Cinco antes de las cinco
Publicado en Mar 27, 2013
Resiste.
Sólo por un momento más. No es tiempo de que cierres los ojos. O al menos no ahora. Estás cansado, es obvio eso. Te mereces una larga y deliciosa siesta. Una siesta de al menos ¡12 horas! 12 horas desconectado del mundo. 12 largas horas desconectado de ella. Tan solo resiste un poco más. En cuanto menos lo esperes ya habrás olvidado hasta tu nombre. Lo único que tienes que hacer es resistir un poco más. Tan solo observa, deja que termine su historia. No le falta mucho. Después comentarás acerca de lo tarde que es (cuarto para las cinco de la mañana) y así notará que probablemente ya estés con sueño. Luego confesarás que te sientes un poco (pero solo un POCO) cansado. Y entonces tardarán unos diez minutos más en despedirse de nuevo, aunque eso no será un problema. Bueno, ¡ya es super tarde! Creo que por fin te dejaré dormir... Ah, no me quiero ir. Quiero seguir aquí contigo. Quiero abrazarte... Me encantas, osita preciosa. Ya muero por darte un beso y abrazarte todo el día. Te quiero. Te quiero MÁS. No. Que si. Que no. Que si. Que no. ¡Que si! Empate. Bueno... ¡Que descanses y sueñes bonito! ¡Tú también! Piensa en mi. Siempre. ¿Aún no te has dado cuenta? Estás sonríendo. Por ella... Siempre es por ella. Ella, quien te ha robado más de una sonrisa. Ella, a quien amas más de lo que imaginas. Ella, tu única portadora de alegrías. Y, de pronto, no quieres irte, no quieres que se vaya. QUIERES seguir. Ahí, juntos. Enviciados uno del otro. Devorándose con palabras. Sin hacer nada más que quererse. Son las cinco antes de las cinco a.m. y ya es tarde. Es hora de dormir. Te sorprendes y te alegras por un hecho. Ella te quiere. ¿Acaso lo habías olvidado? No. Pero es una fortuna el recordarlo, y saberlo. Terminan de decirse lo mucho que se quieren pero aún así, queda incompleto; nunca terminarían de hacerlo pues no existen las palabras para decírlo. Y porque ni uno se quiere ir. Apagas la computadora y te acuestas sobre la cama. Estás feliz, y todo gracias a ella. Eres un chico con suerte. Y tú que ya te querías ir... ¡Qué irónico!
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