Entre las huellas.
Publicado en Feb 06, 2013
Esa noche llovía, mientras llovía yo leía y releía, y mientras releía lo que leía surge un gesto de mi parte inconsciente o quizá consciente de oler los dedos de la mano izquierda para luego pasar a la diestra. Encontre en ellos un deleite sorprendente, la diversidad aromática que desprendían estos era tan confusa y a la vez agradable que producía placer, los aromas que se encontraban atrapados entre los laberintos de mis huellas digitales, esas mismas que se usan para identificar lo identifiable pero que al mismo tiempo les deja saber al Gobierno, al Banco y a tantos más que esa "soy yo", ahí, justo ahí había un mundo de especies aromáticas que sólo el olfato podía distinguir y desglosar aquello que había pasado por mis manos y, quizás la misma había llevado a la boca.
Yo me sumergía a oler mis dedos en este mundo de especies diversas mientras leía y llovía al punto en que me distraía de tanto placer que sentía, justo allí surgía el olor de aquel queso gabeitou, mezcla de leches de los Pirineos proveniente de las pastos de las empinadas montañas de los Pirineos occidentales donde las vacas las ovejas y las cabras pastan por igual sobre el césped alpino, comiendo hierbas silvestres y flores únicas en la zona montañosa, también me reencontré con aquellas uvas de un vino Italiano Abruzzos lleno de variadas especies que había navegado por mi boca antes de desembocar como catarata por mi garganta, y que las titilantes agujas del reloj había borrado de mi memoria tan rápido. Ahí, en estos laberintos único e irrepetible, esos que nos permiten agarrar objetos con una mayor adherencia, sin tanto riesgo de que se nos resbalen. Entre los pliegues, entre las uñas de mis dedos, ahí también se encontraba el olor a levadura, a harina de trigo, de un crujiente, largo y tostado baguette mezclado con saliva. Luego el olor del dedo medio ... ay el dedo medio, el de la mano derecha, este guardaba un olor especial que pude reconocer pronto, un olor a deslizamiento húmedo y resbaladizo, entre calor y sudor, ese olor único y privado. De repente, encontré un olor a lavanda fresca que me confundía, que me robaba los otros aromas, me detuve a oler de nuevo para luego descubrir que era el jabón que había usado para lavar y tratar de borrar aquellos anteriores y posteriores olores de mis manos, pero oliendo más y profundamente mientras mis ojos se cerraban con tal deleite sacándome del todo de lo que releía y que ya no entendía, surge en esta parte superior, entre la cima y aquella curvatura que define el dedo índice un olor tan especial que no podía distinguir; este hacia que las agujas del tiempo retrocedieran para descifrar aquellos aromas, aquellas especies, un olor a hojas que han sido sometidas a diversas manipulaciones, a deshidratación o ajamiento, a hierbas molidas, olor de tantas hierbas. Era el olor a té, mi preferido, un (Zar Nicholas II) original de la India, China, Sri Lanka, que había tomado por la tarde, aún podía percibirlo no sólo en mis conductos olfativos sino también entre mis papilas, un sabor único, este mismos que era el preferido por el Zar Ruso había pasado por mis dedos y aterrizado en mi boca momentos anteriores y que gracias a mis dedos, gracias a mis huellas dactilares, ya mi olfato podía recordar y repetir de nuevo. Todos aquellos olores que se encuentran en mis dedos, en tus dedos y en medio de todos los dedos, hacen de esa noche de lluvia, las próximas y eternas noches.
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Diego Lujn Sartori
Maria Eugenia Olavarria
LUMA54
bonito, me agrado leerte.
Abrazo desde Colombia
Maria Eugenia Olavarria
Mi lente.
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Felicitaciones
LETICIA SALAZAR A.
LIBARDO BERNAL R.
Enrique Dintrans A:
Es cierto el comentario de Daniel, un texto muy bien trabajado desde el olfato pero extendiendo significados que van más allá, como por ejemplo, el de la identidad, los viajes como expewrienciaexpansiva, y el contraste con el estar escribiendo en una noche de intensa lluvia.
Saludos .
daniel contardo