciones, me daban cierta confianza, pues sentía que nadie podía asechar detrás de los umbrales. Pero la confianza es un ser endeble, especialmente cuando una de las montañas de mugre se desmorona, cerca de uno. El grito fue tan sonoro, que dos indigentes ubicados cientocincuenta metros delante mió huyeron en franca retirada. Detrás del montículo desmoronado surgió un ser mezcla de gato con pañales sucios, que sostenía en la boca una cola de pescado podrida y en su cola tenia enganchada, como si pidiese tregua, una bolsa de supermercado. Indiferente a mí espanto el gatuno ser me miro y emprendió la huida con su putrefacta presa. -Hey amigo, amigo. Acá-. Detrás de otro montículo de basura, surgió Gerardo, saludando con el brazo derecho bien levantado. Piso una bolsa, se resbaló, callo y rodó por la pendiente de mugre. Termino su trayectoria a mis pies. Me miro por encima de los lentes y rió. Se reía. ¿Qué tiene de gracioso untarse en mierda?. Sinceramente la gracia del chiste se me escapo. Pero a él no, pues reía y hasta podía hablar, a pesar del hedor que expedía.-Amigo, que cara. Pareces un fantasma. Nunca te vi tan blanco. Hay que mal educado, primero lo primero. Buenos días-. Se limpio la mano en el guardapolvo, el cual estaba mas sucio que la mano en si y me la extendió a modo saludo. Primero hice como que no note la mano extendida. Hasta que atisbe la muñeca limpia debajo del guarda polvo, puse rostro serio, y lo agarre por allí para saludarlo. -¿Cómo andas?-. No pude hablarle de frente, realmente el hedor era demasiado. -Vení, vení te voy a mostrar por que te hice venir-. Cuando esto me apoya la mano, mugrienta en el hombro. Intento safarme, él aprieta mas fuerte mi hombro y me advierte.-Guarda con la rata muerta que son resbalosas. Miro el cadáver putrefacto del animal, no puedo contener las arcadas que me provoca. Me domino y le planteo una pregunta que me carcome la cabeza.- ¿Por qué estas en este basurero?. Me mira y sonríe de manera condescendiente. Como si yo no entendiera el mundo.- Linda manera de hablar de la casa de tu amigo. Pero tenes razón es un basurero, lo que facilita mi actual trabajo. Sabes desde que me echaron del laboratorio de física de la universidad, no tengo ingresos suficientes, como antes. Las pocas patentes que he podido vender solo alcanzan para la comida y algunos materiales para mí estudios. ¿En qué facilita el lugar?. Censillo aquí no pago alquiler, pues son galpones cerrados hace años. Por otro lado, cerca de aquí hay una fabrica de computadoras, donde consigo mucho material útil de primera mano-. Termina de hablarme con una leve risa al final de la frase. No se bien que es lo que mas me sorprendió, si ver a mí amigo caído en des gracia o que lo tomase de una manera tan natural y simple, como si no le importara. Es mas creo que no le importaba. Mientras caminábamos entre los escombros y la basura, lo miraba andar tranquilamente. Realmente esta era su casa, no solo se notaba su conocimiento de la zona, sino por la calma y la comodidad que demostraba en el lugar. Él, definitivamente me había invitado a su casa. Así que evite realizar cualquier otro tipo de comentario respecto al lugar, apesar de las interminables colinas de basura. Luego de pisar 15 latas, resbalarme con una cantidad considerable de pañales usados, llegamos a una puerta de metal. La verdad era una chapa de zinc apoyada contar un agujero en la pared. Gerardo la quito del agujero con mucho trabajo, por momentos pensé que se iba a caer con chapa y todo. Finalmente luego de varios tambaleos consiguió dejarla apoyada contra el piso, es decir se le callo, luego de sacudirse las manos me hizo un ademán para que ingrese. El agujero no prometía mucho, intentaba simular un umbral de una puerta, en su interior no se podía ver nada la oscuridad era absoluta. Quise resistirme, pero la curiosidad pudo mas e ingresé a lo desconocido. Atravesé el agujero relativamente ileso, pues varios trozos de ladrillos cayeron sobre mí cabeza y me lastime el codo con un fierro saliente. Dentro pude ver, gracias a algunos reflejos de luz que ingresaban por las ventanas, un salón gigante. El tamaño no lo pude precisar inmediatamente pues la penumbra me confundía. Camine unos paso para dejarle espacio a Gerardo, quien peleaba inútilmente con la puerta de chapa quien se resistía a volver a su lugar. Luego de cinco minutos de lucha consiguió engancharla, hay que destacar su perseverancia. A mis espalda sentí un ruido fuerte y salón se ilumino por completo. El reflejo de las luces me obligaron a cerrar los ojos. -¿Y bien?-. Gerardo hizo la pregunta antes de yo ver algo. -¿Y bien qué?- digo mientras me refriego los ojos. -Oh, mira. ¿Qué te parece? Cuando por fin pude aclarar mi vista pude ver, que mí primera apreciación del lugar era acertada pues sus dimensiones parecían infinitas. En el centro del salón había algo que parecía el hijo, antinatura, de un iglú con una araña metálica. Gerardo al ver la sorpresa en mí rostro, me tomo del brazo derecho y procedió ha acercarme al objeto. Otra vez mis intentos de resistencia fueron inútiles. Caminamos hasta el monstruoso aparato. Era un domo grande, como para que entre una persona sentada, de él surgían varios brazos metálicos. Estos brazos parecían tener la posibilidad de movilidad, pues se hallaban divididos en dos partes, las cuales se encontraban unidas por poleas, entre si y al domo. Alrededor del aparatejo había barias maquinas de escribir, en ese momento se me escapo la utilidad de tales aparatos, algunas maquinas parecían muy viejas casi antiguas. Note que en una parte del domo los brazos estaban mas separados, en ese hipotético centro había una puerta. Me di la vuelta para mirar a Gerardo quien, note en ese momento, lucia una sonrisa de oreja a oreja. Cruzado de brazos solo tenia ojos para su creación. No sabia como preguntarle, en parte para no sacarlo del estupor en el que se encontraba y también para no ofenderlo. Pero no podía mas ya hacia mucho tiempo que no me dirigía la palabra y la curiosidad hacia estragos en mí. -¿Qué es?-. Escupí la pregunta. -Un chirimbolo-. Respondió sin cambiar su cara de feliz cumpleaños o mirarme siquiera. Nose si me estaba tomando el pelo o realmente era la respuesta. Nuevamente procedí a preguntarle, buscando una respuesta más certera. -Un chirimbolo-. Volvió a responderme. Cuando yo ya me encontraba casi fuera de mis cabales él, casi sin notarlo, continuo hablando.- Chirimbolo es el nombre que le di. En realidad es una maquina de escribir. -Yo veo varias maquinas de escribir-. Interrumpí astutamente, tratando de hacerle notar la obviedad de los objetos a nuestro alrededor. Lamentablemente para mí, él me miro, suspiro y amplio su explicación.- No las maquinas son solo reproductores. Pues la maquina central es la que realmente escribe, las maquinas pequeñas solo cumple la función de darle un efecto teatral y a la vez dejar constancia. -¿Constancia? -Así es constancia, de lo que sucede dentro, en el corazón de mí invento. Pues el cometido de esta maquinaria es escribir los pensamientos y la imaginación de las personas. -¿Anda?-. Con mí pregunta, poco conveniente, le hice cambiar la mirada condescendiente, por una de enojo. Evidentemente creyó que ponía en duda su inteligencia y capacidad. -Claro que anda. -Aha. ¿Y cómo funciona? ¿Yo qué pinto en todo esto?. No entiendo. -Uff. Bien, la maquina funciona con un operador el cual se ubica en su interior, una serie de sensores se le ubican en la cabeza y las manos. Los censores de la cabeza son para medir las ondas cerebrales emitidas por las neuronas, las cuales son estimuladas por unos electrodos ubicados en la base de la nuca. Por otra parte, los censores ubicados en las manos, son para que el operario pueda movilizar los brazos exteriores. Esos que ves ahí, saliendo del domo. Este control permite un almacenamiento de memoria, por brazo, y así evitar la sobre carga neuronal. ¿Fui claro?. -No. -Es muy sencillo cuando, al haber una memoria independiente por brazo el operario puede concentrarse en determinado pensamiento, sin necesidad de mantener presente la idea anterior. Imagínate lo que seria para un escritor, tener una maquina de escribir con la capacidad de plasmar todas las historias que rondan por su cabeza de manera instantánea. Y es por eso que te pedí venir. -Yo-. No entendía si me estaba tomando el pelo o realmente era sincero. -Así es. Vos siempre tuviste deseos de convertirte en escritor, incluso has escrito algunas cosas. Que a mí modesto entender pecan de cierta ínfulas de grandeza, apesar de ser bastante dispersas y con finales forzados. Pero no estamos aquí para que oigas mis críticas literarias. Es por eso que me sos necesario. -Mira…-. Intentaba por todos los medios encontrar una excusa, para huir de allí. Según lo entendía Gerardo se había vuelto completamente loco. Tal vez, el perder su trabajo después de tantos años, le habían hecho perder la cordura. Y yo sin una buena excusa para escapar de ese lugar.-… se hace tarde y tengo que volver antes de que anochezca. Viste, tengo gente que me espera y trabajo por hacer. -Estas asustado, pensás que soy un loco-. Su tono de vos cambio por completo, ya no era entusiasta o casi demente. Su vos se había transformado ahora pasaba a ser serena y acida. Cada palabra que energía de su boca se clavaban, en mí, como dagas incadesentes. Pues no podía negar su veracidad.- Vamos hombre, se perfectamente que hace tres meses te echaron del trabajo. Económicamente estas peor que yo. También se que no hay nadie esperándote, ni familia, amigos y mucho menos una mujer. Tu carácter uranio y apático te han labrado un presente bastante solitario. Estas asustado mas de tenderme una mano, que de ingresar a ese aparato. Seamos sinceros, siempre has tenido miedo de las relaciones interpersonales. Si estuvieses en esta habitación solo con el aparato, te meterías en él sin dudarlo. Intente retrucarle pero no me salieron las palabras. Jamás había oído ha alguien describirme de tal manera, con tanta precisión. Siempre pensé que si alguien hablaba de mí de esa manera, yo actuaría de otra manera, tal vez defendiéndome con comentarios insivos palabras audaces, hasta llegue a pensar que actuaría de manera violenta. Pero no, solo me limite ha agachar la cabeza y preguntarle donde tenia que ponerme. Con una sonrisa y sin decir mucho me guió a la puerta de la enorme tarántula metálica. Mas tranquilo, antes de ingresar noté que las maquinas de escribir eran diez. Luego ingrese al interior del aparato. Solo había espacio para una sola persona, la cual iba sentada en una butaca este objeto parecía haber sido robado de un ómnibus de larga distancia. Tome posición en el cómodo asiento, mientras Gerardo colocaba en mí cuello un especie de sopapa. Luego me hizo colocar un casco, dentro del cual no podía ver nada. Entre mis dedos puso unas nudilleras o algo que se paresia mucho, según Gerardo eran los sensores de los dedos. Cuando termino de enchufarme a todos los aparatos habidos y por haber, me palmeo el brazo derecho deseándome suerte. Sentí como la puerta se cerraba. Quede solo en silencio. Dentro del casco se encendió una especie de pantalla, primero mostraba interferencia, como la lluvia que vemos en los televisores cunado estos no tienen señal. Las pantallas volvieron a apagarse, para encenderse nuevamente pero estavez era de un azul liso y chillón. -Este es tu lienzo escritor-. Sentí la voz de Gerardo como si viniese de todas. Extendí los dedos, sentí como los brazos metálicos se extendían y colocaban sobre las maquinas. Las intrusiones se presentaron en la pantalla del casco, indicaba que cada dedo daría la orden a su correlativo metálico para que escribiese. Ha su vez tenían memoria independiente es decir que podría tener varios pensamientos al mismo tiempo, sin preocuparme por el orden o la lógica. La computadora quedo esperando mí orden verbal de arranque aspire hondo y la di. –Inicio-. Esta fue la palabra mas difícil de mí vida. Un arcó iris de colores saltaron a mí cabeza. No puedo decir que lo vi o lo oí, pues sentí que estaba dentro de mí. Casi he olvidado la mayoría de las historias pero recuerdo las secuencias en que fueron escritas. Mano izquierda. Meñique. “…Cliff segundo al mando según su rango, era el gas mas reacio a esta misión especialmente por que su esposa espera un niño. Ningún padre tiene ganas de entrar a una maternidad disparando contra todo lo que se mueva, cuando faltan seis meses para que nazca su primogénito. Así se lo hizo notar a Dan, quien respiro hondo pues comprendía la situación de Cliff, pero poco se puede hacer cuando las decisiones son tomadas por otros. Otros, que en ningún momento…”. Anular. “… las horas y la madre de Mariela se desespero llamo al colegio, donde no sabían nada. Llamo a las amigas las cuales también desconocían su paradero. La triste noticia llego a las seis de la tarde, de manos de un joven policía…” Mayor. “… desde el ángulo superior izquierdo. H-local sentado en su departamento, el cual se encuentra completamente dejado. Esta de espalda con vaso entre las manos y una botella de ginebra caída a su lado…” Índice. “… Mucho se ha especulado como seria el fin de la humanidad, jamás se pensó que la eliminarían como una plaga. Muchos han intentado resistirse pero no poseen organización o armas para vencerlos. Los ejércitos se ven diezmados ante el creciente numero de estos seres…” Pulgar. “…Quiero salir huir, desesperado y gritar al mundo lo que esta mujer hace conmigo. Pero no lo hago, solo me limito a buscar el agua para ella. Entro a la roñosa cocina con olor a viejo, pienso en calentar un poco…” Mano derecha. Todos los dedos escribían lo mismo, pero no supe lo que era. Solo llegaban ideas sueltas todas me incluían, yo era el protagonista de mis historias de todas ellas. Pero se parecían demasiado a mí ideal de vida, a lo que creía real. La confusión me obligo a gritar con alma y vida. Asustado, desesperado, estalle golpeé la puerta hasta que se abrió. Caí fuera rodé hasta los pies de Gerardo, esté me miraba con los ojos extraviados respiraba por la boca como si estuviese agitado. Me tomo por el brazo poniéndome de pie. -Vamos te tenés que ir ahora-. Su voz mostraba pánico. Al ponerme de pie, me comenzó a pechar hacia la puerta de salida. Lo hacia sin mirarme, tenia su vista fija en la maquina de escribir, la cual note que seguía funcionando, quise mirar pero él no me dejo. Desperado continuo pechándome.- Vamos te tenés que ir. Vamos fuera. Llegamos a la chapa que funcionaba como la puerta. Me arrojo hacia fuera, aproveche el envión para girar y mirar para dentro. Lamento tanto haberlo hecho, allí estaba la maquina paresia enloquecida, brillaba como una brasa incandescente, los brazos escribían a velocidades siderales. Por unos instantes me pareció ver una silueta dentro del aparato, luego desapareció. -¿Qué pasa?-. Pregunte mas asustado que con intriga. -Nada-. Respondió Gerardo y golpeo, fuertemente la chapa. Pensé en volver a entrar, pero escuche como la traba. Concluir que era fútil intentar cualquier nuevo ingreso. Nunca mas volvía a ese lugar o ha ver Gerardo, después de esa noche mí vida cambio por completo, no se si para peor o mejor. Ya no soy el huraño de antes, he conseguido novia y amigos, tengo un buen trabajo. Pero siento un vacío, desde esa noche jamás volví a escribir mis historias mediocres. Temo perder lo que tengo, pero también temo no recuperar jamás aquello que perdí. Fin. Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi.
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