Sentido del humor (Diario)
Publicado en Jan 29, 2013
Se le debe mucho al sentido del humor tomarse las ideologías políticas por "el pito del sereno" y eso es una magnífica señal para tener buena salud física y, lo que es tan importante como ello, para tener buena salud mental. Los hombres que no conocen lo que es la verdadera esencia de la vida se vuelven graves, taciturnos, pesarosos y malhumorados... porque no aplican nunca eso de tomarse por "el pito del sereno" a todas las ideologías de todos los espectros políticos. ¡Y vaya que sí que son unos espectros todos ellos y todas ellas desde la derecha a la izquierda pasando por el centro y cualquier otro lugar que prediquen políticamente hablando! Cuando se sueña con una plaza en el Congreso de los Diputados se pierde la oportunidad de vivir bien en medio de circunstancias completamente ajenas a la felicidad.
La felicidad consiste en tener tanto sentido del humor (y tan suficiente) como para tomarse a todos los ideólogos (ideólogas incluídas) por el "pito del sereno". Plinio el Viejo decía: "Muchas cosas se reputan imposibles antes de haberse realizado"; a lo cual Plinio el Joven respondió: "Disminuye el deseo a todas las cosas cuando la ocasión es demasiado fácil". Total, que tomarse a todas las ideologías "por el pito del sereno" arranca desde los tiempos inmemoriales de los los Plinios, tanto el Viejo como el Joven. Y eso de tomarse a todas las ideologías "por el pito del sereno" es vivir muchísimo más y muchísimo mejor. En una pequeña tertulia madrileña recuerdo que se hablaba de los pros y los contras de la energía nuclear versus la energía solar. A mí, la verdad sea dicha, aquella tarde de la pequeña tertulia cercana a la Plaza de Martínez Campos (en el Madrid de los 70) sólo me estaba interesando la guapa chavala que se incluyó en la tertulia voluntariamente y sin que nadie (yo por supuesto que no) la hubiese forzado a participar; pero no me olvidé, claro de está, de echarla un vistazo en plano general (como se hace en las buenas películas de acción) y entró en acción mi proverbial sentido de la vista. Después de unos minutos en que la guapa chavala estuvo escuchando la sarta de tonterías que hablaban los demás sobre los pros y los contras de la energia nuclear frente a la energía solar (tema muy en boga por aquellos años) ella interrogó: "¿De qué estáis hablando?". Mientras los demás se desgañitaban en explicárselo y quedar como el más listo de la tertulia (¡Vaya costumbre más fea tenían con aquello de quedar siempre como el más listo de todos los de las tertulias ideológicas!) yo sólo la miraba, sonreía y, como siempre, me tomé por "el pito del sereno" todo lo que allí se estaba platicando. Ver sus ojos era muchísimo mejor y muchísimo más interesante que ideologizar sobre cualquier energía que estuviese más o menos de moda. Ajeno a la moda de las ideologías de todo tipo y de cualquier color, mi pensamiento, por mi propia cuenta y riesgo, estaba ajeno a todos los demás, porque empecé otra vez solamente a mirarla a ella. Y es que a mí, en los años 70 al igual que ahora, sólo me interesaba la energía corporal. La verdad es que tenía muy buen cuerpo la chavala. Uno de los allí presentes (el que más llevaba la voz cantante y sonante porque se las daba de interesante) dirigía vehementemente la ofensiva verbal contra los defensores de la energía nuclear. Otro de los allí reunidos (que también porfiaba por ser el que llevase la voz cantante y sonante para hacerse el más interesante) le replicaba con la misma vehemencia. Entonces hubo un rápido cruce de miradas significativas, entre aquella guapa y bien formada chavala y yo, cuando ella intervino: "¡Pues vaya donde he venido a caer!". Por poco me caigo de la silla de la risa interna que me entró. Se me escapó una sonrisa sin querer queriendo mientras ella continuaba interviniendo: "¿En esto perdéis el tiempo hablando en vez de actuar como Dios manda?". Ya no pude soportar más el despipote y volví a centrarme en mi "soñadera" costumbre de imaginar otros mundos mientras me tomaba todas las ideologías políticas por "el pito del sereno". Estábamos, es cierto, muy cerca de la Plaza de Martínez Campos de Madrid y, quizás por concatenación de ideas, comencé a pensar en aquel Martínez, jugador del Atlético de Madrid, procedente del Betis, conocido por los fans como "El Panocha", que llevaba ya varios años en estado de coma. Así que me dediqué, el tiempo en que duró la tertulia, en pensar miles de jugadas estratégicas para aplicarlas, al siguiente domingo, en mi equipo de futbol con afanes de vencer una vez más sobre el terreno de juego. Ella seguía mirándome atentamente y pensando para sí misma: "¿Cómo es posible que este chaval tan atractivo, tan interesante, tan simpático y hasta tan guapo, esté en otro mundo?". Simplemente volví a sonreír cuando regresé a la realidad y tropecé con su mirada. Los demás, luchando por hacerse el más interesante aspirante a su devoción, se desgañitaban cada vez más y con más porfía en conseguir la victoria delante de ella. Yo ni atacaba ni defendía a ninguno de ellos y me limitaba a seguir mirándola porque en verdad que estaba vistosa. Pensaba yo en mis aventuras madrileñas mientras ella guardó ya silencio quizás para poder interpretar cuáles eran mis pensamientos aquella tarde. Yo, mientras admiraba su belleza, seguía con el buen humor de tomarme todas las ideologías políticas por "el pito del sereno". Sólo me concentré en los ojos de ella y de esta manera volví a vencer, otra vez más, al vacío.
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