ESPERANZA
Publicado en Mar 24, 2013
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Eran las siete de la mañana. Mi hermana se retrasaba. Su coche solía aparecer al final de la calle a las siete y diez. Y aunque lo sabía, pues cada domingo era así, yo seguía acudiendo a las siete en punto a la parada del autobús; hiciera frío o calor, de noche o como en esta mañana de junio, a plena luz del día.
Me impresionaba, en invierno, ver la luna en cualquiera de sus fases, sobre todo, cuando quedaba reducida a una mínima expresión. En días como el de hoy lo que me atraía era ver como el sol se esforzaba en superar la montaña que guardaba el pueblo.
Miré el reloj, las siete y dos minutos. El autobús llegaba puntual. Se detuvo en la parada, del otro lado de la calle. En invierno, raras veces se detenía, pero con la llegada del buen tiempo, siempre había alguien provisto de una sombrilla y una colorida bolsa de lona dispuesto a pasar un día en la playa. Ver el cielo, amanecer, un autobús que se dirigía a la playa... que lejos quedaba el aire viciado que se respiraba en el interior del metro, la multitud apresurada y el tráfico con los que convivía, apenas un año antes, de camino al trabajo.
Sonreí levemente. Era imposible que desde el kiosco de prensa, donde ya comenzaba a acudir gente, advirtieran mi intempestiva sonrisa. El interés que los forasteros despertaban entre los habitantes del pueblo, era una de las situaciones que más me incomodaba, junto con no disponer de transporte los domingos y festivos para ir a trabajar.
La parte delantera del coche de mi hermana apareció en la esquina donde se encontraba la sucursal del banco. Reconocí su prudencia al incorporarse a la calle principal. Más o menos a esa altura de la calle debía de vivir él. De esa dirección le veía llegar cada sábado para situarse junto a mí en la parada del autobús. Tardé semanas en darme cuenta de que su interés por mí poco tenía que ver con la curiosidad que tanto me irritaba en los demás, y que su seriedad sólo era una manifestación de una timidez más aguda que la mía.
El día anterior había aparecido con un libro bajo el brazo. La tentación era demasiado grande e incliné la cabeza para leer el titulo. Él se dio cuenta y lo puso en posición horizontal para que yo pudiera leerlo. Sonreímos y poco más. Subimos al autobús y nos sentamos, como siempre, separados, aunque más cerca de lo habitual.
El camión de la basura mantenía retenidos a tres coches, entre ellos, el de mi hermana; eran las siete y cinco.
Que un libro hubiera facilitado un acercamiento entre dos extraños no me sorprendía; yo sabía del poder de los libros. No era la primera vez que hacían algo por mí y, sin embargo, yo los había abandonado. Eran una de las pocas pertenencias que había traído conmigo un año antes cuando pensé que cualquier lugar serviría para llevar la vida normal y sensata a la que finalmente había sucumbido. En mi casa semivacía, los libros ocupaban un lugar destacado, pero no me acercaba a ellos. Fue una decisión radical y necesaria que tomé coincidiendo con mi llegada al pueblo. La vida era infinitamente más aburrida y limitada que antes, cuando detrás de cada detalle, gesto o conversación se ocultaba una historia, también menos dolorosa; puesto que no esperaba nada del futuro, la decepción había desaparecido de mi horizonte.
Aquellos seis días, hasta el próximo sábado, cuando aquel desconocido se situara junto a mí en la parada del autobús, iban a ser los más difíciles desde que me había propuesto ceñirme a la realidad sencilla que había elegido. Mi imaginación se disparaba a pesar de las severas restricciones que le imponía. Después de años de lectura compulsiva estaba nutrida de por vida. Nada de fantasía, nada de sueños, nada de esperanza, me recordé, mientras el coche de mi hermana se detenía delante de mí. Eran las siete y siete minutos de la mañana.
Lloviznaba y me resguardé bajo la marquesina. A los pocos minutos sentí pasos. El temido y deseado encuentro se iba a producir. Cerró el paraguas y se situó delante de mí obligándome a centrar en él mi mirada, intencionadamente perdida. Pasaron varios segundos antes de que cambiara su formal "Buenos días" por un "Hola" al que respondí en el mismo tono informal de él. Se llevó la mano a la cazadora. A pesar de lo oscuro que había amanecido el día pude ver que era un libro lo que sacaba de un bolsillo interior.
¡No lo podía creer! Él sonrió y me lo ofreció.
- ¿Me lo dedicas?
Cogí el libro, idéntico al que había al fondo de una estantería en mi casa. Pasé la mano por la portada que el editor eligió en solitario y sequé una gota de lluvia.
Levanté la vista y me atreví a mirarle fijamente.
-Cuando te conozca mejor. Ahora escribiría algo por compromiso.
Esa noche, incapaz de dormir, agradecida y avergonzada a un tiempo, me levanté de la cama y fui a las estanterías donde me esperaban mis libros. Me llevó tiempo encontrar el libro que buscaba. Trataba sobre coincidencias sorprendentes y misteriosas para las que no se encontraba una respuesta lógica. ¿Azar? o ¿Había algo más?
Acostada en la cama empecé a leer. Mientras releía los párrafos subrayados  recordé lo que significaba tener esperanza: sentir una fuerza que te empuja a perseverar en cualquier objetivo que quieras alcanzar, por improbable que parezca, con la seguridad de que lo conseguirás si lo persigues con todas tus fuerzas; comprobar como se multiplican tus capacidades, simplemente por creer en ellas, y confiar en si mismo, aún cuando no parezca haber motivos para ello.
Esa noche me prometí, una y otra vez, no renunciar a mis sueños nunca más.
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Foto del autor carmen garcia tirado
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Descripción

Palabras Clave: Esperanza

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



Comentarios (2)add comment
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Joanna Mumbr

Me parece una limpia descripción, muy sobria y bien construída de un proceso que no culmina al volver el pasado aunque con un rostro nuevo. El fragmento final es más una ilusión: De que esa esperanza no sea un fracaso como se entiende que lo fue anteriormente. Por otro lado, muy bien manejado el cambio de la mera descripción del lugar donde uno se encuentra hacia la figura que aparece y comienza a trastocarlo todo. El forastero que en tantas películas, llega y provoca una reacción en todo lo que ya existía allí, aburrida pero serenamente.
Responder
July 01, 2013
 

carmen garcia tirado

Yo creo que no hay que perder la esperanza nunca ni renunciar a nuestros sueños,aunque con los pies en la tierra.
Responder
July 02, 2013

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