Me tenan secuestrada, y todo por l...
Publicado en Aug 22, 2009
Uno tenía cara de somormujo aplastado (en muy mal estado, en serio), el de la derecha se parecía... no, era igualito a Cantinflas, el de la izquierda tenía un aire de Bob Marley, tirando a Ernest Hemingway.Sí, lo sé, es rarísimo, pero era así. Más en el fondo, logré ver una silueta enorme, por así decirlo, de un hombre. Parecía una estatua. Si no hubiese sido porque su pecho se movía cuando respiraba, hubiera jurado que era una estatua, y luego vi que parpadeó. Tenía la cara exactamente igual a Francisco Tárrega.
Me miraron. Solamente me miraban, de arriba abajo, de esquina a esquina. No hablaban, pero respiraban, lo cual, extrañamente, me asusto más. Odié el maldito silencio, en ese momento más que nunca; yo ni siquiera tenía nada qué decir, y aunque tuviera algo que decir, no lo hubiese dicho. Vaya a ver usted y me maten. Y a demás, no tenía por qué hablar, ya que al fin y al cabo ellos me secuestraron. No era que yo no tenía miedo, era solo que no me sentía tan desgraciada como cualquier persona normal a la que hayan secuestrado. Tampoco me quería mostrar como una mártir (aunque lo era) ni una bravucona. Vaya a ver usted y me violen. Ay, no. -¿Dónde está Joel?- dijo el más gordo, el del medio. No respondí, aunque sabía lo que vendría luego. Me abofeteó. Estrellas de miles de colores brillaban a mi alrededor después del impacto. Me dolió más que cualquier golpe que me hubiera dado en toda mi vida, es más, me dolió mas que todos los golpes juntos que recuerdo. -Al parecer nos salió muda, la morenita- me sonrió. Ahora sí, tenía miedo. Vi que asomaba la mano izquierda a mi dirreción, camino a mi cara, y reaccioné de inmediato. Le escupí en la cara. Me impresioné, salió una gran cantidad de saliva, porque me sentía la boca seca. -No debiste haber hecho eso, muñeca-el flaco de la derecha asintió en respuesta a la mirada que el gordo del medio de dio. Me cogió del codo y me arrastró hasta el pasillo del fondo, donde se encontraba la estatua viviente. Abrió la puerta de hierro de una sola patada y me tiró en un sillón de hierro. Creí haber escuchado el sonido de mi pelvis rompiéndose. Entonces me amarró las dos muñecas de una de las varillas de la diminuta ventana de al lado. Se me quedó mirando un buen rato, su cara, inescrutable, me dio más miedo que la del gordo. Entonces vi a la estatua humana entrar con una bandeja de... objetos brillantes, metales afilados... ¡Maldición! Me arrepentí de quedarme mirando la maldita bandeja de cristal, llena de bisturíes de diferentes tamaños, cuchillos, y navajas de diferentes... ¿colores? ¡Maldición! Entró el gordo con una toalla en la mano y ¡maldición! Unos guantes de látex. -Nena, no sé por qué tratas de salvarle el pellejo a Joel. El muy estúpido no vale la pena. No sirve ni para enterrarlo en la arena del país más caluroso- no me miraba. Se quedaba mirando la bandeja cristal, como si estuviera buscando la mejor herramienta. Entonces cogió un bisturí muy fino, muy pequeño... ¡Maldición! Se acercaba lentamente hacia mí, como si estuviera debatiendo consigo mismo acerca de usar el bisturí o no. Pero se paró a solo escasos centímetros de mí. -Muñeca, no quiero lastimarte, pero... no me dejas de otra- susurró, se acercó más, con las manos en la espalda. Ahora me susurró al oído- No quiero dañar esa linda cara, ni ese lindo cuello.- pasó su asqueroso dedo por la línea de mi cuello. No dije nada, tanto por el miedo como por la falta de palabras y saliva. -Te estoy dando una oportunidad, muñeca... -entonces su húmeda y más que asquerosa lengua pasó desde mi barbilla, hasta mi sien.- tan caliente, tan bonita...- me decía. Se incorporó como un rayo- pero, no me dejas de otra. ¡Gato, tráeme el marcador! El más flaco me miró y luego sacó un rotulador de tinta permanente, de esos gordos, de su bolsillo. Se lo pasó al gordo, quien lo tomo sin mirarlo. -Como todavía estás indecisa, te marcaré el recorrido por donde este pequeño y juguetón bisturí va a pasar...-le quitó la tapa al marcador, y lentamente pintó una línea perfectamente ondulada desde mi barbilla, hasta mi mejilla. Luego hizo un zigzag vertical en mi cuello. Justamente en la yugular- me dolerá muchísimo dañar esa linda carita que tienes, muñeca. Pero no quieres cooperar. ¡Maldición!, levantó la mano con el bisturí y lo acercó a mi cara. Lo dejó a sólo unos milímetros. Pude sentir la cercanía del frío metal en mi piel. -¡Coño, no!- logré gritar. No sé de donde salieron las palabras, más aún, la voz. Creí haberlas perdido hace poco- Está bien, te diré. Pero, maldición, no me toques con esa cosa -Como quieras- Cruzó los brazos en su pecho y esperó- no tengo todo el día, mi itinerario comienza con cortarte tu carita; así que empieza... -Se fueron al norte, esta mañana- le interrumpí- no me dijo a donde, sólo me dijo que no iba a volver- entonces recordé que iban a ir donde la hermana de su padre, por lo que me callé. -Eso no es suficiente, pero es de mucha ayuda- se volteó, dándome la espalda- Chillo, tráeme la libreta- el más alto salió de la habitación y en una fracción de segundos entró de nuevo con una pequeña libreta.- A ver...F, G, H, I, J, -decía mientras pasaba el dedo sobre su agenda -J, Jo, Jo, ¡ah!, ya, aquí está Joel. Tiene familia al norte, cerca de Villas Blancas.- salió por la puerta, y me dejó con el Gato y el Chillo sola. Conté unos veintitrés segundos y luego apareció. -Tú y Mariano se van en la camioneta negra- le dijo a Chillo- y tú y Lucio se van en la gris yo me voy en la azul, es más grande. Necesitamos espacio para la nena ¡Qué!, no pensaba ir a ningún lugar con esos cerdos. Venga a ver usted y me dejen tirada en el camino, o se les antoje un poco de carne femenina. Malditos cerdos. No fue hasta que todos me miraron que me di cuenta de que mi boca estaba abierta y que mis ojos se humedecían. -Flaquita, la cosa se pondrá bien fea si te rehúsas a hacer lo que te digo, así que iremos a tu casa y te recogeremos unos trapos para el viaje- miró la bandeja y luego se me quedó mirando, de nuevo- tengo entendido que tu mami y tu hermanito no están en casa y que tú, supuestamente, estás donde tu amiga. Pero mira los giros de la vida, tú estás aquí, y espero que tu mamá no esté en tu casa. No me gusta derramar tanta sangre. -No- susurré, pero no me escuchó. Entonces la maldita estatua viviente me desenganchó de la ventana y me arrojó a su hombro, con tal facilidad, como si no pesara nada. Salimos afuera, donde, a pesar de ser de día, todo estaba oscuro. Nos dirigimos a la camioneta azul. Me arrojó en el asiento de atrás. Me sentía impotente, horrorizada. No había sido capaz de parpadear desde hacía cinco minutos. Estaba en shock. -Te va a matar. Sólo te doy un adelanto- su voz era firme, pero aun así fría. Me miró como si me tuviera pena- si quieres salvar tu pellejo, no le des mucha mente al honor. Tal vez Joel no se lo merece. -¿Qué pasa con Joel? ¿Por qué lo quieren muerto? ¿Cuál es el...?- -Mira, chiquilla, no hagas preguntas,-me interrumpió (el muy...)- porque no soy yo quien tiene las respuestas. Y si las tuviera no te las daría. ¿Entendido? Cilio no ha tenido piedad de ninguna de sus presas y dudo que tú seas la excepción. Así que calla y atiende- me miraba directamente a los ojos. Me iba a ayudar, creo- en la siguiente parada hay una cabaña en muy mal estado. Entra al baño, pon una excusa de tu periodo menstrual o de algo de mujeres; ellos no se meterán contigo en eso. La losa de la esquina está hueca. A dentro hay una nueve milímetros- al parecer vio mi cara de incrédula y añadió- una maldita pistola, está cargada. La coges y te la metes por delante. Así ellos no sabrán nada. Como tienes un abrigo no se darán cuenta. También hay una navaja, te la entras por las medias. Y de ahí en adelante, tú sabrás qué hacer. No pareces muy estúpida como para no saber salvar tu pellejo con una pistola y una navaja- entonces me cerró la puerta, porque los demás de acercaban. Se distribuyeron en sus respectivas camionetas y nos pusimos en marcha.
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Gustavo Adolfo Baracaldo valero
aunque seria bueno saber en que termina todo esto
quedo atento a una segunda parte
o a un triste final quien sabe :)
Un abrazo
Antonio JImenez Villa
FELICIDADES ANTONIOJ.