Desvelo
 
 
 
 
Aún espero, espero en mi habitación, espero bajo mis sabanas, espero lo que no ha de llegar, espero el fin de una larga caminata que al parecer no se apiada de un buen remate.
 
Una vez más me encuentro despierto dando vueltas en la cama, mirando la claridad de la oscuridad, una claridad forzada, una oscuridad visible. He aquí, en mi pantalla, leyendo historias similares, casi lloro el desconsuelo, pero solo brota una lágrima de ardor por el resplandor de la lámpara.
 
Queriendo olvidar, quedar en blanco y hacer frente a una realidad firmada que se patenta a pesar de las cadenas, las cuales batallan una guerra por zafarlas, de las cuales se desea escapar.
 
La crianza de un carrusel que juega un juego macabro, en el que nunca gano, en el que se siempre me encuentro perdido, suele pasar cada noche, antes de cerrar los ojos, y escapar de una apretad realidad.
 
“La depresión no es nada, una sonrisa es cursi, y el llanto provoca náuseas”.
 
Hacer frente es el único frente, dar la espalda duele en la espalda, y mirar a los lados ya no es una opción; Se me agota el pensamiento y prefiero dejar de meditar en una peregrina en la que el rezo es solo un tipo de vida.
 
-Parar y seguir con una razón, no tiene razón.-
 
El no poder detener el orbe que gira por mi núcleo sistematizado, me torna débil en una explosión de sentimientos que cae en un círculo vicioso. -¿Como poder escribir lo que en mi mente se ha dispersado? Se ha rayado como un pergamino arruinado. Casi de la nada empiezan a brotar las palabras, como el día en el que empecé a escribir, se tornan confusas pero lo suficiente claras, como para poder responder, todo interrogante interno que se hastía de tanta cascarilla que no termina en desahogar ese campo confundido.
 
Empieza la guerra por apagar el fuego de un día que si bien ha asado, se resiste enormemente en extinguir la llama que mantiene consciente el sueño. Una vez es conseguido, es tan fugaz y efímero como el despertar de una realidad que choca con la vista al tratar de leer sin visión.
 
Perdido en la noche, cada relato leído de la equilibrada materialidad que a lo lejos no ha de acabar. Hay que terminar con todo aquello que socaba allí, y no pensar en sí, no tiene caso exhibir lo infeliz de la felicidad, sino restaurar lo que un día se logró deplorar.
 
D’.’S.
 
 
28/03/2013