Solo en mi cuarto, aún con compañía prestada, pienso y me abstraigo. Luces apagadas y silencio aterrador. Vienen a mi fantasmas que me impulsan a despegarme de mi cama. Silenciosamente y con total desnudes, camino descalzo hacia la cocina. Casi sonámbulo pero consiente de mis actos. Prendo un cigarro, destello de luz que ilumina mi cara y refleja mi sombra. Inhalación pensativa una y otra vez, buscando un motivo, una razón un sentido. Nada viene a mis recuerdos, nada he hecho y nada he dejado de hacer.
Sin darme cuenta, casi fumo mis dedos, vuelve la total oscuridad, no escucho ni mis pensamientos, todo es negro como mi mundo. Hoy siento calamidad, no he tomado mis medicamentos en tanto tiempo, siento el corazón salir por mi garganta seca. Creo he comenzado a alucinar, me veo en tres dimensiones, en tres etapas de mi vida, si solo pudiera conservar la mejor de ellas.
Veo mis manos como se van desapareciendo, no las siento y no las veo, así sucesivamente todo mi cuerpo desaparece pierdo el control y comienzo a buscar un espejo, me asomo en él y no veo nada. No pienso alargar este sufrimiento no tolero no ser. Busco entre mis cosas algún arma que pueda borrarme el dolor, las angustias, la soledad. Intento agarrarla y no puedo, todo se me desvanece entre mis dedos, desespero, grito sin ser escuchado y de repente veo a mi alrededor gente, mucha gente, vestida de blanco, azul, con luces rojas y otras que me encandilan. Corro hacia donde van todos, y perplejo, solo puedo observarme ahí tirado, sobre mi propia sangre. Me acerco y veo fijamente mis ojos que aún siguen abiertos, y que veo? Nada, nada.
Sonriendo doy pasos en retroceso y lentamente, pero con acierto, me alejo, me alejo de la presión de vivir, de ser quien nunca quise ser.
Ahora soy realmente libre y me voy a donde quiera ir.