El día que me salvé de la trena (Diario).
Publicado en Feb 21, 2013
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Había pasado un día feliz en Guayaquil: un fin de semana inolvidable junto a mi Princesa... pero llegaba ya el lunes y debía volver a cumplir con mis obligaciones laborales que, en aquel entonces, era ser jefe de redacción, periodista y escritor exclusivo (las tres cosas al mismo tiempo) de la Revista Ambato Internacional. Así que al llegar la noche del domingo tuve que salir urgentemente desde Guayaquil hasta Ambato. Eran tiempos en que la policía ecuatoriana se había decidido a vigilar los autobuses inteprovinciales porque se producían muchos asaltos contra los viajeros por parte de pandilleros de esos que tanto abundan, también y para desgracia, en la misma España nuestra (estemos hablando de Madrid, de Barcelona, de Guadalajara o incluso de Valdeluz). 
 
Me despedí de la familia y salí a la carretera a coger el primer autobús que se dirigiera a Quito para, desde la capital ecuatoriana, enlazar con otro autobús que me llevara a Ambato. Los primeros kilómetros, una vez pagado el correspondiente boleto y sentado en mi correspondiente asiento del autobús, discurrieron sin altercado alguno. Había pasajeros que ya iban durmiendo y alguien hablaba en voz baja con su vecino o vecina de asiento. Yo iba pensando en los temas que debía desarrollar para seguir haciendo que Revista Ambato Internacional número 2 fuese mucho más interesante de lo que había sido Revista Ambato Internacional númer 1, con la cual colaboré con una Entrevista que se publicó en las primeras páginas. En este sentido la prueba consistía no sólo en vencer a Jaime Vásconez Vásconez sino en convencerle, definitivamente, de que yo era mucho mejor periodista de lo que él se estaba creyendo y, en segundo lugar, de que yo no era ningún tonto y sabía, perfectamente, que me estaba teniendo trabajando sin contrato laboral alguno; que era algo muy utilizado, en dicha época, por los empresarios tránsfugas, tramposos y estafadores. Así que yo tenía muchas cosas en qué pensar.
 
Pero, muy pronto, antes de salir de la Provincia de Guayas, el autobús fue detenido por la policía militar ecuatoriana. Todos los viajeros y viajeras fuimos obligados a bajar de él y, puesto en fila india, teníamos que enseñar, a una pareja de serios y fieros militares, nuestra correspondiente Cédula de Identidad y, acto seguido, abrir nuestros equipajes para que ellos registraran todo lo que llevábamos dentro. Estando ya en la fila india y observando que lo primero que se nos exigía a todos (euatorianos y extranjeros por igual) era la Cédula de Identidad que debíamos llevar, ya de antemano, en nuestra mano... me di cuenta de que la mía, junto con el Pasaporte, se me habían quedado olvidados en mi casa de la ciudad de Quito y que ni tan siquiera había llevado ambos documentos a la ciudad de Guayaquil. Era necesario hacer algo o, en caso contrario, pasaría toda la noche en la "trena" hasta que pudiese demostrar mi identidad personal llamando a alguien... 
 
Pero no pasó nada de eso. Como yo observaba que el policía militar se centraba mucho en los contenidos de los equipajes después de comprobar la veracidad y legalidad de todas las Cédulas de Identidad, aproveché un pequeño desconcierto que se armó entre los dos policías-militares por un asunto que a mí no me concernía y, rápidamente, como avisado por Dios, abrí mi bolsa de viaje y comencé yo a enseñarle al policía-militar todo el contenido haciéndole saber que era escritor y periodista y dándole explicaciones que le hicieron desconcertarse. El policía-militar ni se dio cuenta de que no le había enseñado ni mi Cédula de Identidad ni mi Pasaporte (cosa imposible porque ambos documentos estaban en mi casa de Quito) y, viendo la seriedad y el entusiasmo con el que le mostraba los papeles donde yo tenía escritos varios textos originales de la Revista Ambato Internacional número 2, me ordenó subir de nuevo al autobús y, pocos minutos después, pudimos salir rumbo a la capital de la República de Ecuador. De esta manera tan original, inspirado por el Espíritu de Dios (pues soy verdadero creyente cristiano) me salvé de pasar la noche en la "trena" o, tal vez, de haber tenido que pagar una fuerte multa de esas que uno recuerda para toda su vida y que es lo que le sucedió a otros por no llevar documentos identificativos y faltarles suficiente Fe en Jesucristo. 
 
 
 
 
 
 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Página de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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