EN LO PROFUNDO
Publicado en Feb 14, 2013
Despertó sudorosa, transpirando miedo. Envuelta entre las sábanas lucho por desenredar la maraña de seda de su rostro y poco a poco recuperó el aliento.
Sentada en la cama se apartó el pelo húmedo de la frente, y despidió con la luz de la mañana los malos pensamientos, los fantasmas del subconsciente. Un remolino de preocupaciones del día ocupó su mente. Organizó paso a paso, mientras caminaba al baño, las tareas que le aguardaban. Se despojó apresuradamente de su pijama y dejó que la tibia lluvia que empapaba su cuerpo, la poseyera. Sólo le llevó diez minutos prepararse para el trabajo, su aspecto físico no era algo que le preocupara demasiado. No tanto como la generosa taza de café, que recargaba su dosis extra de energía, para enfrentar lúcida su jornada. Acomodó los papeles que requería para su día. Su agenda gris para las labores habituales y por supuesto la novela aún inconclusa, que la alejaba en sus momentos libres, del agotamiento. Era feliz con lo que poseía. Su trabajo y su vida en general eran buenos. No existía un hombre en su historia, ni lo necesitaba. Caminó hacia la escuela, que se encontraba en los suburbios, e ingresó radiante al aula donde sus pequeños estudiantes esperaban verla todas las mañanas. Disfrutó el día como ningún otro y volvió satisfecha, una vez más, de si misma. Caminaba sin prisa, no existía nada ni nadie que esperara su regreso. Era dueña de sus minutos, propietaria de sus horas, y pensar en ello le propició una cuota de placer y omnipotencia. Levantó la vista para cruzar la calle y allí estaba. No, no podía ser. El equívoco juego de la mente que oscilaba su aparente cordura, se encontraba a escasos metros de su humanidad. El terror de la alborada se hacía presente en su realidad y sintió que las piernas perdían rigidez y la apresaban nuevamente a una vida sin nada, vacía de muerte. Recompuso su semblante y asió fuerzas que desconocía. Fingió no ver, pero la puerta ya estaba abierta y sus peores pesadillas la enfrentaban despiadadamente y arrancaban a jirones la subsistencia que había construido. Marchó rápidamente, y volteó con disimulo. No logró ver nada esta vez y exhaló con alivio. Dobló la esquina que la llevaba de regreso a su hogar y ya no reconoció absolutamente ningún fragmento del lugar en el que estaba. Nuevamente el pánico se apoderó de sus sentidos y apretó los párpados sobre sus pupilas implorando despertar de la alucinación que temprano, le había jugado una mala pasada. Pero por más que se empeñaba en recobrar la compostura, el mal sueño se había instalado en su entorno. ¿Dónde estaba?, ¿Dónde? Imploró misericordia, y cayó quien sabe en que lugar, quien sabe en cual paraje remoto, perdido y tal vez inexistente. Grito y abrió los ojos al mundo, como guareciéndose de lo que se avecinaba. Y ya no tuvo ninguna duda, ya todo era tan claro!!!. Este territorio que observaba, era el verdadero escenario y se dejó fundir en la oscura quimera de su efectivo ser. Un libro yacía bajo sus pies, él mismo amarillento y ajeado texto que leía cada noche interminable. El mismo y único capítulo legible del anticuado manual que alejaba su letargo infeliz y exterminador…bajó la mirada y leyó, buscando, volviendo…”DESPERTÓ SUDOROSA, TRANSPIRANDO MIEDO…”
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kalutavon
mariela leroyer