Dos pistolas escarlatas (Novela y Guin literario para Cine) -16-
Publicado en Feb 09, 2013
La noticia de que a las seis de la tarde, en punto, se va a producir el que ya todos consideran como "El Gran Duelo del Siglo" entre "Escarlata" y "Triple A", corre como un reguero de pólvora encendida entre todos los habitantes de Phoenix. Nadie ha visto, durante la mañana, ni a "Escarlata" ni a "Triple A"; pero todos y todas están convencidos y convencidas de que a dicha hora, en la Calle Mayor, se enfrentarán sin lugar a ninguna clase de dudas. Es la única conversación que circula por todos los "saloones" de la ciudad, por todos los comercios de la ciudad y por todas las casas de la ciudad; excepto en la "Funeraria Jones", donde todos los famliliares y las muchas amistades del fallecido Míchel Arp están velando su cuerpo. Tom Jones, el propietario de la funeraria, va de un lado para otro, atento a que nadie se quede sin beber café caliente acompañado de pastas de coco. Allí todos hablan en voz baja, guardan silencio y, llorando, mueven pesarosamente sus cabezas dando a entender que parece imposible que le haya sucedido eso al bueno y honesto Míchel Arp.
- Era un buen esposo y un excelente padre de familia, amigo Duke. Sólo tenía amigos y compañeros por todas partes y no se le conocía ningún enemigo. Era una persona muy popular. Era el ser más generoso que yo he conocido. Solamente tenia el único vicio del póker... pero siempre jugaba sin trampas y se retiraba de las mesas cuando veía que podía perder su dinero. Tampoco bebía ni un solo trago de alcohol pues sólo tomaba zarzaparrillas a pesar de que, alguna que otra vez, se reían, se mofaban y se burlaban de él, por cuidar su cuerpo. Le llamaban mandarina porque hacía todo lo que yo le pedía; pero era más hombre, mucho más hombre, que todos esos cerdos machistas... ya que tenía un par de lo que se debe tener y no como todos esos alcohólicos que se arrastran por las calles agarrándose a donde pueden para terminar, siempre, mordiendo el polvo. Tengo el presentimiento, la intuición o lo que tú quieras llamar, amigo Duke, de que se hará justicia y que alguien le hará morder el polvo, pero para siempre, al asesino. De eso estoy totalmente convencida. Nadie quiere hablar del suceso ni decir ni una sola palabra más que fue un extraño y desconocido forastero vestido de negro desde el sombrero hasta las botas... pero estoy segura de que, si nadie quiere hablar, sí que hablarán las pistolas de alguien. Es una premonición. Es, tal vez, la Voz de Dios... pero estoy segura, te repito una vez más, de que alguien hará justicia dentro de muy poco. - Es cierto, Sarah, es cierto. Dios siempre hace justicia. - No me estoy yo ahora refiriendo a Dios. - Entonces... ¿a quién te estás refiriendo? Mas Sarah de Arp no da explicaciones sobre el asunto porque nada más puede añadir. - Lo que no puedo entender, todavía, es cómo se le ocurrió discutir con un extraño y desconocido forastero. Él nunca jamás discutía con nadie. Por eso no puedo creerlo. - Pero todos los testigo dicen, Sarah, que ocurrió así. Que estaba jugando ante un extraño y desconocido forastero, un total desconocido, y que éste forastero vació toda su pistola y las balas entraron todas ellas en el cuerpo de Míchel antes de que pudiera evitarlo Jimmy Saltz que habìa acudido a defenderle. Eso es lo que dicen todos los que estuvieron allí presentes. Y que Jimmy Saltz salió tras él para detenerle pero fue tan rápido y veloz con su caballo que se perdió en la oscuridad de la noche como un relámpago. - Sigo sin poder comprenderlo y sin poder aceptarlo. Es imposible que mi esposo perdiera los nervios ante un forastero desconocido ya que no los perdía ni ante el más peligroso de los tahures. Era el hombre más tranquilo y pacífico que he conocido, amigo Duke Paddington. Por eso nunca llevaba pistolas cuando jugaba al póker. - Tampoco yo lo entiendo, Sarah Carbonier, tampoco yo lo entiendo.. pero el forastero debió sacarle de sus casillas. Las evidencias son las evidencias. - ¿Qué evidencias, Duke Paddington? En Phoenix, lamentablemente, muchas evidencias han resultado ser falsas. ¿Quién era ee extraño y desconocido forastero asesino? - Los que le vieron han contado que vestía de negro desde su sombrero hasta sus botas. Todo de negro como si fuera el Fantasma de la Muerte y desapareció en la Nada. - No creo en el Fantasma de la Muerte. No existe el Fantasma de la Muerte. La Biblia cristiana no habla del Fantasma de la Muete, Duke. - No llores más, Sarah Carbonier. Yo puedo aceptar que alguien esté mintiendo... pero tantas personas juntas no pueden equivocarse. Si todos dicen que lo vieron es que todos dicen la verdad. - ¿La verdad? ¿Cuántas verdades son mentiras en Phoenix? Tú conoces mejor que yo esta ciudad donde naciste y siempre has vivido para saber responder a esta pregunta. - Escucha, Sarah Carbonier, porque te estoy hablando completamente en serio. Sé que tú y todos los tuyos dependíais económicamente de él; de su salario como vaquero en mi propiedad de "La Fontanarosa"... pero te prometo que ni tus hijos ni tú os váis a quedar desprotegidos y en la indigencia. Debes saber que, desde que eras la novia de Míchel, yo te amaba completamente en silencio; pero te respetaba a ti y respetaba a Míchel Arp. Jamás he contado este secreto a nadie. Pero te amo desde que te ví, por primera vez, paseando por la Calle Mayor de esta cudad. Te amo desde desde siempre y, si tú quieres, podemos casarnos inmediatamente. Casillas para vivir nunca te van a faltar. Yo sigo siendo, solamente, un solterón empedernido por esta causa que te cuento y no sé quién podría heredar todas mis posesiones; así que, en ese sentido, espero que aceptes casarte conmigo. - Muchas gracias, Duke Paddington, pero no voy a casarme con ningún otro hombre jamás. Nadie puede ser como era él. Gracias por tu oferta en el nombre de mis pequeños hijos... y gracias por decir que casillas nunca me van a faltar... pero mis tres hijos varones y yo nos regresamos a Canadá para comenzar una nueva vida en Montreal. Tenemos parientes muy queridos allí y no nos faltará de nada para empezar de nuevo. Dios no nos va a abandonar y yo ya nunca podría volver a ser feliz viviendo en Phoenix recordando a Míchel todos los días llegando de tus propiedades y cantando siempre las mismas baladas que me cantaba cuando sólo éramos novios. No, Duke Paddington, Dios no nos va a abandonar. - Escúchame bien, Sarah Carbonier, y no me saques tú a mí de mis casillas. No voy a permitir, por nada del mundo de los vivos ni por nada del mundo de los muertos, que tú y tus tres pequeños hijos varones paséis ninguna necesidad ni desde el comienzo de vuestras nuevas vidas. Acepto que no quieras ser mi esposa y que te niegues a casarte conmigo o con cualquier otro hombre. Acepto, vuelvo a insistir, que no quieras ser mi esposa pero pongo a Dios por testigo que ni tús hijos quedaréis abandonados ni que os arriesguéis a abandonar este pais sin saber, a ciencia cierta, si váis a tener esas oportunidades que sueñas que son realidad, ¿Y si no salen las cosas tan bien como piensas y tus hijos jamás se adaptan a la vida en Canadá? Juro por Dios que no voy a permitir que te arriesgues. Yo seré vuestro ángel protector de por vida y cuando yo muera toda mi fortuna será para ti y los tuyos. - No puedo aceptarlo. - Te repito que no me saques de mis casillas. Casillas no te van a faltar, Sarah Carbonier de Arp, porque yo puedo cumplir y cumpliré mi juramento si pedirte nada a cambio. Sólo que tú y tus hijos me acompañéis y seáis mi familia. - Gracias, Duke Paddington. Eres un hombre verdaderamente bueno. Si me respetas a mí siempre como la viuda de Míchel Arp y me ayudas hasta que mis tres hijos sean adultos, acepto la oferta... pero sólo hasta que mis tres hijos sean adultos y puedan cuidarme y protegerme ellos. - No se hable más. Te respetaré y haré que todos los demas hombres te respeten como la mujer de un hombre ajeno aunque ya no esté en la Tierra y te juro, por Dios y ante Dios, que toda mi fortuna y todas mis propiedades están a disposición tuya y de tus hijos. Ellos estudiarán en los mejores colegios de este pais y tú vivirás con toda clase de lujos en "La Fontanarosa". - Si lo juras de esa manera te creo y lo acepto, Duke Paddington de Carlington. - Llámame siempre solamente Duke. - Está bien. Lo acepto. Pero sigo yo sin creer que un extraño y desconocido forastero, vestido todo de negro desde arriba hasta abajo, haya matado a mi esposo. - La verdad, si quieres saberla, es que yo tampoco estoy ya tan convencido de ello. Y gastaré todo el dinero que sea necesario para aclarar este asunto y descubrir al verdadero asesino. Puede ser que sea imposible que haya ocurrido tal como dicen todos los testigos directos y presenciales. Como tú bien has dicho conozco a esta ciudad desde siempre y sé la cantidad de verdades que se cuentan y que luego resultan ser mentiras. Podría ser verdad que fuese un desconocido forastero pero me está empezando a dar la sensación, como si Dios también me estuviera hablando a mí, de que todos están quizás mintiendo. Es casi imposible de creer, si nos detenemos a pensar en el asunto, que nadie de los allí presentes pudieran evitar lo sucedido. Es muy raro, si lo meditamos bien, que Jimmy Saltz, estando allí con sus dos hermanos y su tío, que es el sheriff de la ciudad, no pudiesen haber evitado esta desgracia. Aunque ese asesino se haya escondido para toda su vida, te juro por Dios que no dejaré de perseguir a ese desconocido personaje. Lo voy a cazar yo mismo y lo voy a cazar como se caza a un conejo cuando se es infinitamente más inteligente que él. Yo mismo le llevaré a la horca. Me sobra dinero, me sobran hombres a mi disposición y me sobra inteligencia para conseguirlo. - Creo otra vez en tu palabra, Duke. - Creer no es suficiente en este caso, Sarah. En este caso no basta solamente con creer sino que te juro por Dios que lo voy a lograr esclarecer. - Estoy segura de que lo podrás atrapar y llevarlo a la horca porque solamente es un animal sin ninguna clase de sentimientos humanos. Pero tengo también otro pálpito. - ¿Otro presentimiento? Cuéntame. Puede ser interesante para saber por dónde empezar. - Lo que presiento, como viniendo de Dios, es que no serás tú el que lo haga... - ¿Cómo dices, Sarah? ¿Por qué afirmas que sera otra persona quien lo mate? - Porque creo en Jesucristo... - Pues yo también creo en Jesucristo y seré yo quien lo mate. - Te equivocas. Tengo la certeza de que será otra persona quien lo haga. - ¿Otra persona más inteligente que yo que soy Doctor en Ciencias Politicas y Economía? - Quizás...
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