love song _ no lo creeras si te lo dijera
Publicado en Mar 15, 2013
Amanecí con el cabello hecho un desastre, como siempre.
Pero esta vez algo cambió, sentí algo sobre mi cabeza. No era cualquier cosa, la sentía pesada, aunque pequeña. Me moví un poco, y algo filoso me pinchó la cabeza, grité fuerte, al darme cuenta que en mi cabeza descansaba un gato negro. -Tranquila, es solo mi gato – dijo Gwen. -¡¿y qué hace en mi cabeza?! – le grité, mientras ella estaba en su cama, leyendo el mismo libro que estaba leyendo cuando entré en la habitación. Ella rió un poco antes de contestar. -Duerme – respondió. Fui directamente al baño. Me duché y salí cambiada del baño. Gwen ya no estaba, solo estaba Charlie. -¿Y Gwen? – le pregunté. Ella me miró. Y acarició al gato negro de Gwen que estaba en su regazo, antes de responder. - Se fue con sus amigos. -¿Quiénes? – yo nunca había tenido “amigos”, no quería acercarme mucho a los chicos, me parecían repugnantes en ciertos sentidos. -Ah, olvidaba que eres nueva aquí. Sus mejores amigos, Kevin, Liam y Spencer… - ¿el mismo Spencer? Ya sabía porque Gwen no me agradaba – están en la habitación 86. Por eso cada mañana Gwen no está y yo tengo que cuidar a Kai – era definitivo que hablaba de el mismo Spencer. -¿Kai? – pregunte. Ignorando el tema. ¿Quién era Kai? Que yo supiera, nunca lo había nombrado. -Él – señaló el gato negro – es su gato, lo ama como ama a sus amigos. Pero Kai siempre se pasa las mañanas jugando conmigo – dijo con la misma voz con la que se les habla a los bebes - ¿no es cierto, Kai? Sí, sí, claro que sí – siempre me había parecido raro el comportamiento de la gente hacia los bebes, yo odiaba cuando se metían en mis cosas, como se ganaban a la gente tan rápido, y todo bebe es hermoso, pero al crecer, todo cambiaba para algunos. Dejó de juguetear con Kai y me miró - ¿vienes a desayunar? -Claro – dije sin dudar. Después de desayunar, Charlie me llevó a conocer a sus amigos. Entramos en la habitación 45, nos abrió una chica de piel morena, ojos negros, intensos, como su cabello. -¡Charlie! – gritó la chica – hola, ¿quién es ella? – preguntó. -Ella es mi nueva compañera de habitación. Stella. Stella, ella es Joy, mi mejor amiga. -Hola, un gusto conocerte – dije. -Igualmente, pequeña – me dijo ella con una sonrisa, supe reconocer, verdadera – yo también tengo una compañera nueva – dejó que pasáramos y señaló una chica con cabello largo, rubia-rosada, piel blanca y unos hermosos ojos claros brillantes – ella es Michelle – la chica sonrió en nuestra dirección. -Hola – dijo amablemente, le extendió una mano a Charlie, y ella se la estrechó con gusto. Luego me la estrechó a mí. Un segundo después se escuchó un gran estruendo. Mirábamos en dirección a la puerta, Joy abrió la puerta, sin preocupación. En mitad de pasillo, la directora gritaba, toda machada de pintura púrpura. Luego se dirigió furiosa a su despacho. Minutos después se escuchó por los parlantes una voz furiosa, la de la directora. Una voz que nunca había escuchado. -¡Spencer Meyer, Gwen Davis, Kevin Jackson y Liam Pierce! ¡a mi oficina ahora mismo! Ah, Gwen estaba detrás de ello, también Spencer, y sus cómplices eran un tal Kevin y un tal Liam, podrían ser los que estaban en la habitación de Spencer, sus compañeros, los que Gwen adora, sus dos amigos. Gwen, Spencer, Kevin y Liam. Un rato más tarde, Gwen y sus amigos se dirigían a donde la directora aguardaba para, según los comentarios de algunos, cortarles la cabeza. Aunque se tardaron mucho, yo pensé que iban a salir demasiado rápido, entonces fui a hablar con la directora. Toqué la puerta. Y al segundo me preguntaron quien era. La voz de la directora parecía la de Joseph al despertar. -Soy yo. Ammm… Stella Holmes. ¿puedo pasar o está muy ocupada? -No, querida, pasa, pasa – respondió con amabilidad. Abrí la puerta y ahí estaba. Sentados con los brazos cruzados, Gwen, seguida por sus amigos. Spencer, al recordar quién era yo, comenzó a reírse. Gwen me miraba con furia. Y sus otros dos amigos tenían la mirada vacía, parecía que no hablaban mucho. -¿Necesitas ayuda? – preguntó la directora Nichols con una sonrisa amable. -Yo… si, es que usted dijo que si necesitaba ayuda viniera con usted. Bueno, la cosa es que… siempre me pierdo en los pasillos, y habitaciones. Y ayer usted dijo que mandaría a alguien a que me enseñe todo. -Oh, claro, casi lo olvidaba, es que con tanto trabajo. Si, por supuesto. -Entonces… espero. -Claro. Cierra la puerta cuanto salgas, querida. Entonces me fui. Cerré la puerta y esperé en mi habitación. Charlie esperaba en la habitación leyendo un libro, con Kai en su regazo. No hubo rastro de Gwen hasta las seis. Cuando llegó seria. Abrió la puerta de una patada. Charlie y yo casi gritamos. Me pregunté que le había pasado a Gwen para estar así de seria. Charlie le preguntó que le había pasado para estar así, pero ella solo le respondió un “que importa” y se quedó dormida. Yo sentía frío. Entonces me puse un abrigo que tenía guardado. Pocos minutos después, tocaron la puerta. Yo abrí. Al empujar la puerta, un chico me saluda. Con unos hermosos ojos verdes oscuros, cabello rizado rubio, camisa blanca, un pantalón largo negro y zapatillas blancas. Tenía una sonrisa brillante. -Disculpa – dijo él sonriéndome – busco a Stella Holmes. -Sí, soy yo ¿Qué sucede? – pregunté mientras él revisaba una lista, corta, escrita con una bella letra. -Mi nombre es Jake Preston. Me ha mandado la directora. Dijo que solicitabas alguien que te enseñe el lugar ¿no es cierto? -Claro ¿te ha mandado a ti? ¿seguro? -Por supuesto. Yo te guiaré por todo el lugar, y te diré donde puedes o no estar. Jake me enseñó pasillo por pasillo. Esquinas, rincones, escaleras, pisos. Caminábamos por el pasillo más largo de todos, él me iba explicando todo. -Por aquí están las habitaciones grandes, en las que se hacen bailes, encuentros, espectáculos, etc. -¿Cómo te acuerdas de cada rincón? ¿cada lugar en donde has pisado, o no? Apenas puedo guiarme un poco para ir a los baños. -Conozco estos pasillos como la palma de mi mano. Nunca me pierdo. Es imposible para mi olvidarme donde está la habitación tal, o los baños del segundo piso, o la cocina, o el comedor. Sería como no conocer la casa en donde has vivido diecisiete años. ¿acaso no recuerdas cada lugar de tu casa? -Claro que no, hay lugares en donde mis padres no me han dejado estar. Como en algunas de las habitaciones del tercer piso. Tenemos una casa demasiado grande, no puedo recorrerla toda. -Estas recorriendo todo esto, creo que es más grande que tu casa. -La mía no era una casa normal. Era gigante. Teníamos habitaciones de juegos, una habitación con pantalla gigante para ver películas, cada habitación tenía un baño, teníamos dos cocinas y dos comedores. -¿porque? – preguntó Jake, sin siquiera mirarme. -Un comedor para mis padres y otro para mis hermanos y yo. No son de compartir mucho. Claro que nos daban todo le que queríamos. Por eso aquí Gwen me trata tan… mal, cree que porque mis padres tienen dinero para comprarse… no se…. La luna, supone que soy igual a ellos, que no me importa nada, que soy egoísta, y que tengo toda la vida arreglada. -Eso es horrible, y tu, bueno, tú no eres así, ¿no es cierto? -Claro que no. Soy solo, una chica más. Que quiere vivir una vida, normal como cualquiera. -No todos quieren una vida normal, hay gente que se moriría por ser como tú y tener una enorme casa, y todo lo que desean. Llegamos al final del pasillo donde no había más que unas tres puertas. Todas de madera oscura, con picaporte dorado. -¿Qué hay detrás de estas puertas Jake? – pregunté mientras las admiraba con curiosidad. Perecía que no se habían abierto en mucho tiempo. Jake se acercó a mí, y susurró: -Si te lo dijera, nunca me creerías. Y salimos de ahí lo más rápido posible.
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