LA MUERTE DE UN FARSANTE
Publicado en Jan 21, 2013
Yace en un cajón de madera de pino pues nadie quiso gastar mas en él. A su lado cerca de la cabeza esta la viuda quien oculta sus ojos detrás de unos anteojos negros, pues quiere asegurarse de que nadie sepa que en realidad no esta llorando. No puede llorarlo fueron demasiados años de penurias, abusos y abandonos, solo puede sentir un gran alivio. Al lado de la viuda esta un hombre joven fuerte y rozagante, que otrora fuese el amante de la esposa despechada hoy disfruta su ascenso a único amor. Para confirmarlo al mundo, pasa su mano por la nalga izquierda de la viuda apretándola unos segundo, luego continua su recorrido por la cintura, la espalda, hasta llegar al hombro. Sin ningún descaro y ante la mirada indiscreta de los asistentes acerca a su cuerpo a la viuda, quien apoya su cabeza sobre el hombro de él. El antiguo amante sonríe, pues sabe que esta noche se amaran como animales en celo. Luego de unos minutos llega el sacerdote, quien trae consigo una anciana para que llore por los deudos. Deudos que jamás podrán cobrar el dinero que el farsante les estafo o que simplemente les robo. Todos están aquí para asegurarse que las alimañas pueden morir. En realidad de entre los asistentes no hay familiares de él, salvo la viuda y alguna que otra bailarina de prostíbulo enamora de su antiguo cliente. El sacerdote comienza hablar, lleva las palabras escritas en un cuaderno, nada bueno se le ocurrió que decir de este ser despreciable, pues a él también lo estafo. Luego de decir unas palabras poco sentidas, el sacerdote toma una petaca con Wishky le da un sorbo, se ahoga, tose, termina escupiendo a un costado del cajón. Tan cerca pasa el proyectil de la cabeza del occiso que varias gotas le salpican la cara. En todos los asistentes surge un gesto de asco. Después de toda una vida de estafas, mentiras y traiciones, el farsante se dio cuenta que en su lecho de muerte nadie lo lloraría o siquiera lo iría a ver. Por esta razón con varios años encima decidió regalarse una mentira para él. Regalarse una ilusión, es decir mentirse a si mismo. Pero esta mentira no se consigue sin ensayo, por eso cada miércoles convoca a quince actores para ensayar los sucesos de su lecho de muerte. Hoy es miércoles así que el farsante se incorpora dentro del cajón, saluda y felicita a los asistentes, reprocha al falso sacerdote el haberlo escupido, pero aun así le pareció un lindo detalle. Les paga con dinero que guarda en el cajón debajo de él. Después de que todos se han marchado el farsante sonríe pues sabe que tendrá un funeral como se merece. Fin Autor: Nicolás Federico Esteban Vilaró-Tronfi
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