KENINA
Publicado en Jan 22, 2013
Lo primero que veo son sus ojos, amarillos refulgentes. En la oscuridad cerrada son lo único que puedo ver, luminosos, su formas parecen recordar un enorme felino apunto de atacar. Quisiera retroceder y huir de este lugar, pero no puedo miro a mi alrededor no recuerdo como llegue aquí. ¿Dónde es aquí? Los ojos amarillos avanzan hacia donde estoy, me domino e intento huir. Caigo de bruces contra el suelo. Giro e intento levantarme, la temible bestia sigue avanzando sus ojos amarillos brillan con mas fuerza. Al fin comienzo a ver mi acechante. No es una pantera, ni un leopardo, solo una mujer blanca y brillante como la luz de la luna reflejada sobre el agua. Camina hacia mí contoneándose, en realidad asechándome, quisiera huir despavorido escapar de ella, no puedo. Le temo hasta el punto de que cada célula de mi ser tiembla grita por una huida salvadora, pero también la amo sus formas, la actitud dominante, sus ojos de fiera salvaje me tienen hipnotizado. Cada vez más cerca. Tiemblo como una hoja estira su mano delgada y delicada, pasa sus dedos suaves por mi pecho. Mi cuerpo se electrifica, cada bello, cada poro, me es insuficiente para sentir su tacto. Creo, creo que por unos momentos sonríe. Sus cabellos dorados se adelantan sobre su rostro hundiéndolo en sombras. Con un movimiento velos y a la vez suave me besa caigo en un mar de dulzura. Ella continua con su embestida caemos de espaldas. No se como pero me encuentro completamente desnudo, las hojas se sienten como un colchón mullido y cómodo. Sus senos presionan mi corazón. Sus brazos y piernas me rodean, clava sus uñas en mi espalda, no siento dolor solo éxtasis. Exploto, despierto de golpe. Me siento en la orilla de mi cama, miro a los cuatros costados y descubro ante una desilusión violenta, que ya no estoy en una selva oscura con una mujer exótica. Tambaleándome me pongo de pie camino hasta el baño, lavo mi rostro con agua helada, suspiro. Como un mal sueño no puedo olvidarla. Quiero estar con ella y ella seguro me estará esperando. Tiro mas agua sobre mi cara. No me importa nada ni la vida, ni mi familia, mucho menos el trabajo. Vuelvo a la cama para caer presa de la enfermedad del sueño. No intenten despertarme, no podrán, pues estoy con la hermosa enfermedad que significa Kenina. Fin. Autor: Nicolás Vilaró-Tronfi
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|