El poema
Publicado en Mar 03, 2013
NO pensaba antes en manejar cambios dispuestos a mejorar una parte de mi existencia, más sin embargo contribuiste a lo más extremo que me halla podido sucede. Resulta que en una noche hace pocos meses, debajo de las sombrías ramas del desespero, estres y monotonía, me encuentro sentado en la parte más cálida de mi habitación, apoyando la rodilla en mi mentón, pensando en el recorrido diario de mi
mediana y agitada vida. Esa vez NO dudé en escribir varias notas con las que siempre acostumbré a desahogarme en un viejo y desgastado libreto, ayudandome con sus crujidas hojas a resbalar la negatividad notablemente existente que cubría el cuerpo de mi oscura alma, llegué a la conclusión de que ese día NO acabaría sin antes haber presenciado si quiera un pequeño cambio en mi. Pensando en que hacer, me sentí desubicado, a la vez ausente de mi propio espacio, me transporté imaginariamente hacia un rumbo sin retricciones escuchando repetidamente pequeño sollozar de los arbustos, quien detras se encontraba el corazón herido de quién sería el impulsor de mi inesperado cambio. En esa noche de aspecto denso pensando una y otra vez en el mensaje que me había dejado ese corazón con su particulares palabras envueltas en su desesperadas pálpitaciones, me propuse a cuidarlo con el objetivo de que sus heridas NO llegasen a ser más profundas y ser sanadas cuanto antes. Fué un trabajo dificil para mi al NO aceptar mi nueva situación por causa de mi ORGULLO, sentimiento que me caracteriza y lastima al mismo tiempo. Lo más extraño es que todo lo que escudriñé en tanto tiempo detrás de la adversidad de este macabro mundo, pude hallar en tan solo un pensamiento, con solo cerrar los ojos y ubicar su presencia detrás de los espinosos arbustos.. aún teniendo la misma estructura en común que nos caracteriza biológicamente, contradiciendo mis gustos y placeres. Mi encargo en esta dimención para con su estadía conmigo hasta que el Altísimo decida, sería el de forzar mi pulso y carga diaria para cubrir de calidez el brillo de su espiritu siendo El así mismo quién ha sabido rodear de su luz.
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Tomas R. Ramirez
Diego Heredia