Susurros
Publicado en Mar 06, 2013
¿Te gusta? Dime si te gusta. Dime.
¡Qué triste es soñar en vano! Pensar que puedes ser la única. Pensar que todas las miradas, las caricias y esos momentos especiales serán solo tuyos y de él. No hay peor forma de engañarse que creer que un hombre no se fascinará con otra mujer, que no la disfrutará, que no la mirará hasta el cansancio, que no jugará con su imaginación hasta niveles grotescos. Y lo peor es que lo negara… Sí, siempre lo negara. Lo negará porque te conoce, porque sabe que en el fondo esperas más de él de lo que te puede dar. Hablará con sus amigos y dirá lo bonita, lo simpática, lo agradable que es tal mujer. Si te ama, tal vez también hable de ti y te trate con deferencia, pero eso no significa que no existirán otras. No significa que no se dejará fascinar o que no buscará ser fascinado por aquellas que le atraigan. Esa es la naturaleza de los hombres. Las mujeres hemos adoptado diferentes estrategias para combatir esta herencia de la naturaleza. Algunas fingimos que no nos importa demasiado, otras se han resignado y lo aceptan, y solo observan y sufren en silencio. Ahora, en pleno siglo XXI, algunas han adoptado la ley del Talión y el ojo por ojo las ha convertido en verdaderos hombres. Tal vez esta versión moderna de combate sea la más justa en términos de género, pero sólo para aquellas mujeres que pueden practicarla. Hay mujeres que no están hechas para amar a más de un hombre y sus relaciones se vuelven tortuosas, llenas de celos y sufrimiento, sobretodo para aquellas que esperan que el hombre cambie por ellas. Es una situación en donde la esperanza las va matando de a poco hasta que las consume por completo y se convierten en ese personaje de historieta con escoba que vuela. La vida no puede ser tan injusta. Tal vez, la sabia naturaleza les brindó a las mujeres una herramienta para manejar el sentimiento de abandono del hombre: la capacidad para tener hijos. Un hijo te mantiene lo suficientemente ocupada como para no llenarte de sentimientos destructivos y de inseguridad. Aun así, los tiempos han cambiado y los hombres participan más del proceso de crianza, no dándote tanto espacio como antes. Quizá la justicia o la igualdad no vayan de la mano con la naturaleza del género. Tal vez deberíamos considerar que hay diferencias que salvaguardan nuestra propia integridad emocional y que la estabilidad no puede mantenerse si los parámetros van cambiando, aunque la naturaleza misma de ciertos individuos se mantenga, como la de los hombres. Este es el susurro de muchas mujeres. El susurro que se escucha sólo en sus corazones y que acallan para no perecer en el sonido nítido de sus propios pensamientos.
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Blas
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Alina
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