Antes de dormir... (Reflexiones)
Publicado en Jan 29, 2013
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Antes de dormir los nervios no abandonan la almohada: esa especie de sofá de psiquiatra trasnochado y engañoso que nos hace preguntas tan absurdas como ¿cuántos pecados has cometido durante todo el día de hoy? Y es que los psiquiatras siempre se creen especie de sacerdotes culpándonos de sus propias frustraciones y sus impotencias. Como si cada uno de nosotros o de nosotras tuviésemos la culpa de que su pareja le haya abandonado porque tiene un complejo de Edipo más grande que su aparente sabiduría. Y, dando vueltas sobre la almohada, intentamos recordar... pero no recordamos ningún pecado más que haber mirado, un poco más de diez segundos, a la chavala guapísima que vive en el piso de arriba.. o que la hemos sonreído sin malicia alguna... o que hemos acariciado a su perrito pero no a ella. Los nervios. Siempre los nervios.  ¿Son siempre necesarios los nervios para sentirnos culpables de cosas tan inocentes e inofensivas como éstas? ¿Qué culpa tenemos nosotros de que los psiquiatras nunca miren más de diez segundos a una chavala guapa que vive en el piso de arriba, no la sonrian nunca jamás por aquello del "qué dirán los me vean" o nunca se atrevan a acariciar al perrito que lleva la chavala?.
 
No os fiéis nunca de esas gentes que sólo son felices cuando les cuentas tus pecados no cometidos, tus frustraciones irreales, tus fracasos que no lo fueron. Nunca os fiéis de esas gentes que creen que la profesionalidad consiste en decirte que tu alegría es sinónimo de locura porque ellos no saben jamás reír. Y ocultos en la sombra de la noche, damos vueltas a la cabeza para intentar recordar si tenemos alguna tara mental... pero nos damos cuenta de que es normal que miremos más de diez segundos a la guapa chavala que vive en el piso de arriba, que es normal que la sonríamos y hasta que le deseemos una feliz noche, y que es normal que acariciemos a su perrito para evitar el escándalo que se produciría si la acariciásemos a ella.
 
Entramos entonces en ese mal momento de los primeros minutos en que no podemos conciliar el sueño. Y entonces nos refugiamos en la mente recordando el cuento de Blancanieves con el que nuestra abuelita -quizás porque no teníamos ningún real ni imaginado complejo de Edipo con nuestra madre a pesar de lo que digan los psiquiatras freudianos- nos entretenía la infancia antes de que soñáramos que éramos campeones de la Copa de Europa mejorando el número de goles marcados por Distéfano, o haciendo mejores palomitas que Pazos mirando al tendido donde estaba Celia Gámez, Queta Claver, Conchita Piquer o cualquier cupletera de aquellos tiempos.  En esos minutos de angustia, en los cuales no sabemos si somos culpables de soñar que somos el mejor futbolista del mundo o que podemos alcanzar la gloria de escribir un poema para compensar el disgusto que tiene el psiquiatra porque la última vez que le vimos nos entró la risa, necesitamos levantarnos de la cama para tomar un buen café caliente a pesar de que la fiebre empieza a hacernos sudar. ¿Culpables? ¿Inocentes? Como no somos ni una cosa ni la otra, sino seres humanos normales es cuando empezamos a dudar del psiquiatra...

¿Será o no será de la acera de enfrente? ¿Le gustarán o no le gustarán las chavalas guapas y los perritos de las chavalas guapas? Seguimos dando vueltas con la cabeza rebotando, sobre la almohada, sólo de pensar que en la próxima cita con él tendremos que tener cuidado de que no se nos acerque demasiado. Y descubrimos, sin duda alguna, que Maribel Verdú sigue estando de muy buen ver. Entonces es cuando el sentimiento de culpa nos vuelve a plantear otra vez el dilema. ¿Culpables? ¿Inocentes? Vemos, en medio de la penumbra de la alcoba, el dedo acusador del psiquiatra. ¿De verdad somos culpables de que Maribel Verdú siga estando todavía de muy buen ver? Nos entra una sensación de vacío. Una especie de abismo donde nos hundimos lentamente... lentamente... mientras el café hace estragos en nuestro estómago. Es necesario tener paciencia. Es necesario reunir, mentalmente, todos los sucesos acontecidos durante el día. Es necesario, incluso, hacer como que todo lo aprendido en la clase de Biología es más falso que el propio psiquiatra que ya es decir. Todo con tal de no sentirnos culpables. 
 
En esos momentos nos empezamos a quedar ya dormidos imaginando que somos Francisco Goya retratando a la maja vestida para no sentirnos culpables de que nos gusten las chavalas guapísimas. Y ya, por fin liberados del terror del dedo acusador del psiquiatra que no sabemos si es normal o de la acera de enfrente, comenzamos a roncar como ángeles benditos rememorando a Las Chicas de La Cruz Roja lideradas por Conchita Velasco.  
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Reflexiones de carácter social y psicológico.

Palabras Clave: Comunicación Divulgación Reflexiones Pensamiento Conocimiento Comentarios Opiniones Realidad Verdad.

Categoría: Artículos

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Comentarios (2)add comment
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José Orero De Julián

Jajajajaja... ¡muchas gracias por tus comentarios!... Consigues hacer que sonría. Te admiro y te envío un cordial abrazo amistoso.
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March 08, 2013
 

antonia rico mendez

!Es buenísimo y divertido, eres la monda ! pero hombre ahora ya no asisten los pecad os! Mira tranquilo y duerme feliz Un saludo
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January 30, 2013
 

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