Ven y toca a mi puerta
Publicado en Mar 18, 2013
Ahora que estoy sentado en el pasto hablando con este melancólico atardecer la sensación de tu mejilla frotando la mía viene a hacerme compañía. A lo lejos vislumbro los últimos rayos del sol sobre el suave monte de los cerros. Imagino que tú estás ahí recostada mirando las nubes.
¡Dios! Los sonidos menguan, los árboles cuelgan sus brazos listos para soñar en compañía de criaturas plumíferas. Pequeños seres nocturnos salen de sus tétricos nichos para aventurarse a lo más profundo de los barrancos. Al lado mío, arbustos que guardan grillos y humedad en sus pies susurran tu nombre al moverse con el viento. Mis pensamientos te llaman, imploran tu presencia. Este lugar perdido en las montañas extraña tus pasos aventureros; parecía que acariciabas la suave tierra al andar. El silencio me dice que esta noche no vendrás; tu voz no arrullará mi desvelo, mi mano quedará en espera de la tuya y mis labios se congelarán a falta de tu calor. La soledad de este lugar atemoriza al más valiente; el lamento de alguien en pena se oye en las lejanías… ¡Por favor, no quiero oír más! ven y dime al oído que aún estás aquí. Sin ti, las pesadillas devoran mi descanso lentamente, manteniéndome despierto para así lágrimas negras tirar. Hace falta tu palma misericordiosa consolando mi fría y húmeda piel. Necesito besar tu mano, me hace falta oler tu rostro, reclamo tu cabello entre mis dedos. ¡Te lo imploro! Ven y toca a mi puerta como criatura de la noche, escóndete entre los arbustos y susúrrame que pronto has de venir. Esta agonizante esperanza me dice que tal vez mañana vendrás y a mi puerta tocarás en medio de la noche. Juro que te abrazaré, besaré y acariciaré hasta quitarte el aliento. Pero… No lo harás, no vendrás. No te preocupes, sé que no es fácil venir de tan lejos, y también sé que siempre perderás el último tren, quedándote en aquel lugar intangible para mí. Sin embargo, cada atardecer y anochecer reclamaré tu presencia a tres pasos de mi tenebrosa puerta, que me devora día tras día idolatrando su inmutabilidad. ¡Por favor! Ven y toca a mi puerta como espectro del último recuerdo; escóndete en mis brazos y no me sueltes. Aferrate a la vida y jamás regreses a la muerte.
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