EL LTIMO VIAJE
Publicado en Mar 17, 2013
El viento ondea con calma la superficie del agua. Puedo escuchar como las olas van tocando la piel de la playa con su manto húmedo. Yo, sentado en la arena y lejos de las olas, observo mi vieja barca.
Mientras recuerdo con alegría todo lo que hemos pasado ella y yo, mis manos se entrometen entre los cálidos granos de arena. El viento pasa juguetón entre mi rostro y mi entrecano cabello mientras el sol se va ocultando en su guarida. Bajo la mirada, y sacando lentamente mis manos, observo como el tiempo ha pasado inevitable por ellas; pero pienso que no ha sido en vano... algo secas, arrugadas, torcidas y quemadas por el sol, éstas manos que tocan la arena, navegaron durante años la vieja barca que veo a lo lejos... “...mi gastada amiga... mi avejentada y fiel barcaza, por fin descansas de tantos años de trabajo, de tantos años de recorrer el mar solitario y de llevar a cuestas mi legado...” Y de pronto, sentado como estoy en la playa, me doy cuenta de cuántas aventuras pasamos y resistimos, aún en días lluviosos, en días tristes y nublados, coléricos y tormentosos. Una ráfaga de viento vuelve a golpear insistente mi rostro enjuto. Ese viento travieso que tanto nos acompañó en nuestras travesías... Si... siento su caricia suave pidiéndome un último viaje, un viaje de despedida después de tantos años. El sonido de las olas me adormece, y cerrando los ojos escucho el golpetear de mi barca contra la estaca a la que está amarrada... “pobre amiga mía, tantos años viajando y surcando el mar infinito; y ahora, en el ocaso de tu existencia, te encuentras atada a una mohosa y roída estaca”. Sin darme cuenta, ya han pasado varias horas desde que salí para ver la puesta del sol; ya las sombras insolentes y atrevidas comienzan a invadir la playa y sus inmediaciones, y es entonces cuando decido regresar a mi morada... ahí... a orillas del mar. Con cierta dificultad, comienzo a levantarme, mis débiles y cansadas piernas reclaman el esfuerzo, pero ayudan en la tarea, mientras mis manos bailan con el viento queriendo apoyarse en su viejo camarada; mis ojos oscuros buscan en la creciente penumbra a mi vieja compañera. Cuando logro estar de pie, y mis ojos ya se acostumbraron a la oscuridad, puedo observarla ladearse con las olas. Medio adormilada se mueve al compás del canto marino y la brisa cálida... ...Sin saber bien el motivo, comienzo a caminar en dirección de mi barquita; mis pies descalzos pasan de sentir la arena seca y tibia, a sentirla húmeda y fresca... ésta, de pronto mezclada con el agua, pasa frenética por mis dedos, buscando un rincón donde sosegarse. Los últimos rezagos de luz se cuelan por el horizonte, reflejándose muy débilmente en la superficie quieta del agua. El olor húmedo de la madera añeja me guía a donde está mi barca. Ese olor tan peculiar y tan conocido me trae nuevos recuerdos; tanto así, que una tímida sonrisa asoma a mis labios curtidos. Y en medio del camino, detengo mi paso. Entre las sombras logro ver que la cuerda que sostenía mi barca, ha cedido al viento implacable, cayendo suavemente en la arena mojada. Mi vieja amiga, de pronto saliendo de un largo sopor, se tambalea henchida de alegría y orgullo entre las olas, para dejar una sutil y suave estela y emprender su último viaje... último viaje que el viento agradece golpeando suavemente mi rostro.
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