DON JULIAN
Publicado en Aug 22, 2009
"El señor protege a los que hacen bien". (Proverbios) Don Julián era un hombre de aproximadamente ochenta años de edad, vivía en el campo con su mujer y un perro que lo acompañaba. Su aspecto era agradable a excepción que era largo y canillúo como el silbón. Ya no trabajaba labores agrícolas de grandes envergaduras. Su casa, de barro, la construyó al lado de la carretera que conduce a urama, pueblo enmarcado dentro del territorio del estado Carabobo. Allí procreó su generación de retoños y pasó las mejores etapas de su vida al lado de su esposa. Con el tiempo sus hijos crecieron, se casaron y se fueron a formar sus propios hogares. Con la llegada de sus nietos empezó a desarrollar una habilidad que tenía oculta, comenzó relatándoles anécdotas de su vida, que las combinó con imágenes de humo creadas por él, hasta convertirse en el cuentero de los niños y los muchachos. Los fines de semana cuando se reunía la familia en la sabana de Canoabo, los muchachos y los niños se acercaban y se sentaban para escucharlo hablar. El sabia lo que querían así que como siempre, comenzaba a relatarles cuentos que el se encargaba de distorsionar, exagerando o empequeñeciendo, las cosas o hechos ocurridos durante sus andanzas en parrandas o en las cacerías. Esto, para lograr el efecto de la risa y el asombró en sus pequeños espectadores. Aquel fin de semana en la sabana, no podía faltar el encuentro de Don Julián con los pequeños, las risas y el zaperoco de los niños, llamaron mi atención y me acerque a oír sus cuentos. Risueño y con mucha calma se metió una mascada de tabaco en la boca y les dijo: "Bueno muchachos, andaba yo por las montañas de Carlos Eduardo, comenzaba su relato, cuando de repente en lo alto de un lechero, vi un animal que se asomaba y se escondía detrás de las ramas. Aquel animal disparaba una llamarada roja de su cabeza, me aprevine y agarré mi máuser que lo tenia cargado, le coloque el fulminante y preste oído y afine mi vista. Estaba tratando de ubicarlo, cuando de repelente desde las alturas me dispararon una ráfaga, "taca taca taca taca taca taca", puse el máuser hacia arriba y me tire al suelo escondiéndome entre el monte. Me moví lentamente tratando de encontrar al que me estaba disparando, y escuche otra ráfaga,"taca taca taca taca taca". El oído me indico que buscara en lo alto del lechero, dirigí la mirada de lado a lado y no vi nada. De repente el animal de llamaradas rojas en la cabeza se asomo y comenzó a dispárame ráfagas nuevamente,"taca taca taca taca taca taca taca", lo aviste en buena posición, tome el máuser y lo apunte, y le solté ese tiro que sonó como un cañón, "piiinnnnnnnnnn". Observe que el animal tambaleaba y se desprendía destrozando ramas y árboles que se encontraba en su camino produciendo un ruido infernal, "bruuunnnnnnnnnnnn". Aquel animalon cayó al suelo causando grandes destrozos como de media falda de terreno. Lo levante como pude y me lo lleve para la casa". Aquí se detenía para interrogar a los muchachos que sonreían de sus pronunciaciones y expresiones exageradas. _ ¿a que no adivinan que cosa era? Los muchachos se peleaban por decir primero el nombre del animal o cosa que ellos consideraban, reunía la descripción hecha por Don Julián. _ ¡Un dragón! decía uno. _ ¡Unos guerrilleros! decían otros. El sonreía, ahora, ante las respuestas de los niños. Movía la cabeza de izquierda a derecha para decirles que no era la respuesta, mientras en su boca daba vuelta y mascaba el tabaco, para luego lanzar un escupitajo al suelo, que ya presentaba una mancha oscura y pastosa de tantos salivazos que había tirado. _ ¡Un animal prehistórico! le inventaba otro en medio de las risas. Volvía a mover la cabeza mientras lanzaba otro escupitajo, para luego preguntarles. _ ¿Se rinden? Los niños al no encontrar respuesta, se aprestaban a decir en coro, "siiiii". Se cruzaba los brazos como dando por concluido el episodio y acomodándose el tabaco entre los dientes, les decía. _ ¡Un pájaro carpintero! "Jajajajajaja, jajajajaja", reían los muchachos, mientras decían, "es verdad un pájaro carpintero tiene un copete en la cabeza de color rojo y cuando picotea los árboles parece una ametralladora". "Jajajajajaja" continuaba la risa entre ellos. Don Julián dándole vueltas al sombrero, aparentando arreglar algo, sonreía de satisfacción al ver los muchachos contentos. "Otro cuento" le gritaban los muchachos al unísono, "otro cuento" repetían para convencerlo. Don Julián como un buen artista esperaba las aclamaciones, como los cantantes esperan por sus aplausos. No se hacia esperar, le pedía calma a los muchachos mientras se acomodaba el tabaco, lanzaba otro salivazo y se preparaba para continuar. _Una mañana, comenzaba su otro relato, me levante temprano y le dije a mi mujer que prepara el desayuno que tenia mucha hambre. _¡Y con que vamos a comernos las arepas, me dijo, si no hay salao pá prepará _¿Como que no hay salao? _Lo último que había lo cocine ayer pá cená, me respondió. Me fui al cuarto busque el máuser y el morral con las cargas que siempre tenía preparadas, y le dije a Maria de las gabinas, mi mujer: _ Ponga a calentá el budare y monte un buen budarao de arepa que ya regreso con el salao. "Deje a mi mujer en sus quehaceres y me fui cerro arriba pá las montañas de Carlos Eduardo. Aquello en la mañana era una hermosura, la neblina bajando de lo alto y el trinar de los pajaritos, parecía que uno estaba en una nube buscando a San Pedro para entrar al paraíso. Me adentre poco a poco a lo mas profundo de la montaña donde abundan diferentes tipos de animales, báquiros, picures, dantas, venados, paují. Gallinetas, y pare usted de contar. Aquella mañana me encontré de nuevo a tío ñeco, que andaba cazando también". _ ¿Quien es tío ñeco? Preguntaban los muchachos interrumpiendo el relato. _ ¡El león rabo negro! Le respondía. Movía la mano en forma de garra para que los muchachos visualizaran el león. "Como les venia diciendo, continuaba con el cuento, el león rabo negro era una fiera salvaje que vivía también en la montaña. Algunos cazadores que se lo encontraban de refilón, regresaban y echaban el cuento. Pero otros no contaban con la misma suerte, se los comía el león rabo negro y solo se encontraban los huesos y restos de ropa, con lo cual se podía identificar a los cristianos. A Juan, el leñador, se lo comió una tarde que subió a la montaña a cazar y mientras reposaba de la faena, se recostó de un árbol y se durmió por un rato, para despertarse entre las fauces del león rabo negro que se lo cenó sin decir ni ñe. Ahora en algunas tardes de agosto sale el espanto de Juan el leñador y se le escucha hachar y gritar cerca del camino real donde murió". Los muchachos en silencio, encantados por el relato, prestaban atención hasta el mínimo detalle que Don Julián hacia, como siguiendo paso a paso los momentos vividos por el viejo, que ganaba admiración y respeto en ellos. El se tomaba aquellos segundos para sacar tabaco del bolsillo y se acomodaba otra masca dentro de la boca para continuar conversándoles. "Mis encuentros con tío ñeco, decía, no fueron de peligro, porque siempre estuve aprevenido, pá que no me agarrara mal parao. Esa mañana lo vi adentrarse cerro arriba, cerca de quebrada pegones, ahí abundan árboles de garcigonzales, taparón y lechero cuyas frutas y semillas caen y se esparcen en el suelo ofreciendo mucha comida, a los animales de la montaña que llegan a su hora para comer. Es un sitio seguro para sentarse en una garita y velar lapa, picure, venados. También se acercan guacharacas y gallinetas de monte. Pero cuando tío ñeco esta cerca es mejor buscar en otra dirección, así que el se marcho sigilosamente buscando hacia la quebrada y yo para evitar un encuentro, tomé el camino hacia las guayabitas de montaña por si veía una guacharaca, las busque en los palo y no había ná. Busque por todo aquello y no se veía ná. Caramba que esta pasando, pensé, donde están los animales. Buscando y buscando, observe que montado en la horqueta de un palo estaba un bicho chivúo con los ojitos saltones. Él me miraba y yo lo miraba, él me decía que "no" y yo le decía que "si". El bicho chivúo se me escondía entre las ramas. Levante el máuser lo apunte y me continuaba diciendo: "no, no". Lo puse en la mira jale el gatillo y le dije: "ahí te va tu, no". "Ahí, mama" le escuche decir, "aquí esta tu papa" le dije yo. Y catapluuummmm cayo al suelo muertico, lo agarre me lo eche al hombro y regrese pá la casa. Cuando llegue, ya Maria de las gabinas tenía un poco de arepas en la cesta. Cojí el machete y le corte la cabeza al animal, abrí las brasas que estaban rojitas y lance la cabeza pá que se asara, el resto se lo di a mi mujer pá que lo compusiera. Al rato comenzó a salirle espumita y sanguacita por todos lados, a la cabeza; por los ojos, por la nariz, por la boca, por los oídos."Chuuiiii chuuuiiii", se oía achicharrándose. Agarre el cesto de las arepas y me fui comiendo arepa tras arepa con aquella sanguacita que salía, me comí seis arepas mientras la mujer preparaba el resto de la carne. Cuando estuvo lista la carne asada, agarre medio costillar con el cuadril y me senté a comer otras seis arepas más. Y cuando sentí que ya estaba lleno, me fui pál patio y me senté a mascar una bola de tabaco que nunca me faltaba en el bolsillo". Hasta aquel momento la expresión en la cara de los muchachos era de duda y repugnancia, porque pensaban que animal dice "no, no" y dice "ahí, mi mama" eso los achicaba. Y generaba en ellos confusión y comentarios. Por otra parte se imaginaban comiendo arepa con la sanguacita que salía de la nariz y la boca del bicho chivúo que había matado Don Julián, aquello le producía aversión. Arrugaban la cara, sacaban la lengua como queriendo botar aquella sanguacita que imaginariamente estaba en su boca, se frotaban la barriga en señal de rechazo a la camida. Don Julián veía las expresiones y esto le causaba risa que se aguantaba para no romper el efecto causado en los muchachos. En este punto daba por terminado el cuento diciendo: _ ¿Que a que no adivinan que cosa cace? Los muchachos se veían unos a otros para ver que decir. _ ¡Yo creo que era un salvaje! dijo uno, riéndose de su travesura, mientras Don Julián les decía que no. _ ¡Un loro real! Señalaba otro con júbilo como si se hubiera ganado el premio. Pero les decía que no. _ ¿una cabra de monte? Preguntaba el otro. _ ¿se rinden? Les preguntaba el abuelo. _ ¡Siiii! respondían los muchachos. _ ¡Un mono cocuy! Ahí siempre terminaban sus cuentos, en la respuesta esperada por los muchachos, y en las carcajadas que brotaban de sus gargantas, al oírla. Don Julián lanzaba su último escupitajo al piso y se despedía ofreciéndoles cuentos para la próxima ocasión. Se iba contento, sonriente, le gustaba alegrar a las nuevas generaciones. Los pequeños se levantaban del suelo y se marchaban a sus juegos tradicionales, sonriendo y murmurando las ocurrencias de Don Julián.
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florencio
Y ES BUENO QUE HAYAS OIDO ENTRE LETRAS AL VIEJO JULIAN, CONTANDOLES EL CUENTO...
NOS VEMOS COMPAÑERA......
May Vicky
Hola Florencio!!
A mi particularmente se me decanta por las novelas. En su mayoría de largo trayecto. Los cuentos y relatos cortos, son para mi como el pan nuestro de cada día. Si de la poesía sacamos un jugo espeso, de los cuentos se aprende todas las bases; los cuentistas, o novelistas, en mi caso este ultimo citado hasta lo considero en muy pretenciosa tal afirmación, desde mis humildes entrañas, digo que he disfrutado las 12 páginas con el viejo Julian como si de una niña a mas ahí en su glorioso espectáculo si tratara.
Así que te agradezco por compartir, y por transportarme a este entrañable lugar tan acogedor.
A sido toda una aventura y un gran placer estar aquí entre tus letras.
Nos vemos compañero;
Un saludo de esta marinera.
florencio
saludos ......fraternos........
Daniel Florentino Lpez
Un homenaje a la
oralidad y a los
hombres de pueblo.
Eres un muy buen cuentista
Un abrazo
Daniel
Filiberto Oliveros
florencio malpica
GRACIAS NUEVAMENTE POR LAS ESTRELLAS QUE SON UN REGALO PARA NUESTROS CAMPESINOS LABORIOSOS Y LLENOS DE HUMILDAD, QUE NOS DEJARON UN BAUL LLENO DE RECUERDOS Y DE CUENTOS MAGICOS Y TENEBROSOS.
doris melo