Entre la multitud que caminaba apresurada, hay un hombre cabizbajo, que mira hacia el suelo y
piensa: “será que mi destino es quedarme solo, ya que ninguna mujer me ha jurado su amor por
siempre”.
Entre la multitud que camina afanada, hay una mujer con ojos tristes, que mira hacia el cielo
y piensa: “será que he nacido para vivir todo el tiempo solitaria, ya que no he encontrado un
hombre que me diga que desea amarme hasta su muerte”. 
Entre la multitud que camina desesperada, por  “casualidad”, se tropiezan un hombre y una mujer,
se miran fijamente y se dan cuenta que en sus ojos hay un deseo loco e intenso de amar, pero
ambos siguen derechos sin cruzarse palabras.