CAPITULO VIII: DONDE LA FORTALEZA RECIDE.
Publicado en Mar 11, 2013
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-¿Lacro será capaz de derrotar a Zagal?
-Eso él no podría saberlo, Alejandra.
“El puente del Sombra Espumosa se dejó caer sobre Zafiro, una de las provincias comerciantes del imperio Jade.
Jade era la capital del imperio, que reunía una serie de islas que se esparcían como manchas en los mapas. Jade era la isla mayor, que le daba también nombre al imperio. Antes del imperio, las islas se gobernaban a sí mismas, dando lugar a piratas y traficantes que arruinaban a las islas de su alrededor, quemando pueblos y robando todo lo que encontraran. Zafiro y Jazmín habían sido siempre islas comerciantes y eran las más cercanas al mar de gusanos. Ahora esas dos islas eran la puerta de entrada al imperio más viejo en el mundo.
Lacros descendió por el puente detrás de Mish y de su hermano Efrón. Antes de que tocara tierra, miró hacia atrás.
-Debo quedarme en mi barco y seguir mi ruta – le había dicho Derio antes de bajar el puente.
-Y será mejor que yo regrese a Eris – dijo Nana
-Comprendo – respondió Lacros – fue un gusto volver a verte Derio. Envíale mis noticas a Unojo, Nana.
Apenas Lacros pisó las tablas del puerto de Zafiro, los marineros del Sombra Espumosa subieron el puente y los tres que se quedaron vieron como el barco se alejaba a gran velocidad, levantando pequeñas olas en la calma de la costa.
Lo primero que hicieron, después de que el Sombra Espumosa desapareciese en el horizonte, fue buscar un albergue. Encontraron uno detrás de los puestos comerciantes de algas y corales. Lacros agradecía el haber llegado a tierra. Si bien el Sombra Espumosa era un barco rápido y suave al surcar las olas, el paisaje repetitivo del mar infinito se había vuelto en una prisión para él. Había transcurrido una semana y media desde que zarparon de Boros.
No habían pasado ni cinco minutos de estar sentado cuando sintieron que alguien golpeaba la puerta de la habitación. Lacros aseguró su espada y Efrón observó sin sacar la mano de la empuñadura. Lacros abrió la puerta con cuidado. Afuera no había nadie, pero en el piso había un sobre cerrado con un sello que mostraba un ojo asegurándola. Lacros cerró la puerta luego de tomar la carta. La abrió rompiendo el sello de cera rojo.

“Lacros, Efrón y Mish¿Pensaste que te dejaría recorrer el enorme imperio de Jade solo? Si estás leyendo esta carta es que has llegado a Zafiro. He recibido información importante que dice que Zagal avanza entre las sombras hacia Jade, la capital del imperio. Según mis fuentes, Zagal robó planos del templo Jade, hogar del emperador. Al parecer, después de diez años, Zagal no ha perdido el gusto por la realeza. La familia Jade ha reinado el imperio desde hace más de mil años. El emperador actual lleva doce años en el poder y aún no tiene herederos. Difícil para un niño de catorce años claro está. Aún no sabemos por qué Zagal quisiera asesinar al emperador de Jade, pero es casi seguro que ese es su objetivo. Algunos de mis “cuervos” me han informado que Zagal se ha hecho muy amigo de los gremios de piratas y mercenarios que llevan miles de años al margen de las islas, desde que el imperio se reestableció. Debes detenerlo Lacros, a toda costa. Efrón te acompañara, Mish sabe lo que debe hacer.                                                                                                                                                                     Unojo.”
Lacros terminó de leer la carta en voz alta y miró a sus compañeros.
-Un barco llamado “Serpiente Marina” zarpará mañana por la mañana – dijo Mish – deberán tomarlo para llegar a Yite, una de las islas centrales, luego desde ahí, tendrán que buscar la forma de llegar a Jade. Yo debo ir a Jazmín.
Lacros no dijo nada, solo se concentró en la carta mientras Mish y Efrón se ponían de acuerdo sobre los demás viajes. La mente de Lacros estaba intranquila, aún no comprendía como Unojo podía saber tan bien donde estaba él y donde estaba Zagal. Aún no confiaba del todo en Efrón y en Mish, ni siquiera en Derio y Nana. Sentía dudas sobre enfrentarse a Zagal y no estaba seguro de poder derrotarlo.
-¿Lacros, entendiste? – dijo Mish
-Sí, creo haber entendido.
Lacros pasó la noche en vela, observando por la ventana. Algo adentro de él lo incomodaba y en los últimos días no se había podido sacar de la cabeza la confesión de Ania hacía tantos años. Se preguntaba si Zagal se había enterado sobre su hijo antes de matar a Ania. Derio había dicho que él había tomado el cuerpo de Zagal, pero ¿en qué momento? Todo era muy confuso y sentía que alguien lo estaba engañando. Se sentía perdido.
Con cuidado se levantó, intentando no hacer ruido para no despertar a los hermanos. Salió a la calle y comenzó a caminar hasta la costa. Estaba oscuro y no había nadie en la calle. El silencio solo se rompía por el corretear de una rata bajo el muelle, o por algún gato que maullaba de vez en cuando. El mar se veía oscuro como la noche y la luna reflejaba su luz plateada sobre la superficie, haciéndola parecer una placa de Zafiros sólida.
-Nunca vi un mar tan tranquilo – Lacros volteó y a su espalda estaba Mish.
-No quería despertarte – dijo Lacros
-No lo hiciste, no podía dormir. ¿Qué sucede Lacros?
-Nada – respondió rápidamente.
-No confías en mí, Lacros,  y tampoco en Unojo o en Derio, ni siquiera en Nana. ¿Por qué aceptaste esto entonces?
-Unojo dijo que solo yo podía capturar a Zagal
-¿Y tú lo crees?
-No lo sé
-Lacros – Mish se acercó mucho a Lacros – Debes confiar en ti mismo antes de poder confiar en los demás. No estoy aquí para dañarte, y lo que ocurrió hace años no fue tu culpa.
La voz de Mish siempre había sido cálida y profunda. Lacros no podía evitar sentirse nervioso al escucharla. Además, Mish era una mujer muy atractiva, delgada y de piernas largas y morenas. Sus ojos eran hipnotizantes.
-Todo esto es tan confuso, Mish. Todo ha pasado tan rápido. No comprendo muchas cosas y siento que muchas otras me las ocultan.
-Es verdad Lacros, muchas cosas se nos ocultan, pero en tu corazón, tú sientes la verdad.
-Lo único que sé con seguridad es que quiero encontrar a Zagal.
-¿Tantas ansias de venganza tienes?
-No es venganza, es distinto.
Efrón miró por la ventana en ese momento. Vio a Lacros y a Mish en la costa hablando. Vio que Lacros explicaba algo y que luego Mish lo abrazaba.
-¿Tanto necesitas respuestas, Lacros?
-Diez años, Mish, diez años sin saber quién soy.
-Eres Sir Lacros, guardia real de Eris y Espada Juramentada del Castillo Azul.
Mish se acercó y besó a Lacros.  Efrón, sentado desde la ventana sonrió.
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Foto del autor Cristian Medel
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Descripción

Octavo Capitulo de "LA ESPADA DEL OESTE"

Palabras Clave: pico Fantasa Espada Caballero Lacros Zagal

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



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