TUS MANOS
 
Al  extender mis manos, siempre hallé las tuyas,
dispuestas siempre, a  respaldar  y  acariciar las mías,
a  darme ese aliento,  necesario y cálido,
en esos momento de debilidad,
en que el alma triste, solloza y suspira.
Al  estar  vacías las mías,   ahí están las tuyas,
volviendo un milagro  generoso el dar,
con  ese roce imperceptible casi,
pareciera un beso que tus manos dan.
Son tan necesarias, en mi vida diaria,
que si no supiera,  que ahí  siempre estarán,
moriría de pena, frío y soledad.