guilas Negras -12- (Novela y Guin para Cine).
Publicado en Feb 25, 2013
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La lluvia ha cesado y los campos están mojados y llenos de cieno cuando Juan decide detenerse junto a un río bastante caudaloso.
 
- Este es un lugar espléndido, Atilano. 
- ¿Espléndido? ¿Qué tiene este lugar de espléndido?
- Pues que aquí vienen muchas...
- Pero... ¡no te entiendo ni jota!... ¿Quiénes vienen aquí?
- Pues muchas...
- ¿Muchas qué?
- Muchas lampreas... ¿a quiénes creías tú que me estaba refiriendo?
- Creía que estabas hablando de merluzas.
- Merluzas serán las que coges tú... ¿o no es cierto? 
- Pues sí... cojo de vez en cuando algunas merluzas. 
- Entonces... ¡adelante!... y juntos veremos cómo se nos da el día; puesto que resulta que las merluzas son marineras y las lampreas son de los ríos. A ver si no nos reímos de los ríos... porque te tengo que advertir, y te advierto, que las merluzas son muy saladas, pero las lampreas son muy dulces. ¿Sabes distinguir sus diferencias?
 
Atilano Eros tuerce el gesto...
 
- Me da lo mismo que sean saladas o dulces. No encuentro diferencia alguna. Yo lo que quiero es olvidar. 
- Olvidar... ¿a quién?
- La verdad es que ni la conozco ni la he visto nada más que en esos sueños que terminan siendo pesadillas.
- ¿Y cómo puedes olvidar a una chavala a la que ni conoces ni sabes quién es?
- Mira, Juan... pesquemos rápido para que pase este momento muy pronto porque es mejor.
- El tiempo no cuenta, Atilano. El tiempo no cuenta. Tenemos todo el tiempo del mundo para pescarle.
- Entonces... ¿qué quieres que te cuente yo?
 
Lanzan sus cañas de pescar, las sujetan a las ramas baja de dos árboles que están junto a la ribera, se sientan el uno al lado del otro y empiezan a esperar a que pique alguna.
 
- Por ejemplo... ¿tú recuerdas los catecismos de Ripalda?
-¿A qué viene ahora esa pregunta?
- A que nos vamos a enfrentar a un bicho muy raro que coloca, siempre, un catecismo de Ripalda sobre el pecho de cada una de sus víctimas sean chavalas muy jóvenes y de pocos años u hombres mayores, de tanta edad, que no se sabe cuantos años tienen. ¿Ante quién piensas tú que nos estamos enfrentando?
- Quizás a algún ser traumatizado y frustrado a la vez.
- Entonces... cuéntame algo sobre los catecismos de Ripalda por ver si nos sirve de pista.
- ¿Los catecismos de Ripalda sirven para darnos alguna pista?
- Yo creo que, en este caso, sí. Empieza por contarme, por ejemplo, para qué sirven en la práctica dichos catecismos. 
- Su función es para catequizar a los niños y prepararles para recibir la Primera Comunión.
- Anotemos ese detalle en nuestras memorias.
- ¿Te parece importante ese dato para detener a un asesino en serie?
- En serio te digo que sí, que puede ser una buena pista. ¿Me puedes poner al corriente de quién fue ese tal Ripalda?
- No comprendo bien para qué nos va a servir eso...
- Escucha bien, Atilano. ¿Por qué recurrimos siempre al recuerdo, a la memoria, a la historia personal de cada uno de nosotros para seguir siendo algo más que una simple presencia?
 
Atilano Eros Amazote queda perplejo al descubrir la enorme inteligencia y sabiduría de su joven compañero Juan. 
 
- ¿Dónde aprendiste esa frase?
- Salió de mi cerebro... y es que me funciona muy bien el cerebro... ¿tú crees que me funciona bien el cerebro?
- ¿Por qué me preguntas eso si yo te acabo de conocer y no te había visto jamás en mi vida?
- Porque resulta que muchos, sin saber quien soy, se atreven a decir, a primera vista, que no me funciona bien el cerebro y que, además, soy marica.
- Yo no soy tan estúpido como esa gentuza indeseable.
- Tú y yo estamos ahora hablando amistosamente... ¿no es cierto, Atilano?.
- No somos amigos pero podemos llegar a serlo.
- Podemos llegar a ser muchas cosas, Atilano... podemos llegar a ser hasta lo imposible...
- Demasiada filosofía para mi entendimiento.
- Hoy llevamos sombreros puestos. ¿Para qué llevamos sombreros puestos, Atilano?
- Para evitar mojarnos las cabeza si es que comienza de nuevo a llover.
- Eso es demasiado obvio y me decepcionan los personajes obvios, Atilano. Tú eres el mejor de los hombres de Diego y debes saber mucho más. 
- ¡Un sombrero sólo vale para cubrirse del agua o para no pasar frío!
- Me sigues decepcionando, Atilano.
- Entonces... ¿se puede saber para qué vale un sombrero?
- Un sombrero solo tiene valor cuando debajo hay inteligencia. 
 
Atilano Eros Amazote se queda serio. No quiere, de momento, seguir hablando con Juan pero éste saca dos cigarrillos de su cajetilla y le ofrece uno a su compañero. Ambos encienden sus respectivos cigarrillos y guardan unos segundos de silencio. De momento no han pescado nada. 
 
- No te precupes, Atilano, ya pescaremos algo. 
- Te dije que hoy no era un buen día, Juan.
 
Pero Juan tiene algo que contarle a Atilano y no quiere perder el tiempo en banalidades sobre el tiempo. Para Juan el tiempo tiene muchas valoraciones intelectuales y variables sociales que van mucho más allá de hablar del tiempo como una simple banalidad.
 
- Hablando de lo que hay debajo de un sombrero, es mucho mejor ser siempre como un niño porque el cerebro nos funciona bien si nos encontramos bien de salud interior y la salud interior es el alma. ¿Tú recuerdas tu infancia, Atilano?
- No toda mi infancia sino solamente algo de mi infancia...
- ¿Por qué, Atilano?
- Cosas mías nada más. A nadie le interesan ni le deben interesar. 
- Somos dos compañeros que estamos conociendo nuestras maneras de hacer las cosas para cumplir con la justicia social que pide la ciudadania atemorizada por un asesino en serie que se comporta como un animal... así que a mí se me interesa saber cómo es tu alma, Atilano.
 
Atilano se enfada visiblemente...
 
- ¿Y la tuya? ¿Cómo es tu alma, Juan?
- Te voy a decir algo y espero que me pongas la máxima atención. 
- Está bien. Habla.
- La Razón reside en el cerebro. La Fe reside en la Razón. La Razón controla la Materia. La Fe controla el Espíritu. Razón y Fe son los dos principales motores del Alma Humana. No se mide la altura de los seres humanos por sus centímetros de estatura sino por la estatura de su alma y sus sentimientos. Lo verdaderamente serio e importante del camino es que nos deja impreso a fuego vivo en el alma esa cuestión que llamamos personalidad. El Amor es un animal que se puede morir si dejamos que dentro de nuestra Alma se mustie la Esperanza... porque el Amor se alimenta de la Esperanza dentro del Alma Humana. Si la Esperanza se mustia se muere el Amor. El trípode compuesto por "cuerpo, alma y espíritu" sostiene una edificación llamada "existencia". La Literatura es el arte de expresar emociones cuando el alma se nos transforma en palabras... La paciencia no es exactamente un arte sino la expresión serena de quien tiene el alma tranquila. Es en la Nocturnidad del Alma donde más necesitamos que nos alumbre el Espíritu. Es la envidia la que destruye el alma de los seres humanos... Soñar es pensar siempre con el alma. La esencia de todos los seres humanos radica en sentir la presencia del Espíritu en el interior de sus almas. Las lágrimas son trozos rotos del cristal de nuestra alma. En cada una de ellas vemos una parte de nuestra fortaleza... pero en el conjunto de todas ellas vemos la verdadera fortaleza de nuestro espíritu. La verdadera personalidad es la que proviene del alma.
 
Atilano queda absorto, como perdido en sus pensamientos, mientras ambos siguen fumando.
 
- Sigue escuchando, Atilano... 
- Perdona, Juan. Estaba pensando en todo lo que me has dicho.
- Estamos ante un ser maligno, Atilano. Ante alguien que ha vendido su alma al Diablo. 
- Por eso yo sólo quiero que pague con su vida todo el mal que está haciendo.
- ¿Qué es para ti todo esto de las neuronas que tenemos dentro del cerebro?
- Prefiero no decir nada de eso. 
- ¿No quieres que hablemos de neuronas cerebrales?
- A veces la vida es un mal trago.
- No es un mal trago, Atilano, sino que nos parece a veces un mal trago, lo cual es muy diferente; por lo menos para quienes no hacemos otra cosa sino que portarnos lo mejor que podemos y si haces bien lo que puedes hacer es más que suficiente como para saber que no tienes ninguna neurona lesionada digan lo que digan quienes están interesados en decir lo contrario.
- De acuerdo, Juan, estoy de acuerdo.
- Porque, como dice un proverbio judío, con la mentira suele irse muy lejos, pero sin esperanzas de volver.
- ¿A qué te refieres y por qué me hablas ahora de los judíos?
- Sólo son intuiciones mías... nada más que intuiciones mías... pero... ¿tú crees que yo tengo alguna neurona cerebral estropeada y lo que dicen ciertos brutos psicópatas es solamente una mentira? ¿Me comprendes por dónde voy?
- Es muy difícil seguirte...
- Pues entonces pon más interés en vigilar la caña porque se te pueden escapar todas.
- ¿Te refieres a las chavalas?
- Me asombras, Atilano, de verdad que me asombras. ¿De quiénes crees que estoy hablando yo? Te estoy hablando de las lampreas. Claro que comprendo que, por apellidarte Eros, estás confundido del todo; pero no te preocupes tanto por las chavalas que no se van a acabar nunca cuando seamos un poco mayores. Mi misión es otra. Lo de Eros me lo sé desde que era solamente un niño y no me interesa, para nada, salvo con la excepción que confirma la regla. Así que olvídate, por un momento, de lo erótico y deja de ser Eros ahora. Cuéntame quien fue Ripalda, porque como dijo el gran Ladislao Kubala... ¿te acuerdas cuando Ladislao Kubala era el seleccionador mientras los niños jugábamos a las chapas?... en ciertos asuntos no sólo hay que saber, sino que también hay que saber querer, y no sólo es muy importante saber y querer sino que es muy importante poder... y así, de esta manera tan infantil... si es que recuerdas algo de tu infancia... obtenemos el triángulo completo del que tanto habláis tú y tus compañeros del Cuerpo de Policía. Me estoy refiriendo, más exactamente, a Louis Edouard Auate que, en estos temas, lleva la voz cantante... ¿o no es cierto, Atilano?
- Pues sí.
- Pues ya está la cosa mucho mejor, así que desembucha ya. Si tenemos que trabajar juntos necesitamos saber, querer y poder. No olvides nunca al seleccionador Ladislao Kubala de nuestras infancias, aquellos días en que quizás tú también te entretenías jugando a las chapas.
- Pues sí.
- Entonces dime ya quien puñetas era ese tal Ripalda. Dímelo claro y si quieres cantar canta. La teoría de Louis Edouard Auate de o me llevo a esa mujer o entre los tres nos las apañamos para pasarlo bien no me interesa para nada y no me interesa para nada lo que haga en la práctica ese tal Louis Edouard Auate. Sus prácticas, en todos sus sentidos si es que a eso se le puede llamar tener sentidos, no me importan en absoluto porque no me sirven absolutamente para nada de nada. Si él pasaba por aquí también pasaba yo por aquí. Por eso no creo en las casualdiades sino en el Destino. En las cosas del amor creo en la dualidad hasta la Eternidad y para conseguir eso hay que saber nadar y guardar la ropa. ¿O no?
- Pues sí.
- Pues ya está la cosa mucho mejor y empezamos a entendernos mucho mejor. Asi que te repito que desembuches.
- Se llamaba Jerónimo Martín de Ripalda. 
- Más cosas... 
- Había nacido en Teruel en 1535.
- Sigue...
- Murió en Toledo en 1618.
- ¡Vaya, vaya y vaya! Así que nació en una una ciudad que comienza con T y murió en una ciudad que comienza con T. Y resulta que Tomate comienza con T. ¡Aquí hay Tomate! ¡Vaya memoria que tienes, Atilano! ¡Ya decía yo que eres el mejor compañero que puedo tener como ayudante para esta investigación! ¿Qué más recuerdas además de fechas? ¿Recuerdas la fecha de 1956? ¿Qué pasó en 1956, Atilano?
- De ese año no recuerdo nada.
- Entonces... ¿no te dice nada el número 56?
- No me dice nada.
- No estamos jugando al mus, Atilano. Algo te tiene que decir el número 56 y no salgas apostando con la mano de un cristiano porque esto no es un juego de mus y la mano de un cristiano también puede hacer mucho daño en cuestiones peligrosas. De todas formas es muy jugosa tu información. ¿Sabes hasta dónde está el límite de jugar con las chicas?
- Ni idea.
- Pues el monstruo al que nos vamos a enfrentar no tiene, en ese sentido, límite alguno. Se cree el hombre más guapo del Universo entero.
- Hoy no quiero hablar nada de eso. No tengo ni idea de lo que estás queriendo decirme y sólo te puedo contar que Ripalda era un jesuita español.
- ¡Eso sí que es muy interesante, Atilano! Lo digo por lo del Niño Jesús y el Barrio del Niño Jesús. Quizás sepas tú algo de eso que me sirva de mucho para solucionar este caso. Posiblemente mis intuiciones no me están engañando...
- ¿Es que te manejas por intuiciones?
- Arrranco desde las intuiciones pero luego profundizo hundiéndome en un punto cero para olvidar todos mis recuerdos y empezar a recurrir a mi memoria.
- No entiendo nada.
- Me refiero sólo a investigar. A aprender a hacer una investigación como Dios manda. Pero no pienses en eso porque puedes volverte loco. ¿Puedes contarme algo más de ese jesuita?
- Que su catecismo lo escribió el mismo año de su muerte.
- ¡Caramba! ¡Muy interesante si sabemos que murió en Toledo! O sea, que si murió el mismo año en que escribió su catecismo, hasta puede ser que lo eliminara alguien como este loco asesino en serie que queremos atrapar. Porque resulta que estamos persiguiendo a alguien que, después de torturar, violar y asesinar a sus víctimas, coloca un catecismo de Ripalda entre las manos de esas víctimas y luego cruza sus manos sobre el pecho. Ya empiezo a tener otra intuición más.
- ¡Diablos! ¿Cómo lo consigues?
 
Atilano tira su colilla al río, mientras Juan la apaga y se la guarda en el bolsillo derecho de su chubasquero.
 
- No tires nada al rio, Atilano... porque, en contra de lo que canta Iglesias, el río no devuelve nada aunque sea un pañuelo lleno de lágrimas. ¿Tú lloras muchas veces?
- ¡Yo no lloro nunca jamás! ¡Eso es propio de maricas!
- ¿Tú crees que llorar es cosa de maricas?
- ¡Sí!
- Pues yo creo lo contrario. Y es que en todo no podemos estar de acuerdo porque somos diferentes tú y yo. Y eso es lo que hay como dice mi abuela materna. ¿Quieres otro cigarrillo para ver si lo has comprendido mientras fumas tranquilamente?
- ¡No! ¡No estoy nervioso!
- ¿Te ha enseñado eso de que los hombres nunca lloran tu teniente Nazario?
- Lo aprendí mucho antes de conocer al teniente Soriano.
- El gran sabio Raimundo Lulio dijo que la paciencia comienza con lágrimas y, al fin, sonríe. ¿Qué te parece esta frase?
 
Juan sonríe ante la perplejidad con que le mira Atilano.
 
- Me interesa más saber qué opinas tú sobre las lágrimas, Juan.
- ¿De verdad quieres saberlo?
- Sí. También a mí me interesa saber cómo eres tú ya que vamos a trabajar juntos.
- Tengo mucho que decir sobre las lágrimas pero a ver si te vale este pequeño párrafo: Perdóname si lloro esta noche; pero no son lágrimas de dolor. Son lágrimas de paz, eternas lágrimas de este sencillo corazón que bombea dentro de sí la sangre de tu sangre y el esperma de tu esencial forma de tratar democráticamente a tus hijos. Y como siempre, yo seguiré diciendo que tú sólo estás durmiendo... durmiendo. !Despierta ya!. !Sólo soy un niño y necesito ir de tu mano a beber agua de La Fuente de Los Tres Caños!. Vámonos a seguir comiendo aceitunas de la tinaja de Don Marcelino junto al Ángel de la Pasión!. !Escucha, papá, el latir de mi infante corazón y perdóname si lloro esta noche! ¿Qué te ha parecido?
- Increíble. Solamente increíble.
- Increíble pero cierto. ¿Recuerdas siempre a tu padre cuando nunca lloras? ¿Tu padre nunca llora jamás?
- Prefiero no contar nada de mi padre.
- Entonces... ¿qué quieres saber más de mí?
- ¿Cómo lo consigues?
- ¿A qué te refieres?
- ¡Diablos! ¡Me estoy refiriendo a cómo es que siendo tan hombre y tan valiente consigues llorar o hacer llorar a los demás!
- Dejemos a los diablos aparte, Atilano. No lo consigo yo. Lo consiguen mis sentimientos. ¿Qué sabes tú de los sentimientos que puede tener el asesino en serie al que debemos atrapar?
- Nada de nada.
- Entonces hablemos de ese tal teniente Nazario. ¿Sabes qué le pasa a Nazario que es otro de los que nunca saben llorar? ¿Esa clase de policías te deslumbran, Atilano?
- Me parece que un policía debe ser así.
- ¡Menos mal que yo no soy un policía!
- Pero tienes una chapa...
- Sí. Ya sé que tengo una chapa no de teniente como la de Nazario sino de capitán. Quizás los tenientes nunca lloran pero los capitanes lloramos algunas veces. Esa es la diferencia entre un oficial de rango inferior y un oficial de rango superior. ¿Lo entiendes ahora?
- Lo intento.
- Pues termino de hablarte de Nazario. Me parece que es más purista que los puros que se fuma a escondidas para que no le vean los de la iglesia a la que acude para demostrar que es un gran creyente de Dios. Sin llorar por supuesto. Pero, mira por donde, Jesucristo lloró algunas veces. ¿Qué te parece esa clase de creyentes cristianos que nunca lloran?
- No quiero saber nada de iglesias.
- Es que no te estoy hablando de iglesias sino de la vida humana. ¿Ese tal teniente Nazario al cual tanto admiras es tan místico como os dice en vuestras charlas de café? Yo también celebro muchas charlas de café pero a veces lo hago para no llorar demasiado.
-¡No me lo puedo creer!
- Porque no sabes creer, Atilano. ¿Quién se cree que es ese tal Nazario Soriano Buendía de la Iglesia? ¿Acaso un super héroe cuando se viste con el uniforme de teniente de la Policía de Madrid, con su pistola al cinto, persiguiendo a Panchita?
- ¡¡Jajajajaja!! ¿Quién es Panchita?
- La empleada de hogar del Doctor Cataplasma por ponerte un ejemplo. Me refiero a otra chavala, por supuesto, pero digamos que es Panchita porque no me interesa decir su verdadero nombre.
- ¿Por qué no me dices el nombre verdadero de esa chavala?
- ¿La llamamos Prudencia? ¿Qué te parece a ti si la llamamos Prudencia?
- Pero... ¿se llama o no se llama Prudencia?
- Escúchame bien otra vez y cuando quieras otro cigarrillo no tienes más que pedirmelo, colega.
- Te escucho con total atención.
- La atención siempre es un toque de queda... ¿estamos de acuerdo con que es un toque de queda antes de entrar en combate, Atilano?
- ¡¡Jajajajaja!! No conocía tu buen humor.
- Entonces escucha con mucha atención porque voy a comprobar tu grado de paciencia que es muy necesario tenerla cuando se es el mejor de los policías.
- Escucharé todo lo que digas.
- Espero que no sólo escuches todo lo que diga sino que hagas todo lo que escuches.
- ¿Vas a hablar de broma o en serio?
- Tú sólo limítate a escuchar y luego lo decides por ti mismo. Ahora cierra la boca.
- Está bien. Tu eres mi capitán y yo sólo el número que te ayuda.
- ¿Me ayudas tú a mí o te ayudo yo a ti?
- No entiendo.
- Es muy fácil de entender. Tú eres un policía y tienes la obligación, como policía que eres, de trincar a ese asesino en serie. Yo sólo soy un detective privado y me limito a ayudarte a que lo trinques. ¿Me ayudas tú a mí o soy yo el que te ayuda a ti?
- Cierto. Estás diciendo una gran verdad.
- Pues entonces calla ya la boca y escucha esta retahíla de 20 refranes de mi propia cosecha y dedicados a quienes se meten en conversaciones ajenas sin ser llamados a participar de ellas. ¡Aquí va el lote completo y a ver si aprendes lo que es darse un lote! Quien en ciertas cuestiones no guarda silencio o es más bien tonto o es más bien necio. Aquel que se mete a cotilla vale menos que una colilla. Cuando veas a dos hombres hablar es mucho mejor callar. Cuando un hombre suda es que no hay ninguna duda. Al hombre muy acicalado es mejor darle de lado. Un hombre muy sudoroso es un hombre muy honroso. Si te metes a por peras puedes salir con ojeras. Delante de una mujer a su esposo has de temer. Una mujer bien casada de los cotillas sale cansada. No te metas con un hombre cuando sólo sepas su nombre. Si eres hombre de mil batallas a los niñatos los callas. Delante de un hombre verdadero la prudencia es lo primero. Las conversaciones de adultos a los niñatos dan sustos. Cierra la boca en cuestiones cuando son ajenas a tus emociones. A una mujer hermosa si es casada ni una rosa. No oses a un casado molestarle cuando su esposa quiere amarle.  Si ves a un hombre hablar lo sabio es saber callar. Si a un casado le envidias tienes contados tus días. Cuando veas casadas guapas cierra tu boca con grapas. Si quieres dormir suficiente no te metas con un valiente. ¡Ya está! Ahora te lo aprendes de memoria y vas y se lo cuentas. 
- ¿A quién?
- A tu propia conciencia, Atilano... y de paso a la conciencia de tu admirado teniente Nazario... porque como los dos no lloráis nunca a lo mejor os hace mucha gracia y os partís de risa. 
 
Atilano queda en completo silencio...
 
- ¿Qué te sucede, Atilano? ¿Ya no quieres seguir sabiendo cómo soy yo? Tenemos todo el día por delante y esto sólo ha comenzado nada más.
- ¿Qué es lo que ha comenzado?
- La busca y captura del asesino en serie.
- Esto... yo... yo sólo soy un pobre policía...
- ¿Un pobre policía? ¿Me quieres hacer creer que eres un pobre?
- Bien. Tengo unos ahorrillos para ir tirando.
- ¿Algunos ahorrillos para ir tirando o una buena cantidad de ahorros cogidos por aquí, por allá y hasta por acullá?
- Bueno. Efectivamente, tengo una suculenta cuenta corriente en un Banco.
- ¿Algo que ver con el Banco Hispano Americano haciendo transferencias de dinero negro al Citibank de Ginebra para convertirlo en dinero blanco sin haberlo declarado a Hacienda? No me respondas si no quieres...
- No quiero.
- Pues me importa menos que una tarjeta de plástico, que solo es plástico nada más, si tú o tu admirado teniente Nazario o los dos juntos, revueltos o separados porque me da lo mismo cómo lo hagáis, cometéis esas fechorías. Los únicos farsantes a los que no soporto son a los que se pasan de la raya... ¿Sabes bien lo que es la raya?...
- Según a lo que te estés refiriendo.
- Entonces dejemos, de momento, lo de la raya a un lado. ¡Tú no tienes ni idea de lo que es peinarse con la raya a un lado para ligar con chavalillas monumentales! ¿O me equivoco en algo?
- No sé cómo lo haces...
- Pues a ver si lees, de vez en cuando, las tiras cómicas de Rigoperto Picaporte, solterón de mucho porte, y te vas enterando un poco. A veces hasta me vuelvo gracioso... claro que menos gracioso que todos los del Cuerpo de la Policía de Madrid porque resulta que yo sólo soy un capitán que está de paso y por eso paso... 
- Entonces... ¿quieres decir que renuncias a la investigación?
- No. Quiero decir que paso de los graciosos que no tienen gracia alguna cuando se ríen de las desgracias ajenas. En cuanto al asesino en serie me parece que no vamos muy desencaminados, Atilano Eros Amazote.
- ¡Cálmate un poco! 
- Pero si el que estás nervioso eres tú y por eso levantas la voz más de lo debido. ¿No te das cuenta de que puede habernos seguido algún soplón y quizás nos esté escuchando? 
 
Atilano mira bien en todas las direcciones.
 
- No veo a nadie por aquí.
- ¿Y yo quién soy entonces?
- ¿Tú eres un soplón?
- Frío frío Atilano, muy frío. Sólo soy un detective esperando a resolver este asunto. Los soplones no tienen riñones por no decir otra cosa que rima con la terminación ones.
- ¡¡Jajajajaja!!
- ¿Esa risa es nerviosa o sólo espontánea nada más?
- Es que me haces reír.
- A lo mejor algún día hasta consigo hacerte llorar por primera vez en tu vida. Así que ahora comamos los bocatas que hemos traído y pongo la grabadora para calmarte con un poco de música ligera.  
- Espera un poco. No pongas la grabadora todavía. No estoy preparado.
- ¿Sabes lo que es una escala de valores, Atilano?
- Supongo que el orden en que valoramos las cosas de nuestras vidas de más a menos. 
- Exacto. Veo que no eres tan tonto como pareces. ¿Y cuál es el máximo valor de tu vida con sus bonificaciones por supuesto?
- Por supuesto que el dinero. 
- ¿Y tú crees que yo me pringaría la vida, por ejemplo, por un miserable billete de cien pesetas? ¿Sabes qué es el dinero para mí desde siempre y no desde ahora?
- Supongo que un valor muy importante. 
- Supones muy mal, Atilano. Para mí el dinero siempre ha sido una mierda. Y hablando de mierdas... ¿tú has oído alguna vez la frase de tres contra uno mierda para cada uno?
- Estoy un poco confuso...
- Pues te lo voy a aclarar del todo para que veas que los cristianos verdaderos somos transparentes y jugamos limpios. Cuando digo mierda para cada uno me refiero a los tres maricas que se enfrentan, juntos porque por separado siguen siendo solamente tres mierdas, a un solo valiente. ¿Aclarado ya cómo pienso yo sobre esto de la escala de valores?
- Esto... yo... sí... aclarado...
- ¿Pero sin duda alguna de que tres maricas contra un solo valiente sólo son tres mierdas? 
- Sin duda alguna. 
 
De repente, el policía Atilano Eros Amazote se levanta furioso, saca una pistola que lleva guardada dentro de su chubasquero, apunta a un objetivo concreto que está entre las ramas de un árbol y dispara. ¡El pobre gorrión cae al suelo, muerto de manera instantánea!
 
- Pero... ¿qué has hecho, desgraciado? ¿No te das cuenta de que era solamente un pobre y sencillo gorrión que no estaba haciendo daño a nadie? ¿Te das cuenta, gilipuertas, de que, posiblemente, una gorrioncilla le está esperando en el nido porque había salido a buscar alimentos para sus crías? ¿No te das cuenta, so gilipoyas, de lo que has hecho por no tener sentimientos humanos, pedazo de animal?
- Perdona, Juan... me he confundido...
- ¿Sabes lo que es una mierda?
- Perdón, Juan... joder...
- ¡Ni joder ni leches en vinagre! ¡¡Una mierda eres tú!!
- Ya sabes que al único ser humano al que respeto es a ti. Si fueses otro te descerrajaría un tiro en la cabeza por decir eso.
- ¡Inténtalo si eres tan hombre como dices!
- No. Eres al único ser humano que respeto. 
- Pues entonces haz el puñetero favor de guardarte otra vez esa pistola y es la primera y última vez que matas a un ser vivo inocente delante de mí o te tragas todos los dientes de un solo puñetazo y te tienen que hacer la cirugía estética para que sigas siendo tan guapo como eres. 
- Que me he confundido... poque creí que era un cuervo...
- ¿Cómo puedes confundir a un pobre gorrión con un miserable cuervo si los gorriones son aves paseriformes de pequeño tamaño, de plumaje marrón con manchas negras y rojizas, que abunda en las ciudades o en los campos cercanos a las ciudades, como es el caso del gorrión común, y también en los campos lejanos de las grandes ciudades, como es el caso de los gorriones molineros... mientras que los miserables cuervos son aves también paseriformes pero de gran tamaño, con el plumaje, las patas, los ojos y el pico negros, que se alimentan de carroña y de pequeños animales muertos y que, además, graznan en lugar de piar porque son de la familia de los córvidos? ¿Has oído tú graznar a ese pobre y humilde gorrión que acabas de asesinar a sangre fría? ¡¡Tú eres tonto y en tu casa no lo saben!! ¿Sabes lo que te digo? ¡Que me das asco y me da asco trabajar a tu lado y sólo lo hago porque me interesas para atrapar a ese asesino!
- Ha sido sin querer... 
- Sin querer queriendo.
- No... me he confundido...
- Le cuentas ese cuento a quien se lo quiera tragar... pero te advierto, para que no te llames a engaño alguno, que conozco perfectamente la práctica de las artes marciales. ¿Es por eso por lo que soy el único ser humano al que respetas?
- Esto... yo... me he confundido...
- Si vuelves a hacerlo delante de mí te meto tu pistola por el culo y luego se lo dices, llorando si quieres llorar por primera en tu vida, a tu Jefe Superior de la Policía de Madrid Diego Castillejo Ríos. Le dices que he sido yo el que te ha metido tu pistola en el culo en vez de decir que yo te he ayudado a cometer ese crimen contra un ser vivo e inocente, pedazo de criminal. ¿Me has entendido bien o vas a querer hacerte una fotografía con los dos sujetando las alas de ese pobre y humilde gorrión para decir a todo el mundo que lo hemos matado entre los dos? Maricón. Si tanto lo deseas, intenta hacer esa foto y te rompo la cara de guapo que tienes. Te rompo la cara a hostias, so imbécil. ¿Me has entendido ya o te lo repito todo otra vez e intentas hacer esa fotografía a ver si tienes cojones suficientes de hacerla?
- Prefiero haber entendido bien...
- Mas te vale si aprecias un poco tu miserable vida.
 
Juan se levanta, se acerca haste el cuerpo yaciente del pobre gorrioncillo, le acaricia suvemente el plumaje y le besa en el corazón. Después hace un pequeño agujero en la blanda tierra y le da sepultura tapando el agujero. Por su rostro resbalan las lágrimas pero su voz es mas varonil que nunca.
 
- ¡Hasta siempre, gorrioncillo! ¡Perdóname por no haber podido evitarlo! ¡Ve con Dios, pequeñito!
- No entiendo nada, Juan...
- Es para que no lo devore uno de esos miserables cuervos carroñeros. Te vuelvo a repetir que me da asco trabajar contigo. Me da asco trabajar al lado de un tipo tan bajo y miserable como tú. ¿Lo has entendido bien ahora?
- Sí... Repito que prefiero haberlo entendido bien...
- Por la cuenta que te trae o le cuentas a tu Jefe Superior la verdad de lo sucedido, explicando muy bien que sólo lo has hecho tú y yo no te he ayudado ni he podido impedirlo, o hago que te calles para siempre.
- Procuraré callarme para siempre sin tu ayuda...
 
Juan vuelve a sentarse...
 
- Pues yo no me voy a callar y tu Jefe Superior va a saber la verdad de lo sucedido. Entre verdaderos cristianos es nuestra obligación decir la verdad. Asi que... ¿por qué no sacas la máquina fotográfica que llevas escondida y desentierro al gorrión para hacernos una foto agarrando un ala cada uno y como recuerdo de la proeza heroica de haberle matado a sangre fría? ¿Te atreves a hacer esa fotografía para decir que yo te he ayudado a cometer ese crimen? ¡A mí me repugnaría y me darías asco ser como tú! Si yo hubiee participado en este crimen dejaría en estos momentos de ser un hombre. Así que la cámara fotográfica y tus asquerosas fotografías también te las puedes meter en tu trasero aunque esta vez sin mi ayuda para ver si tienes el suficiente coraje de sentirte una verdadera mierda. 
 
Atilano se guarda la pistola en el bolsillo derecho de su chubasquero y se sienta, mansamente como un lobo disfrazado de oveja, pero guardando una prudencial distancia con arreglo a Juan porque sabe que no está el horno para bollos. 
 
- No te cohibas tanto. Ni tan siquiera como lo haces cuando fumas un puro habano en la Dirección General de Policía a escondidas de tu Jefe Superior. Sé que algunos fumáis caros puros Cohibas que os llegan desde Cuba. ¿De verdad te crees que eres Che Guevara haciendo justicia social matando personas que nada quieren saber de su ideología? ¿Mata o no mata a gente inocente ese tal Che Guevara tan revolucionario como se hace llamar? Asi que ¿tú también vas de revolucionario armado por la vida, Atilano? ¿Quien da las ordenes y dirige las operaciones para que os lleguen los puros Cohibas desde Cuba? No te cohibas y cuéntamelo, tio valiente. 
- Es una idea del teniente Nazario Soriano Buendía de la Iglesia. Él es quien hace ese contrabando. 
- ¿El teniente que va siempre a las iglesias evangélicas cristianas para halar con Dios?
- El mismo.
- ¡Hasta para mentir eres mentiroso! Yo sé que no es Nazario. Asi que no sigas mintiendo más porque tambien me caen muy mal los chivatos cuando, además, son tan soplones como tú que mientes más que hablas. ¡Ahora guarda silencio y escucha!

Juan pone en funcionamiento su grabadora de la cual surge una canción. 
 
- Quince años tiene mi amor. Le gusta tanto bailar el rock. Es una chiquilla tan divina y colosal. Tiene una mirada que nadie puede aguantar. Esa chica no tiene igual. Y cuando baila es sensacional. Si le doy mi mano ella la acariciará. Si el doy un beso ya sabré lo que es soñar. Un ángel es mi amor. Dulce, tierna como una flor. Cuando el sol se pone es la estrella que da luz. Quisiera repetirle no hay nadie como tú. Un ángel es mi amor. Dulce, tierna como una flor. Cuando el sol se pone es la estrella que da luz. Quiero repetirle que no hay nadie como tú. Quince años tiene mi amor. Quince añor tiene mi amor. 
- Bonita canción, Juan.
- ¿Te dice mucho?
- No me dice nada.
- Pues a ver que te dice esta otra...
 
De la grabadora de Juan surge otra canción. 

-  Quisiera ser… tu gran amor. Quisiera ser el eco de tu voz para poder estar cerca de ti. Quisiera ser tu alegre corazón para saber qué sientes tú por mí. Quisiera ser un águila real
para poder volar cerca del sol y conseguirte las estrellas y la luna y ponerlas a tus pies, con mi amor. Quisiera ser un pobre ruiseñor para poder cantar cerca de ti. Quisiera ser la más bella canción para poder hacerte muy feliz. Quisiera ser aurora boreal y darte así un mundo de color, y conseguirte las estrellas y la luna y ponerlas a tus pies, con mi amor. Quisiera ser aurora boreal y darte así un mundo de color, y conseguirte las estrellas y la luna y ponerlas a tus pies, con mi amor. Y conseguirte las estrellas… y ponerlas a tus pies... Quisiera ser… tu gran amor. Quisiera ser… tu gran amor.
- Otra bonita canción, Juan. 
- ¿Te dice también mucho?
- No me dice nada
- ¿Sabes quién es Ella?
- Estoy deseando que me lo digas tú. 
- ¿No te dicen nada estas dos canciones, Atilano, o no te dice nada Ella? Quizás sea mejor esperar a que tenga los diecisiete años... pero te vuelvo a repetir que no estamos jugando al mus para decir lo de no me dice nada... ¿de acuerdo?... claro que no te dice a ti nada porque Ella nada tiene que decirte a ti. Ni tú sabes quien es Ella ni a Ella le importa que existas o no existas. Yo no estoy jugando al mus ni a ningón otro juego de azar porque el amor verdadero no es un juego de a ver si me toca o a ver si no me toca... ¿Me estás entendiendo esto de a ver si me toca o a ver si no me toca?.
- Sí. Parece que te estoy entendiendo. 
- Pues entonces, dejando a las chicas en paz, también ten cuidado con echar órdagos a las grandes porque quizás con las grandes tambien te de alguna verdadera lección de cómo hay que estar con ellas y no jugar a lo loco. ¿O no me crees capaz de hacerlo también con las grandes?
- Ahora no te entiendo.
- Hablo de echar órdagos a las chicas y de echar órdagos a las grandes por si no lo recuerdas...
- Ya... ya... ya voy comprendiendo...
- Esto es mucho más serio e importante que todo eso del mus y las tonterías que se hablan por ahí cuando no se sabe de qué hablar.
- Yo... esto... Juan...  perdona pero es mejor irnos ya de aquí... 
- ¿Qué tengo que perdonarte yo?
- Es una forma de hablar. 
- Pues que yo sepa, sabiendo hablar y sabiendo de qué se habla, quien tiene la potestad de perdonar es Dios pero no yo. 
- ¿Nos vamos ya?
- ¿Ahora que la apasionante aventura de pescar al asesino empieza a comenzar? Me decepcionas, Atilano, cuando creo que eres el mejor de todos los hombres de Diego. Ahora no. Todavía no nos vamos de aquí. Estoy intentando que me des una pista, tú que eres tan listo o te haces el tan interesante con las damas, para saber cómo vamos a poder atrapar a ese cabrón. 
- Me da por pensar que has encontrado ya muchas pistas y no me lo quieres decir. 
- ¿Hacerle yo esa faena a un compañero de trabajo? No he hecho jamás ni una faena a ningún compañero de trabajo nunca en mi vida pero no pueden decir lo mismo muchos de ellos en cuanto se refiere a mi personalidad. 
- Pues yo creo que sabes cosas que me ocultas. 
- Está bien. Si piensas eso quizás sea mejor que nos vayamos ya de aquí y que cada uno se vaya a su casa después del trabajo. De momento tengo bastante ya pescado. 
- ¿Pero si no hemos pescado nada?
- Tú dices que no y yo digo que sí. ¿Qué crees que es el sí de las niñas y los intereses creados, Atilano? 
- Espera que memorice fechas. ¡Ya lo tengo! Recuerdo que el sí de las niñas fue la mejor comedia dramática de Leandro Fernández de Moratín, madrileño nacido en 1760; y que los intereses creados fue la mejor comedia picaresca de Jacinto Benavente, madrileño nacido en 1866.
- Vuelves a demostrarme que eres muy bueno memorizando fechas y por eso creo que sí sabes bien qué es lo que sucedió cierta noche del año 1956 y que sabes qué significado tiene el número 56 para nuestras vidas. Pero no importa que me digas nada. ¿Has leído esas dos comedias?
- Jamás las he leído. Yo bastante tengo con ser un policía. 
- Los policías tenéis muchos ratos libres o, por lo menos, tanto tiempo de ocio como cualquier otro trabajador. ¿Es cierto o no es cierto?
- Sí. Es cierto.
- Pues yo conozco algunos policias que son muy cultos y te estoy hablando en serio. Se dedican en sus ratos libres y en sus tiempos de ocio ha culturizarse y son muy cultos. 
- Pero muchos de nosotros, o por lo menos yo y algunos como yo, ocupamos nuestros ratos libres y nuestros tiempos de ocio para hacer otros trabajos.
- ¿Para hacer otros trabajos? ¿Qué trabajos hacéis esos policías como tú y como los que son como tú cuando dejáis de estar fuera de las horas de servicio?
- Ocupamos nuestros ratos libres y nuestros tiempos de ocio en relaciones públicas.
- ¿Con las chavalillas tal vez?
- En mi caso con todo lo que se me pone a tiro.
- Muy bien. Buena ocupación para conocer personas, animales o cosas. Y para enterarse de las intimidades de los seres humanos o inhumanos. Quiero, antes de irnos de aquí, contarte más o menos el argumento de las dos comedias que te he citado y de las cuales sólo dices conocer que sus autores fueron madrileños y que nacieron en las fechas que tú has memorizado, pero que da la mala suerte que no las has leído.
- ¿Para qué nos sirven o nos van a servir esos argumentos con respecto a atrapar a un asesino en serie que está metiendo miedo a todos los madrileños y a todas las madrileñas?
- Espera, espera un momento por favor, me moriría si te vas. No. Esta vez no te voy a poner ninguna otra canción. Es que sólo tengo otra intuición más. Recuerdo que el sí de las niñas es una comedia dramática que critica a los padres que venden a sus propias hijas todavía adolescentes, o muy jovencitas, por dinero y quiero decir que la casan con viejos verdes que las triplican o las cuadriplican en cuanto a la edad. Y, por otro lado, los intereses creados es una comedia picaresca que critica a los hombres, más o menos jóvenes o más o menos viejos, que engañan a inocentes chavalas, e incluso chavalillas, haciéndose pasar por grandes millonarios hasta llevárselas a la cama cuando sólo son pobres diablos más bien muertos de hambre que no tienen ni dónde caerse muertos e incluso muchos de ellos ya están casados...
- Te repito, una vez más que ¿de qué nos van a servir esos argumentos para solucionar el asunto que estamos investigando?
- Espera a que termine de hablar, porque es de buena educación esperar a que termine de hablar el otro y, sobre todo, si además es un superior. Resulta que los dos autores eran madrileños y que las dos obras se estrenaron, por primera vez, en Madrid capital. 
- No nos sirven para nada esos datos. Son simples coincidencias nada más.
- Yo no creo en esas clases de coincidencias. 
- No sé a dónde quieres llegar...
- Yo sí lo sé. Yo quiero llegar a descubrir a ese loco asesino en serie. Voy a proponer a tu inteligencia y a tu conocimiento otra intuición que me acaba de llegar al cerebro donde están todas mis neuronas bien completas y no tengo ninguna dañada para que no haya dudas. Los niños pueden ser engañados por sus padres... y me refiero a sus padres espirituales... como por ejemplo por cierto cura...
- ¿Un cura? ¿Quién es ese cura? 
- Me ha dicho un pajarito que le conocen como "Perra Gorda". 
- ¿Sabes cómo se llama ese tal "Perra Gorda"? ¿Me puedes decir su nombre de pila y sus dos apellidos?
- No es bueno tener tanta ansiedad en este asunto pero si crees que es una buena pista su nombre completo es Sisebuto Mínguez Mena y Rabadán. Puedes encontrar su teléfono y su dirección en donde vive consultando la Guía Telefónica de Madrid Capital o preguntando por él en la Iglesia de los Sacramentinos de la calle Alcalde Sáinz de Baranda. 
- Muy bien. Investigaré a ese tal Sisebuto Mínguez Mena y Rabadán. 
- Ten cuidado, Atilano. Antes de ser cura era boxeador y mató a un rival de un puñetazo. Por eso se metió a cura sin tener convicción alguna para serlo.
- Gracias por la pista y por el aviso, Juan. 
- Regresemos ya a la ciudad. pero recuerda lo que dijo Chesterton: "Lealtad es el sentimiento que nos guía en presencia de una obligación no definida". 
- Eres muy inteligente, Juan.
- Ya lo sé. Pero tengo que darte otro aviso: "Hay que tratar de ser el mejor, pero nunca creer ser el mejor". Esto es de mi propia cosecha. 
 
Atilano sólo guarda silencio mientras ambos recogen sus cañas de pescar y sus aparejos, suben en el automóvil que conduce el policía y se dirigen hacia la ciudad de Madrid.
 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Novela y guin ligterario para Cine al mismo tiempo.

Palabras Clave: Literatura Novela Relatos Narrativa Guin Cine.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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