El Medallon del Mago Capitulo 4
Publicado en Mar 23, 2013
Capitulo 4Lena llevo a Christian hasta los salones de cuarto grado. Elcolegio estaba muy silencioso y no se veía ni un alma porlos salones. Era como si todos hubieran sido tragados porla tierra. El aula 4 C estaba vacía, a excepción de la profesoraMartines, que estaba en el escritorio, organizandounas carpetas que tenía sobre la mesa. En cuanto, percibióa Lena entrando en el aula y Christian detrás de ella. Selevantó y se acercó a la muchacha.—Gracias, Sra. Tamayo. Puedes retirarte —le dijo.Lena asintió con la cabeza, dio media vuelta y salió delaula. Christian por su parte, se encogió de hombros.—Profesora, yo no hice la investigación que pidió —dijo él.La profesora volvió a su escritorio, pero no se sentó,sino que se quedó de pie cercas de la mesa.—Lo sé, pero yo no te pedí que vinieras por eso.—¡Ah, no!Christian frunció el entrecejo.—No —musitó la profesora—. Creo que aun eres muyjoven para darte cuenta de quién soy.Christian abrió los ojos de par en par.Astrid E. Méndez25—Tu….tu eres una de ellos. Una bruja —tartamudeóChristian.—¡Vaya! Los has captado —sonrió la profesora.Christian inmediatamente se puso tensó.—¿Quién eres? ¿Y qué quieres?—Soy Margaret Stott. Y en cuanto a tu segunda pregunta,ya lo deberías saber, Guardián —siseó.De pronto, Christian sintió un feroz impulso de irseen contra de ella y darle un puñetazo, pero no lo hizo.Entonces, pensó en Elisa, y un pensamiento lo invadió.—Elisa —susurró él.—Correcto, he venido por tu amiga. Me han contadoque ustedes dos son inseparables, ¿es eso cierto? —la brujaladeó la cabeza hacia un lado.Christian cerró los dedos en puños.—Ni se te ocurra tocarla.—Yo no tengo intención de ensuciarme las manos,guardián —continuó la bruja—. Para eso he traído Lena.—¡No! —La voz de Christian tembló.Elisa terminó de comer lo que había quedado de la rebanadade pastel. Tiró los platos en el cesto de basura,las botellas de coca-cola, y también la manta en la quehabían estado sentados, Christian y ella. Cuando terminóde recoger toda la basura que habían dejado, se dirigió hacialos baños de chicas, y cuando estaba a punto de entrar,chocó con Lena.El MedeallonDel Mago26—Oh, lo siento —murmuró la chica pelirroja.—Lena… ¿tú eres Lena? —le preguntó Elisa.—Oh, sí. Soy yo —respondió la muchacha.—¿Qué ha pasado con Christian?—Yo… yo no lo sé.—¿Te encuentras bien? —dijo Elisa, al ver el rostro pálidode la muchacha. Los ojos de Lena se entrecerraronlevemente y se quedaron fijos en la lejanía.—Yo…yo creo… Que he perdido mi monedero —dijoentre dientes.—Oh, lo siento mucho. Haría cualquier cosa porayudarte. Me ha pasado muchas veces eso.—¿Enserio? Creo que si puedes ayudarme.Inesperadamente Lena sujetó la mano de Elisa y juntasatravesaron los corredores de la escuela. Al pasar por elaula de química, Elisa se dio cuenta de que iban por elcorredor que daba al gimnasio del colegio, y se detuvierondelante a él. Luego, Lena tiró de Elisa entrando enel gimnasio. El gimnasio estaba oscuro y silencioso. Nohabía nadie. Ni nadie pasaba por los alrededores. El lugardaba un aire sombrío e inquietante.—Oye, dame un respiro ¿no? —dijo Elisa.—Aquí es donde perdí mi monedero —Lena apuntocon el dedo el interior del gimnasio.—¿Aquí?—Sí, ¿me ayudas a encontrarlo?Elisa vaciló.—Bueno, no es muy común. Pero, en fin ¿Dónde se teAstrid E. Méndez27perdió?Lena señalo con el dedo las gradas izquierdas del gimnasio.—Por allá.—Bien, vamos —dijo Elisa.Elisa se alejó de la chica, subió los escalones y buscóel monedero. Se inclinó y miró por las orillas. No habíanada. Miró por los otros escalones, y tampoco halló nada.Por otro lado, Lena se dirigió a la puerta del gimnasio,la cerró cautelosamente y corrió hacia las gradas en direccióna Elisa. La joven oyó los pasos de su compañeraacercarse y se dio la vuelta. Lena la sorprendió con un puñetazoen la cara, haciendo que Elisa rodara cuesta abajo.Elisa aterrizó contra el suelo doblándose el brazo. Lena sepuso frente a ella, la agarró de un brazo y la levantó, comosi su cuerpo fuera una simple prenda de ropa. De inmediato,un dolor agudo recorrió todo su brazo y sintió quese le rompía. Gritó, luchando por alejarse de ella, pero lamuchacha la sujetó con más fuerza.—¿Dónde está el medallón? —rugió Lena.—No se de que me estabas hablando ¡Suéltame, mehaces daño! —chilló Elisa.—No, ¡Entrégame, el medallón! —exigió la muchacha.Elisa la miró fijamente.—No tengo ni idea de lo que me estás hablando.—Si lo sabes, y no trates de jugar conmigo. No sabesde lo que soy capaz de hacer —dijo Lena, y después, lalanzó por los aires, y de nuevo su cuerpo dio contra elsuelo.El MedeallonDel Mago28Elisa se retorció. Sentía que el brazo se le había roto yel tobillo torcido. La cabeza le daba vueltas, y su corazónpalpitaba a un ritmo acelerado. Se movió con un esfuerzoenorme y trató de incorporarse. Lena rió por lo bajo. Estabaa más de tres metros de ella, de pie, excitada por loque había hecho. Elisa nunca se hubiera imaginado queaquella muchacha, retraída y asustadiza, y que parecía uncachorrito a medio morir fuera capaz de lastimarla. No,más importante aún…. ¿De donde había sacado esa fuerza?¿Cómo fue capaz de levantarla? ¿Y que era esa cosaque llamaba medallón?La joven se incorporó adolorida. Lena la contemplódesde el otro extremo de la habitación, cautivada y conuna sonrisa, corrió hacia ella. Elisa dejó escapar un gritó.Detrás de ella, una ventana estalló, y un joven alto y delgado,que tenía el cabello rubio y los ojos azules, atravesóla ventana. Iba vestido de negro y sujetaba una espada queresplandecía y echaba chipas por sus filos. Se interpusoentre Elisa y su atacante, levantando la espada.Lena miró al recién llegado con una mirada impasible,pero al parecer aceptó su reto, porque sacó una daga debajode su falda. La alzó y arremetió contra el muchacho.El muchacho se precipitó contra su atacante. Lanzóestocadas, golpes y pinchazos, pero en ningún momentologró herir a su adversaria. El joven se detuvo un instante,respiro hondo y siguió atacando. Lena se movía con unaagilidad y destreza casi sobrehumana, que le impedía salirlastimada. Elisa contempló atónita el combate. Vio comoaquellos dos se lanzaban uno sobre el otro. La muchachaAstrid E. Méndez29lanzaba cortes y navajazos, mientras que él, lanzaba estocadasy alguno que otro golpe en la cara. Aquello parecíallevar horas y horas. Elisa quería correr y escapar, mientrasque esos dos estaban sumergidos en el combate, noobstante, sus piernas no se movían. Era como si estuvieranclavadas en el suelo.Lena decidió dejar de jugar y desapareció en el aire.Elisa soltó un grito horrorizada. No podía creer lo queestaba viendo. Aquello aún seguía siendo demasiado paraella. Lena apareció detrás del muchacho y alzó la daga.Elisa gritó y se llevo las manos a la boca. El muchachoal escuchar el grito de la joven, se volvió y atravesó conla espada el estomago de Lena. Lena tragó saliva y miróla espada del joven, sin poder creer todavía lo que habíahecho. Lena cerró los ojos y se desplomó en el suelo. Dosminutos después, su cuerpo se convertía en cenizas. Eljoven levantó la vista y se acercó a ella. Elisa aterrada yconfundida, dio un paso hacia atrás.—¡No te me acerques! —dijo ella temblando.—Tranquila, yo no te voy hacer daño —murmuró eljoven, dando un paso hacia delante.—¡NO ME TOQUES! —gritó ella.—Yo no te voy lastimar, por favor déjame ayudarte —dijo el joven ofreciéndole una mano.—¡Noooooo!Elisa se tambaleó y el joven la atrapó entre sus brazos,desfallecida. El joven le rodeó con los brazos la cintura yse incorporó, cargando a Elisa. Cerró los ojos, murmuróalgo por lo bajo, y en un santiamén, el joven desaparecíaEl MedeallonDel Mago30dejando una cortina de niebla en su lugar. El gimnasiovolvió a quedarse en completa calma.
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