Cuentos para la muerte de mi padre: Suzanne
Publicado en Feb 28, 2013
La siguiente noche me eché en la cama junto a él y empecé a contarle flojito:"Tú te estabas muriendo, como ahora. ¿Lo recuerdas? Entonces estabas recostado en el sofá en una gran sala que también recogía a mi dormitorio. Agonizabas. La noche se quemaba como una vela. Yo te observaba desde mi cama, con el camisón puesto. Y había dejado el jersey y la falda sobre la silla que hay junto a la pared. ¿OK? Bien, tosías, se acercaba el final y esto cerraba el mundo dentro de nuestra casa. Afuera no había nada, ¿verdad? Con voz casi inaudible me lo pediste. Yo sabía lo que me pediste. Yo te hice que no con la cabeza. Pero tú, también con la cabeza (despeinada, lívida, amarillenta) me hiciste que si. Y yo otra vez que no, mostrándote una mirada de chica muy triste. Moviste una mano para que me acercara.
-Papá... Pero tú insististe. Aquella mano parecía un pajarraco con muy mala faz. Y no estaba claro si se encontraba herido a punto de caer a plomo sobre las aguas o presto a lanzarse sobre una presa. Tu mano parecía una pequeña hosera. Me bajé de la cama y me acerqué a ti. Me lo dijiste al oído. Negué una vez más (tres veces como San Pedro, joder!). Entonces tú pronunciaste las dos palabras que sabías no podían fallarte nunca, jamás, jamás de los jamases. -Me muero... Sin poder responder a eso, bajé la mirada avergonzada. Tú me subiste el camisón hasta quedar desnudo mi sexo y te amorraste a él. Gemías y yo lloraba en silencio. ¿O no lloraba? No. ¿Por qué, si soy una guarra a la que le gustan esas cosas? No lloraba, pues. Pero en aquellas condiciones tampoco disfrutaba de los lamidos que dejabas en mi coñito de vulvas hinchadas. Te agarraste con mis manos en mis nalgas, apretabas fuerte; con tus largas uñas de enfermo terminal rasgaste mi piel hasta hacerla sangrar un poquito. Tú me lamías el coño y nuestro primo (tu primo en realidad), nos miraba desde la ventana. Para poder hacer eso tenía que haberse encaramado al montón de leña que habías cortado el pasado otoño. Sus ojos causaban espanto. Nos miraba como lo haría un zoombie. Te atragantaste al chupar y empezaste a toser. Tuve miedo de que te ahogaras. Te recosté en el sofá. Tu corazón latía desbocado en su aceleración, que no en la percusión que yo sentía en mis dedos, sobre tu pecho. Te sequé el sudor de la frente. Y poco a poco te fuiste calmando. Quedaste en un estado seminconsciente pero a pesar de ello me dirijiste una mirada encendida, llena de mala intención. Entonces bajé el hedredón que te cubría y te cogí el pajarito, tan pequeño, arrugado, mustio el pobre. Lo acaricié con mis manos. Lo puse entre ambas palmas y lo froté para que se calentara. El primo permanecía agarrado a la ventana como un murciélago. Tu pene pequeño se enderezó un poquito, entonces yo me incliné sore él y me lo puse en la boca. Lo chupé un poco. Te miré. Parecías no sentir nada, pero yo sabía que no era así. Te estaba dando el último placer. Por supuesto, no saqué nada de tu pene. Y tras unos minutos de tenerlo en mi boca te lo dejé tendido sobre los huevos. Murmuraste algo, apenas un hilo de voz. Te dejé en tu cama con tu muerte y me dirigí hasta el centro de la habitación. Justo debajo de la tenue luz de la bombilla. Y allí me quité el camisón por la cabeza. Para que el primo me viera completamente desnuda. Me encogí de hombros, me cogí los senos por debajo: Mírame cuanto quieras, le estaba diciendo. El primo golpeó con su frente en el cristal de la ventana y luego se cayó hacia atrás. Su figura se me perdió en la penumbra de la noche. No sé si viste como me mostré desnuda al primo, papá." Me acerqué a mi padre, le dejé un suave beso en la frente y le dije: Hasta mañana. Y apagué la luz.
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La Hna de Laura
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Felicitaciones Greta
Agustina Aguirre
mis favoritas jeje saludos
Greta Etura
Mumbr
Les Libana
Melanie Garretta
Mumbr