En medio de una noche oscura, de esas de la soledad sin nombre, de las que no tienen ningúnenunciado para definirlas... la representación del mundo es una mirada humana que se cruzaen tu camino, un asombro de felicidad en los ojos de un niño, un gesto, tan sólo un ademán. Ytodo tu universo de sensaciones se convierte en encuentros, desencuentros, nuevosencuentros y esos tictac de tu corazón lleno de contradicciones. O sea, como la realidadmisma de los que no saben dónde están las líneas que te separan de los demás o que te unena los demás. Y es que eres solamente una soledad encendida, escondida, escindida. Larealidad de los que viven tomando la existencia como un reloj que marca todos susmovimientos exactos, fijos, inalterables, impertérritos y que es la que no se cuenta entre laexperiencia que es tu mochila del sueño perdido.
  
En el fondo, esa es la naturaleza de los que se inscriben en el teatro interpretativo de lostiempos necesariamente virtuosos para crecer de resonancias perfectas. Entonces te miraslos zapatos, inflexionas el corazón para poder vocalizar la frase salvadora y el misterio de unsusurro te llega al alma.
 
óLa realidad es un buen texto, un buen contexto y hasta un buen  pretexto para sentir las heridas; un buen acercamiento a lo que te separa de los demás. Y te ves distinto, diferente, otro que no ve a los demás que se acercan para luego separarse. Y tú te imbuyes, bajo la luz de la luna, en un local de bombillas rojas, azules, amarillas... y allí, en la penumbra, buscas el amor y la responsabilidad, la sensación de que eres un ser presente en la escena donde los demás interpretan sus mascaradas y tú sólo eres el personaje solitario, la luz detenida y el silencio representado. No sabemos bien dónde está la luz ni dónde está el silencio pero, a partir de la representación de ti mismo, encuentras que todo puede ocurrir. Que puede ocurrir que el teln se baje para dar fin a la función. Y tú allí solo, en la esquina de lo detenido y el silencio.  
Puede ser que sea el principio de la armonía o la salvación aprendida con el sentimiento... o quizás sólo sea el principio de la dialéctica de tu soledad sin nombre con las sombras alargadas de las esquinas de la noche encendida por las farolas del barrio en donde desearías dejar escrito tu vacío para llenarlo de una metafísica y un poético pensamiento: "Yo no soy más que otro ser que pasea por la noche con mi equipaje lleno de esencialismos". Y es que, en verdad, eres la esencia de tu soledad sin nombre y el misterio de tu presencia en esos mundos por donde las oscuridades se tragan la luz detenida del local y el silencio del patio de butacas. Sacas lo que tienes dentro de ti y, de repente, los aplausos te devuelven a la realidad. No. No has estado soñando soledades sin nombre. Cada soledad tiene una forma de llamarse porque cada soledad es una forma de sentirse. Has estado soñando soledades pero sabes cómo se llaman. Por eso los aplausos desfilan delante de tus ojos y se van a posar en la sonrisa de los demás. Ellos son los que triunfan en la representación. Tú sólo eres tú y nada más que tú. 
  
Y, aunque no lo parezca, de pronto todos y todas dicen que eres importante... aunque seas esa sombra que, en el fondo del decorado, se pierde en la conciencia social. Vida, sentimientos y ese dolor que has visto en tantas miradas y que se ha introducido por las rendijas del alma. 
 
Entonces recoges tu equipaje, lo llenas de cuentos, relatos, poemas... y te marchas hundiéndote en la oscuridad de la noche para poder emerger mañana...